El guaniquiqui de Cuatro Caminos

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Tejiendo un Legado: el guaniquiqui de Cuatro Caminos, una Tradición con Historia y Futuro

En el corazón del Cotorro, un poblado llamado Cuatro Caminos se distingue por una tradición artesanal única: el tejido de guaniquiqui. Esta práctica, favorecida por circunstancias históricas y económicas, floreció gracias al ingenio de una familia: los Calvo, quienes durante cuatro generaciones han custodiado este legado.

La historia del guaniquiqui en Cuatro Caminos se entrelaza con la del ingenio Portugalete, fundado en 1862. Allí, José de las Nieves Calvo Calvo, hijo de esclavos, trabajaba arduamente. Sin embargo, durante el «tiempo muerto», la escasez económica lo impulsó a buscar alternativas. Así, comenzó a tejer cestas de guaniquiqui para venderlas en el Mercado de los Cuatro Caminos de La Habana, marcando el nacimiento de una tradición que definiría a su comunidad. .

El guaniquiqui, una planta silvestre y perenne, es la materia prima esencial. Este bejuco, resistente y duradero, se transforma en cintas que, con habilidad y paciencia, dan vida a muebles y objetos decorativos. Cada pieza refleja la dedicación del artesano, convirtiéndose en una obra de arte única.

Lázaro Miguel Calvo Torres, heredero directo de la tradición, encarna el compromiso de la familia Calvo con el guaniquiqui. Con un profundo conocimiento de la técnica, Lázaro Miguel se dedica a compartir este saber ancestral, abriendo puertas a nuevas oportunidades económicas y sociales para su comunidad.

Aunque el tejido de guaniquiqui se practica en diversas regiones de Cuba, su potencial como motor de desarrollo local aún no se ha explotado plenamente. La transmisión oral de la técnica ha asegurado su continuidad, pero falta un enfoque sistemático que impulse su crecimiento como proyecto comunitario.

La revitalización del tejido de guaniquiqui en Cuatro Caminos ofrece un camino para preservar la identidad cultural, impulsar la economía local y transmitir conocimientos valiosos a las nuevas generaciones. Al apoyar a artesanos como Lázaro Miguel y promover la formación de jóvenes aprendices, se teje un futuro donde la tradición y la innovación se entrelazan para construir una comunidad más próspera y orgullosa de su herencia.

En Cuatro Caminos, la tradición artesanal de la familia Calvo ha impulsado significativamente el desarrollo de la técnica ancestral del tejido de guaniquiqui. Su influencia ha inspirado a otros artesanos del país, quienes han enriquecido esta práctica con estilos propios e innovadores incorporando nuevos materiales y generando soluciones formales artísticas de vanguardia.

Rescatar la tradición artesanal del tejido de guaniquiqui implica generar propuestas contemporáneas que se adapten a las necesidades y gustos actuales, atrayendo así el interés de los usuarios. Más allá de una simple técnica, el tejido de guaniquiqui representa un valioso patrimonio cultural.

Un proyecto de desarrollo local que ponga en valor la tradición y el conocimiento de la familia Calvo no solo fortalecerá la economía local, sino que también contribuirá a la preservación de este legado ancestral.

Nota: En reconocimiento a su destacada labor de preservación, rescate, revitalización y proyección artística del tejido de guaniquiqui, el Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello otorgó el Premio Memoria Viva 2008 al Tejido de Guaniquiqui, tradición por más de 68 años de la familia Calvo, especialmente a José de las Nieves Calvo Calvo, conocido como el Padre del Guaniquiqui, un artesano centenario del poblado de Cuatro Caminos del Cotorro.

Artículo: Regla Echarte Martínez

¿Qué es La Nueva?

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La Nueva o tutorial para crear una comunidad

¿Qué es La Nueva?

«Tus números en redes no reflejan tu talento; exponen tu capacidad de contar historias que resuenen

Si un término flota a la superficie una y otra vez, es que hay algo que resuena, aunque no se pueda acotar dónde empieza o termina.
A partir de 2020, algunos se autodeclararon La Nueva generación de la música cubana; otros niegan estar relacionados y otros dicen que no existe.
Lo que siempre falla al analizar La Nueva es el lente desde el cual se mira. Desde la música no siempre hay puntos de contacto; ni desde la estética; ni siquiera en los públicos; ni siquiera hay una afinidad personal. Lo que los une son las formas de comunicarse, de componer, desprejuiciados de un lenguaje que no necesita ser poético en todo momento, y su capacidad de contar historias y sostener una narrativa continua y coherente. El artista de La Nueva es un híbrido entre creativo e influencer.

Mamá Estoy Brillando es el arquetipo del artista de La Nueva, en su variante urbana: un chamaco tranquilo en la vida real, casi siempre humilde en su proyección, pero que es un maleante rompecorazones, si le crees a sus canciones.

Chezca Zana y Axere son dos artistas que crearon y desarrollaron moldes nuevos para el artista cubano que fusiona géneros sin ningún tipo de barreras. Demostraron que existe un público para esta música “rara” que mezcla géneros musicales sin prejuicios. Para quienes nos gusta todo tipo de música, estos dos artistas son una manifestación hecha realidad. Canciones como EL REPA ES EL NUEVO PUNK, ¿Quieres ser Mi Pocha?, Todas las que me gustan viven en caselapinga o ELLA SOLA SE ROMPE se sienten como algo nuevo y genuino, que no deja de ser cubano, sin miedo a tomar otros códigos y traducirlos a nuestro entorno.

Lo que tienen (o tuvieron) en común Mamá Estoy Brillando, Chezca Zana, Aranda, Melanie Santiler, Unedukated, Isla Escarlata, Land Whales, El Chicle, Axere, ELEM66STRREET, EIDI, Maria Karla y unos cuantos más es su entendimiento de las redes sociales como plataformas para existir, no solo para venir a promocionarse.
¿Quiénes serían La Vieja?

“Mi gente, aquí estamos.” 

Se dice en otra historia de Instagram o en un estado de WhatsApp.

¿Esa gente tuya está aquí con nosotros en la habitación?

Esa frase flota sin destino definido, como tantas otras publicaciones que aparecen a diario: promocionales, insistentes, sin dirección, sin entender a quién se le habla al otro lado de la pantalla. Mientras tanto, hay una generación que no lo hace así: no grita al vacío, no posa sin entender; habla con su voz, sin intentar ser alguien más.

No todos han entendido (o aceptado) que ocurrió un cambio de paradigma en las maneras de consumo en redes sociales. Hasta el día de hoy, puede que muchos artistas no entiendan por qué no resuenan con audiencias nacionales, y menos aún internacionales.

Lo que la hace Nueva
«No le hablan a la masividad, sino al nicho.»

La Nueva no comenzó como una escena organizada, y mucho menos como un género; surgió como una vibración compartida, como un gesto simultáneo no sincronizado. Un cambio en el modo de habitar los espacios digitales; un nuevo entendimiento de cómo se manejan las tan debatidas “redes”. Crean contenido desde el presente y hablan desde sus códigos. Usan las redes no solo para promocionar sus carreras, sino para existir y compartir espacio y atención. Entendieron que integrarse es la clave: viven el entorno, no hacen una visita solo cuando necesitan algo de su audiencia. No se traducen a nuevos códigos: los hablan. Los entienden porque vienen de ahí, son hijos de internet.

Ver a tu artista favorito de La Nueva en Instagram no es solo saber qué canción va a sacar: es tener una nueva entrega de la serie de su vida. Cada pedazo de contenido se convierte en un capítulo nuevo; los comentarios, en roturas de la cuarta pared, y las colaboraciones, en episodios cruzados de sus series (crossover, si nos ponemos anglosajones).

No hay separación evidente entre obra y promoción. El contenido no acompaña la música: la expande y la multiplica en escala. La narrativa digital no es adorno ni marketing: es parte del diseño artístico y del enfoque hipermedia.

Hoy, cinco años después de sus primeras señales, La Nueva sigue sin ser una escena formal. Pero sí es un lenguaje compartido y asimilado por muchos que vinieron después, aunque algunos no quieran ser asociados a este término. Lo considero una oportunidad para que más artistas se unan a nuevas formas de ver el mundo, integren escenas musicales desconectadas e, incluso, sientan que, como generación, tenemos representación por músicos que crean y que no son menos que lo que vino antes.

Es un sentimiento de emancipación generacional y un reflejo del cambio de los tiempos: ya no somos niños jugando a ser; ya somos los actores. Que exista una Nueva que nos represente, diga lo que pensamos y hable como hablamos es una señal.

La Nueva no es un género. Es una señal de los tiempos.

Para escribir este texto se tomó el criterio de varios actores de La Nueva, incluyendo no solo a artistas, sino a realizadores audiovisuales, creadores de contenido, productores y demás personas que forman parte de La Nueva.

Quiero agradecer especialmente a Boylecito, Camilo (Daku), Mazze, Yo No Existo, Drumglass, Ilus Trash, Martín (Land Whales), Unedukated, Wil (Mamá Estoy Brillando), Melanie Santiler, EIDI, Brian de San Juan, Baracaldo y a unas cuantas personas más que, sin darse cuenta, ayudaron a organizar algunas ideas.

Artículo: Daniel Rosete Aguilera

A propósito de Nicolás Guillén

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A propósito de Nicolás Guillén

En el presente texto volaremos en la memoria hacia las primeras zonas escriturales de nuestro poeta nacional Nicolás Guillén, nacido el 10 de julio de 1902 en La Habana y fallecido el 16 de julio de 1989. Premio Nacional de Literatura de Cuba, periodista, activista y, sobre todo, poeta afrodescendiente que abordó con esmero los procesos de transculturación de nuestro país y colocó en la talla universal nuestras letras. Por lo cual, veremos esa zona fundacional de tal germen poético, a propósito del natalicio de su autor.

Poco después del inicio de las vanguardias de los años veinte del siglo pasado en nuestra nación, se establece de manera irruptora un tipo de poesía que, dentro de sus denominaciones, se encuentra la de afrocubana o negra. Poesía negra que, no como una moda, ha de cultivar Nicolás Guillén. En tal sentido, es una tendencia que coloca su principal interés en las problemáticas sociales y, a decir de Retamar, en la figura del negro como punto de vista o sujeto lírico. No en vano esta figura es parte indispensable del cuerpo de nuestra cultura nacional, y es en esa dirección que Guillén rescata sus valores para reconducir el arte cubano hacia una integración identitaria.

Existieron antecedentes de esta forma particular de la poesía en la isla, como el creciente interés por lo africano a comienzos del siglo XX en Europa, o más directamente publicaciones de poetas de América como Luis Palés Matos, con sus sonetos Danzarina Africana, o Ildefonso P. Valdés, con La guitarra de los negros, que se dieron a conocer con poemas negros en nuestra Revista Avance, en 1927. Así como en el tránsito de algunos poetas puristas hacia esta tendencia, como es el caso de Emilio Ballagas con Elegía a María Belén Chacón, aunque como iniciador de este camino en Cuba tenemos a Ramón Guirao con su Bailadora de rumba, publicado en el Suplemento del Diario de la Marina, en 1928.

 

Muchos otros son los autores, pero ninguno lleva el lirismo de sus textos al punto que Guillén, quien es ampliamente reconocido como la más importante voz en Hispanoamérica. Para ello le valió su primer poemario, publicado en 1930: Motivos de son. Es menester esta vuelta a sus primeros pasos para comprender su importancia. Este sería el germen que, un año después, veríamos en Sóngoro-Cosongo, en West Indies Ltd. en 1934, y en el resto de su producción, aunque dentro del proceso revolucionario de 1959 se procuró eliminar la discriminación hacia hombres y mujeres de tez oscura.

Pero el valor de transformación de la lengua castellana —es decir, del colonizador europeo— tiene mayor resonancia y desligue en Motivos de son. Es así como, en términos morfológicos y fonéticos, mediante la asunción de estructuras de géneros musicales populares como el son, la lengua se deforma y se conforma hacia su mezcla mayor en estos textos, sumando en primer orden la lengua bozal y la identidad del sujeto negro como eje. Su retrato comprende, como lo hizo la vanguardia pictórica europea, un nuevo tipo de belleza, una estética que no puede enmarcarse en el perfil blanco.

Está el poema que encabeza Motivos de son, Negro Bembón. Se trata de un negro al que el autor interpela para desgajar de él sus mayores complejos, asimismo su actitud al querer parecer blanco con el objeto de camuflarse en una zona superior del estamento social. Es de señalar que, en el siglo XIX, abolida la esclavitud, los negros solían ir descalzos y con un par de zapatos en alto para ostentar algo de importancia. Este tipo de sujeto es retratado ya por Pancho Fernández en el bufo catedrático, pero aquí adquiere un tono más crudo y apagado al modus vivendi republicano, así como el máximo vuelo lírico dentro del coloquialismo.

Es también el elemento social parte de la mezcla que aglutina este texto y el poemario todo. Debemos señalar que nos hallamos en un contexto de profundas implicaciones sociopolíticas y posteriores consecuencias, a partir del mandato dictatorial de Gerardo Machado. La denuncia, que también es heredera inmediata de los poetas minoristas, aquí toma la justa coherencia que abarca problemáticas locales, económicas como el desempleo, el rechazo a pesar de la abolición de la esclavitud, y llega al fin hasta la postura descolonizadora tanto en aspectos formales como temáticos.

No es menos cierto que son interminables los estímulos para que nacieran este conjunto de poemas, pero es interesante denotar cómo el propio autor identifica al Sexteto Habanero y al Trío Matamoros entre ellos. Es esta, como ha sido mencionado, la música del pueblo, sobre todo del interior del país, la expresión no aburguesada, la no incluida en lujosos eventos y salones, de la cual se apropia para también desde ese lugar periférico atacar las estructuras de poder imperantes.

Por todo ello, el ritmo popular como continente del contexto particular en cada poema, lo cotidiano en el habla y situación dada, sumado a la estructuración de estos textos, impone un nuevo canon ya lejos de la producción modernista, posmodernista y de primera vanguardia en la Isla.

Guillén transita en su posterior y abarcadora obra lugares ya diferenciados de este primer cuaderno, pero que siempre compartirán el sentido de lo nacional como búsqueda perenne en relación con los distintos contextos atravesados por nuestro país. Funge así como cronista universal, cuando busca no solo en nuestras aguas, sino en la amplia escala de la vida del hombre, desde el continente africano hasta Nuestra América.

Es digno de ser visitado en su próximo natalicio y en cuanto espacio pueda concedérsele, en tanto universo y parte indispensable de esas tantas voces que se sumaron a la lucha estética y a la vindicación del sentimiento nacional, de ese gen que nos hermana a cualquier distancia espacial o temporal.

Artículo: Manuel Peláez

Música para entendidos: que no entienden al público

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Música para entendidos: que no entienden al público

Es cada vez más común, en el contexto musical habanero la realización de conciertos (concretamente aquellos donde se interpreta música académica o «clásica») en los que la asistencia de público es escasa. ¿La calidad artística es baja? ¿Es la programación poco atractiva? ¿La vida contemporánea impide al público conectar con las «viejas músicas»?

Fotografía: Ivan Soca

Durante décadas, los formatos instrumentales que se especializan en interpretar música académica han gozado de prestigio. La interpretación de obras del repertorio europeo, cubano y latinoamericano coexiste con la formación de instrumentistas, directores y compositores. Sin embargo, ese legado hoy se encuentra en una encrucijada.

Aunque estas agrupaciones aún existen formalmente y mantienen cierta programación estable, su impacto social se ha debilitado. A esto, se suma la disminución de la calidad artística, las condiciones laborales precarias, la falta de estímulo profesional, el éxodo de talentos y las limitaciones para mantener una formación continua. El resultado es que, incluso cuando el repertorio es interesante, la ejecución no siempre logra conmover ni convencer. Esto no significa que estas expresiones hayan perdido todo su valor, sino que necesitan repensarse, no solo como espacio artístico, sino como objetos culturales dentro de una sociedad cambiante, exigente y diversa.

La teoría de la recepción —en particular los aportes de Hans Robert Jauss— nos recuerda que el sentido de una obra no está cerrado en la partitura, sino que se construye en el acto de recepción. Cada persona interpreta una experiencia estética desde su historia, sus referencias y su horizonte de expectativas (lo que espera y valora de una experiencia musical). Si ese horizonte no se encuentra con la propuesta artística, no habrá emoción ni comprensión, por más “excelente” que sea la interpretación musical.

Fotografía: Tania Veliz

Hoy en día, muchos conciertos se presentan sin una narrativa previa, sin una explicación accesible, sin un vínculo con el entorno o con la vida cotidiana del público. Las salas mantienen formas rígidas, con protocolos que pueden parecer ajenos o intimidantes. ¿Cómo podemos acercamos al público? Acompañándolo al encuentro con la música. Una buena estrategia de mediación puede incluir programas comentados, conciertos guiados, presentaciones habladas por los músicos, o materiales didácticos atractivos en redes sociales. Lo importante es asumir que el público no es ignorante, pero sí diverso, por lo cual hay que hablarle en un lenguaje más cercano y empático.

Para que la música académica vuelva a emocionar y gane en sentido social, es necesario cambiar la forma en que se entiende, se gestiona y se presenta. Un ejemplo lo constituye el concepto musicking propuesto por el musicólogo británico Christopher Small, donde lo importante no es solo la obra, sino lo que ocurre entre las personas cuando esta se interpreta —un entramado de relaciones sociales y culturales que dan sentido a la música—. De esta forma se obtiene una práctica cultural compartida, que puede ser ritual, creativa, educativa o incluso transformadora, si se gestiona con esa intención.

Fotografía: Nestor Martí

En Cuba, este cambio de enfoque es urgente si queremos que la música académica sea parte del tejido social y no solo una reliquia institucional. Debemos dejar de verla como un acto unilateral (de quien ejecuta hacia quien escucha) y empezar a construirla como una experiencia común, donde todos participen de alguna manera. Eso implica revisar el repertorio, abrir los espacios, escuchar al público y trabajar con sensibilidad cultural.

Gestionar una institución de este tipo en Cuba no puede reducirse a cumplir con un plan de conciertos. Debe pensarse como un proceso creativo en sí mismo, en el que se diseñe una propuesta artística con sentido, se cuide el lenguaje con el que se comunica, se piense en el contexto donde se presenta y se considere al público como un interlocutor activo, no como un simple asistente. Quienes gestionan instituciones musicales deben asumir la tarea de traducir la excelencia artística en experiencias significativas para la comunidad.

La música académica en Cuba no está condenada a la indiferencia, tampoco debe ser reducida a un fin “decorativo” o “museístico”. Tiene el potencial de emocionar, conmover, educar y representar a una sociedad compleja y diversa, pero para lograrlo, necesita cambiar esquemas. No basta con tocar bien (si se logra): hay que tocar con sentido, y para eso, la gestión debe ser tan creativa como la música que se interpreta. No se trata de simplificar lo complejo, sino de hacerlo “habitable”, porque si la música académica quiere volver a emocionar, tendrá que dejar de ser solo para “entendidos” y comenzar a ser también para quienes sientan.

Artículo: Edel Almeida Mompié

Salvador Sobral, un canto al corazón de La Habana

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Salvador Sobral, un canto al corazón de La Habana

En tiempos de crisis, un momento de placer parece un acto de osadía. Pienso esto mientras voy rumbo a la Fábrica de Arte Cubano (FAC), sorteando apagones y la inminencia de lluvia de un jueves nocturno —es 12 de junio—. El motivo, sin duda, vale la pena el esfuerzo: Salvador Sobral (Lisboa, 1989) ofrece un concierto único en La Habana.

A sus 35 años, el ya icónico cantante portugués visita Cuba por primera vez. Desde el anuncio de su presentación, el hecho suscitó el entusiasmo de un público conocedor de su historia, la dulzura de su voz y el éxito fulgurante en la edición de 2017 del Festival de la Canción de Eurovisión, donde obtuvo el primer lugar con la canción Amor pelos dois.

La Nave 3 de FAC se vistió de gala con la sencillez de un intérprete cuya voz es capaz de provocar auténticas epifanías. Poseedor de una templanza frenética, su estilo interpretativo está dotado de una autenticidad que hace pensar que cualquier cosa que cante le va a quedar bordada.

Es el caso de la propuesta que el artista nos trajo como pan bajo el brazo. *Alma nuestra* (Warner Music Spain, 2020) es el álbum resultante de la unión creativa de Sobral con el pianista cubano afincado en Portugal, Víctor Zamora: nueve boleros —desde Benny Moré hasta César Portillo de la Luz y Rafael Hernández, entre otros— pasados por el tamiz de la sensibilidad del portugués en una dosis vigorosa de jazz.

Ahí estaba él, en escena, arropado por un exquisito y potente formato de trío clásico de jazz, con Zamora al piano, Romeu Tristao al contrabajo y el incombustible Oliver Valdés en la batería. Salvador Sobral es un cultor consciente de la libertad creativa que supone un género como el jazz. Esa música imperialista, bromeaba durante el concierto, buscando mayor complicidad con su audiencia.

Resulta que un día, contaba, llegó a sus manos un disco con un mix de música latinoamericana donde estaba la canción Ay amor, de Bola de Nieve. Me enamoré de esta música y años después montamos una banda que se llama Alma nuestra, con el objetivo único de poder venir aquí un día. Luego hicimos el disco. Me siento feliz por estar tocando aquí en Cuba, dijo Sobral a una audiencia entregada a la consumación del viaje.

Hay humanidad desnuda y desinhibida en las maneras de Salvador Sobral como artista sobre el escenario. Desde la primera canción, Silencio, entendemos que el desgarro propio del bolero se transforma aquí en algo más. A cada instante, a cada melodía, Sobral abre ventanas que ofrecen una luz diferente a cada uno de estos clásicos que el público —especialmente el cubano— conoce perfectamente.

El piano de Víctor Zamora ayuda, sin duda, a crear esa atmósfera. Nacido en Mata, Villa Clara; después se muda a Cifuentes, luego a Varadero y, finalmente, a Lisboa. Siempre bajando el nivel, así lo presentaba el cantante, entre bromas y risas con el auditorio. Él es el responsable de mi lavado de cerebro y mi cubanificación.

Previo al concierto, relataba Sobral que estuvieron cuatro días recorriendo algunos rincones de Cuba; fueron a Cifuentes, a la casa familiar de Zamora, anduvieron por La Habana en busca de sonidos y experiencias cotidianas, pasaron por Matanzas y comimos de lo más rico en una cafetería por ahí, en la autopista, contaba el artista. Toda esa información vivida se percibía en el concierto.

Una a una, como gotas de lluvia fresca —a la par de la presentación, llovía afuera— fueron cayendo las canciones. En una versión ciertamente frenética de Tú mi delirio, Salvador Sobral mostró lo imaginativo que puede llegar a ser, sin que ello demerite en absoluto la calidad de su propuesta; fue capaz, en una canción como esa, de bromear en algún momento con las maneras expresivas del flamenco, rapear e incorporar el estribillo de la canción Riquisísimodel cubano Bebeshito. Destruimos la canción de ustedes, remarcaba al final, pícaro, entre los aplausos del público.

Cada tema solo podía sumar una nueva emoción a la anterior. Hay que acudir al disco para evocar sensaciones parecidas a las vividas en la Nave 3 de FAC con la versión de Sobral de Alma mía, la teatralidad de Bola de Nieve que el portugués es capaz de asumir en instantes de Si me pudieras querer, o la elevación en que se convierte Tú me acostumbraste, incluido su canto asomado al interior del piano de cola, como quien se asoma a un pozo y habla a su interior esperando alguna respuesta.

También hubo espacio para otras creaciones que van más allá del disco, como He perdido contigo, un pretexto más para jugar con la escena, para perderse de la vista de todos y dejar solo su voz declamando *El amenazado*, de Borges, con el acompañamiento del trío, por supuesto. Durante todo el tiempo del concierto, la sensación era la de estar en un antro acogedor, esos sitios fetiche donde se cultiva el jazz americano, donde el cantante hace lo suyo y luego sale de escena para que los músicos hagan el resto; entran y salen músicos del escenario, hay movimiento.

En un mano a mano entre piano y voz, Sobral cantó algo en portugués. Por supuesto, había que honrar la fecha, el motivo que permitió este concierto: la celebración del Día de Portugal, de Camões y de las Comunidades Portuguesas. Como guinda para ese momento, Salvador se sentó al piano y cantó Amar pelos dois, una letra sublime compuesta por su hermana, Luísa Sobral, la que le dio el triunfo en Eurovisión y lo hizo internacionalmente conocido.

Para el final, La gloria eres tú, una versión de la creación de José Antonio Méndez, en clave de swing, que se antoja bastante cinematográfica. Me recordó a un video que pulula por YouTube, donde Sobral invita a escena a la actriz cubana Laura de la Uz para cantar juntos esta canción, durante la presentación de Alma nuestra en el evento Cuba Cultura, que la actriz, junto al fotógrafo español Héctor Garrido y otros creadores locales, organizan cada año en la región española de Huelva.

Ese momento, como este concierto y otros tantos instantes –su más reciente disco junto a la cantautora Silvia Pérez Cruz, por ejemplo–, dan fe de que la creatividad de Salvador Sobral es a toda prueba, espontánea, inabarcable y fascinante.

Con el corazón por delante

Este concierto de Salvador Sobral, por primera vez en Cuba –Fábrica de Arte Cubano–, supuso un alto en la gira que el portugués lleva adelante junto a la cantautora española Silvia Pérez Cruz, defendiendo su más reciente disco Silvia &Salvador. Ese álbum es una fiesta maravillosa entre dos amigos. Hay una canción, compuesta por el uruguayo Jorge Drexler, que acaba con una conversación a tres donde, ante la duda de Drexler para titular la canción El corazón por delanteo El corazón al volante, Sobral esgrime su legitimidad: para cantar cosas sobre el corazón, como autoridad del corazón, te digo que es mejor El corazón por delante.

Si de poner el corazón se trata, a este intérprete hay que concederle dicha jurisdicción poética. Solo había que escuchar lo que contaba durante su presentación en Nave 3, cuando relató que lo operaron del corazón. Me pusieron el corazón de otra persona –el trasplante ocurrió en 2017, cuando tenía 28 años–. Creo que me dieron un corazón cubano, contaba entre aplausos del público.

Aquella última frase me recordaba a una entrevista reciente que Salvador Sobral concedió, junto a Silvia Pérez Cruz, al presentador español David Broncano en su espacio del prime time ibérico, La Resistencia. Allí decía entre bromas que cuando tenemos conciertos, yo siempre digo que (el corazón trasplantado) es de ahí. Si estoy en Sevilla, creo que mi corazón es sevillano y así, lo digo donde sea. Bien jugao, le replicaba Broncano.

Cuando la gente viene a verme, piensa que va a ver al niño enfermo cantando; de repente salgo yo y empiezo a gritar, decía en 2019 al diario Público. Ciertamente, el performance de Salvador Sobral, su proyección sobre la escena, es una dosis exquisita de vida y música, es un bálsamo reparador. Lo sabía el público de Nave 3, el pasado 12 de junio, cuando aplaudía a rabiar y coreaba ¡Otra, otra!. Y Sobral cantó otra, y luego otra más.

Sorprendió con La felicidad, de Pablo Milanés. Es la canción de Pablo que más me toca, me da ganas de llorar cada vez que la canto. Qué descanses en paz, maestro, diría el portugués en sus redes sociales al conocer la muerte del cubano.

Y sin dar tiempo a que las emociones asentaran sus formas, Sobral y los suyos pusieron a todos a bailar con Vereda tropical; incluso puso a cantar al embajador de Portugal en Cuba. Agradeció que su primer concierto en la isla fuera en Fábrica de Arte Cubano, este lugar fabuloso, un lugar de libertad real. Muito obrigado, muchas gracias a todos. ¡Estoy feliz, muy feliz!. Y el público, pletórico junto a él, estaba en una nube que ojalá no fuera pasajera.

Sergio Murguía

La actualidad de la crítica teatral cubana

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Regreso hacia la crítica: Algunas valoraciones sobre la actualidad de la crítica teatral cubana

Si bien no me considero un conocedor o apasionado del cine de animación, no puedo comenzar estas líneas sin recordar la película *Ratatouille*, producida en el año 2007 por Pixar Animation para Walt Disney Pictures. Casi al final de la cinta, el conflicto se resuelve en una escena magistral donde el antagonista, el áspero y estereotipado crítico culinario Antón Ego, nos regala un visceral monólogo sobre el auténtico espíritu de su oficio.

La secuencia destaca por sus dotes técnicas, pero su guion es igual de sublime cuando escuchamos a Ego decir: «La vida de un crítico es sencilla en muchos aspectos. Arriesgamos poco y tenemos poder sobre aquellos que ofrecen su trabajo y su servicio a nuestro juicio. Prosperamos con las críticas negativas, que son divertidas de escribir y de leer. Pero la triste verdad que debemos afrontar es que, en el gran orden de las cosas, cualquier basura tiene más significado que lo que deja ver nuestra crítica. Pero en ocasiones el crítico sí se arriesga cada vez que descubre y defiende algo nuevo. El mundo suele ser cruel con el nuevo talento; lo nuevo necesita amigos.»

Quizás no sea esta la fuente más convencional o la que se espera de un juicio crítico riguroso, pero es en estas palabras donde he hallado con mayor fuerza una declaración de principios que sustenta lo que es para mí hoy el ejercicio de la crítica. Brad Bird, director y guionista —quien ya nos había sorprendido con historias de culto dentro de la animación como *El gigante de hierro* (1999)— elige al crítico como el villano de su película, a sabiendas de que es esa figura la que el imaginario del mundo del arte suele ver como el enemigo de la creación auténtica y libre; sus juicios de valor son la antítesis de la libertad creativa. Sin embargo, por más que el artista contemporáneo haya tratado de desligar la trascendencia de su obra del análisis crítico, paradójicamente, el arte de nuestros días ha desarrollado y ampliado las funciones del crítico.

Al mismo tiempo, es verdad que a voz pública se cuestiona cada vez más la necesidad de una crítica para el arte o, peor aún, se ignoran completamente sus funciones y competencias.

En el caso de la crítica teatral, este fenómeno se da de manera particular, quizás por ser el teatro uno de los campos pioneros en contar con una crítica de arte. Soy graduado en Teatrología, una carrera rara y difícil de explicar en su verdadera esencia. Como campo de estudio e investigación sobre el fenómeno teatral y sus distintos componentes, adquirimos autonomía a finales del siglo XIX y principios del XX en Alemania, de la mano de investigadores como Max Hermann, provenientes del mundo de la literatura, que se especializaron y valoraron la independencia del teatro.

Desde entonces, aunque la investigación teatral es un universo mucho más amplio, la crítica teatral ha pasado a estar sostenida en un corpus teórico sólido; sin embargo, no es necesario ser teatrólogo para ejercer la crítica. De hecho, no en todos los países los estudios de arte dramático contemplan la Teatrología como una carrera.

En Cuba, la Teatrología existe como estudio de nivel superior desde la fundación de la Facultad de Arte Teatral de la Universidad de las Artes (ISA). Este hecho solo demuestra la alta conexión existente entre la investigación y la praxis creativa que se gestaba en el panorama teatral cubano, sobre todo a partir de 1959. La Teatrología en Cuba tiene, por supuesto, un énfasis en la crítica teatral, pues el ejercicio crítico cuenta, como bien han señalado varios de mis colegas, con dos factores fundamentales que aún hoy se mantienen.

En primer lugar, su tradición que parte con la obra génesis de Rine Leal, precursor de los estudios de Teatrología en nuestro país. Leal, además de ser un crítico consagrado, se dedicó a historiografiar una herencia teatral cubana que sirviera de arsenal a una crítica nacional.

A partir de entonces, hemos contado con una larga lista de nombres que evidencian este legado a lo largo de distintas generaciones, como pueden ser Calvert Casey, Rosa Ileana Boudet, Raquel Carrió, Roberto Gacio, Vivian Martínez Tabares, Esther Suárez Durán, Lillian Vázquez, Osvaldo Cano, Amado del Pino, Eberto García Abreu, Marilyn Garbey, Omar Valiño, Norge Espinosa, Jaime Gómez Triana, Yohayna Hernández e Isabel Cristina López Hamze.

Raquel Carrió: Premio Nacional de Teatro 2024

Esta extensa lista de nombres resulta limitada si consideramos que, en realidad, estamos siguiendo el rastro de una tradición de crítica teatral en la Isla que no solo se define por el número de críticos, sino por la relación participativa de estos dentro de los procesos creativos y su validación como un ente fundamental dentro del funcionamiento del esquema teatral cubano.

Nuestra tradición teatrológica no se limita a engendrar investigadores aislados en centros de investigación o relegados al claustro de una universidad; menos aún contempla la figura del crítico frío y distanciado del espectáculo que aparece cada semana en la columna de un periódico. Aunque podemos encontrar colegas teatrólogos en las esferas de la gestión cultural, la investigación, la docencia e incluso dentro de los medios de prensa, la implicación directa con los procesos culturales ha sido siempre una característica distintiva de nuestro ejercicio crítico, y me atrevería a decir que su principal baluarte.

Más allá de los aportes al campo de la teoría, la crítica teatral cubana se ha definido por un ejercicio que considera el juicio de valor como una parte indispensable en la ecuación de los procesos creativos, entre la emisión y la recepción del espectáculo. Por tanto, la crítica es asumida —sin dejar de lado su rigor investigativo y académico— como un proceso creativo en sí mismo. La gran mayoría de los nombres mencionados anteriormente ha tejido su carrera en relación directa con varios de los colectivos teatrales más importantes de su época, estableciendo una dialéctica con los procesos del teatro que no se limita al resultado disfrutable sobre el escenario, sino que se involucra en la gestación y artesanía de las puestas en escena.

Esta labor muchas veces les permite desempeñarse como asesores teatrales (más del noventa por ciento de nuestros críticos trabaja como asesores teatrales de algún colectivo), pero también tenemos exponentes que han desarrollado la actuación, la dramaturgia e incluso la dirección paralelamente a su labor crítica.

Debido a esta particularidad, no son pocos los que han cuestionado la imparcialidad del crítico teatral cubano, al estar altamente vinculado al acto creativo. Una duda quizás lógica, pero que se diluye al entender que, si bien nuestra tradición no es la de los columnistas distanciados que se limitan a publicar sus reseñas, nuestra visión del trabajo crítico como forma de arte conlleva también una dimensión ética que nuestros pioneros en esta labor supieron desarrollar.

Esa tradición creativa y ética deja su testimonio en las múltiples publicaciones de investigaciones y textos críticos sobre teatro que han aparecido durante más de sesenta años en diversos medios, desde los más oficiales hasta los más alternativos.

Sin embargo, la mayor expresión de la importancia cívica del teatro para nuestra sociedad contemporánea se encuentra en la aparición de revistas especializadas y exclusivas del arte teatral, como Conjunto —fundada en 1964 desde Casa de las Américas con el objetivo de ser un órgano de difusión y visibilidad del teatro latinoamericano— y Tablas, creada en 1982 por el casi recién instaurado Ministerio de Cultura (1976).

Esta última, surgida en medio de un contexto teatral herido por las secuelas del Quinquenio Gris, fue fundada con la misión de ser «una revista para difundir la imagen del teatro cubano actual y ser un vehículo de orientación y crítica» y «contribuir a la formación de un público más sensible y culto». Desde entonces hasta hoy, Tablas constituye un auténtico testimonio del quehacer teatral del país durante casi cuarenta años, no solo a través de las críticas a espectáculos, sino también por la publicación y difusión de textos teatrales y teóricos.

Pese a la tradición que he expuesto anteriormente, hoy afrontamos una crisis en el reposicionamiento y la efectividad de la crítica teatral. Basta con observar la decadencia de ingresos en la carrera de Teatrología o la escasa recepción de la revista Tablas (que ya ni siquiera se publica de manera impresa), y lo que es peor, el deterioro de la figura del crítico como un ente social importante en los procesos creativos y en el mundo de la cultura en general.

Las razones de ello podrían ser múltiples y deducirse si pensamos en Cuba como un país donde el ejercicio crítico está en decadencia en todas las esferas. Esto no solo se debe a los medios de censura (que siempre han existido y han sido sorteados en otras épocas), sino que nuestra sociedad también se ve afectada por el mal de la desidia y la apatía generalizada, un terreno infértil para cualquier acto valorativo.

En el caso de las artes escénicas, podemos observar que cada vez se va menos al teatro. Incluso en nuestro movimiento teatral, las migraciones han creado ausencias abruptas que han terminado por mellar el desarrollo natural del arte escénico.

De hecho, no sería descabellado pensar que el teatro contemporáneo, en su apuesta por nuevas formas y roles, puede prescindir de las figuras del crítico y lograr un diálogo más directo con el espectador a través de las redes sociales u otras plataformas de opinión.

Todo lo anterior podría ser cierto, pero si la sinceridad prima sobre nosotros, estos son escollos que una crítica teatral con tradición y altamente ligada al acto creativo podría sortear. Puede que el teatro cubano esté en «crisis», pero se sigue yendo al teatro, se sigue haciendo teatro y este es valorado como un arte con aprecio social, ya sea por su carácter más abiertamente contestatario, transgresor e incómodo.

Sin embargo, si algo distingue al teatro cubano de hoy es su falta de acompañamiento crítico. Con un pensamiento crítico débil, sustentado apenas en el prestigio de los investigadores que aún están en ejercicio, cuya labor es mirado por las nuevas generaciones de espectadores y creadores como una práctica obsoleta y hermenéutica, el teatro cubano contemporáneo queda aislado, como una suerte de estertores de poéticas inconexas e incomprensibles.

Pareciera que los exponentes actuales de nuestra escena, como La Franja Teatral, Nave Oficio de Isla Comunidad Creativa, Teatro Rumbo, Teatro El Portazo y Grupo de Experimentación Escénica La Caja Negra, tienen poco contacto con antecedentes como Teatro Buendía, Teatro El Público, El Ciervo Encantado o Argos Teatro. Más allá de los referentes y maestros que declaran sus directores, toca a la crítica aunar esas herencias e incluso revelar las no siempre declaradas, muchas veces por desconocimiento o porque las rupturas generacionales accidentadas de nuestra historia teatral lo impiden.

Más preocupante aún resulta ver la falta de intentos por señalar las nuevas sendas temáticas y formales que agrupan a la creación escénica y a la dramaturgia nacional. Si bien pueden ser diversas, referirlas sería una ganancia para una tradición que siempre se preocupó, en décadas distintas, por entender las conexiones entre nuestros exponentes teatrales, más que por un simple acto de catálogo, por la oportunidad de definir nuestros panoramas escénicos correspondientes en sus similitudes y diversidades. Tampoco existe un interés por ver cuáles son las principales influencias internacionales que marcan a nuestros colectivos, como antaño hacía la crítica, no solo desde la identificación, sino desde la promoción de autores y publicaciones que permitían que estos materiales también fueran asequibles para el público asiduo al teatro.

Hoy por hoy, los espacios para ejercer la crítica teatral tradicional son pocos y cuentan con estrategias caducas. La revista *Tablas* saca sus números de manera casi anárquica, sin que la llegada de estos constituya algún interés para la audiencia, ni siquiera para los propios críticos y teatristas implicados en sus páginas. Tampoco en sus últimas ediciones resulta un medio que mantenga una política editorial e investigativa que comprenda las urgencias del teatro cubano, con números dedicados a temáticas que parecen forzadas, mientras que otras de mayor inmediatez quedan de lado.

Pese a que la revista y otros medios han intentado acercarse a las plataformas digitales y a la generación de contenidos más acordes a los nuevos modelos de consumo, lo cierto es que esto termina por ser una doble pérdida, pues ceden en la calidad y el rigor de sus contenidos y tampoco logran desenvolverse con efectividad en estos medios emergentes.

La crítica, como el teatro, debe adaptarse a los nuevos lenguajes, ser más seductora hacia esa audiencia que también sostiene su razón de ser. Pero, así como el teatro defiende su naturaleza y su tradición de arte vivo, la crítica en Cuba ha de defender su rigor y su compromiso ético, con una búsqueda de la verdad y el auténtico impacto social y estético de un espectáculo, más allá de cualquier compromiso o directriz del poder, y mucho menos servir de promoción o paliativo para el trabajo de nuestros «camaradas».

De estas nuevas maneras, debemos adoptar la fórmula del lenguaje directo, lograr la conexión con el lector/espectador en pocos segundos y, si es preciso, conseguir un mayor impacto visual. Sin embargo, el rigor investigativo nunca es negociable. Tenemos que entender y hacer entender nuestra diferencia con el comentario de Facebook que aparece una vez terminada la función; es a ese al que deberíamos ganarle el terreno fácilmente.

Hace unos años, un usuario escudado bajo el nombre de El gato de Schrödinger captó la atención del mundo teatral cubano con sus críticas a los espectáculos en cartelera. El efecto provocado por el incógnito y la agresividad de sus juicios —la verdad, poco sustentados y con claras intenciones de llamar la atención a través de una cizaña de corte pseudointelectual— puso en alarma a los teatristas.

En un contexto donde nadie habla de la crítica teatral, en esos días El gato estuvo en boca de todos. Entre la indiferencia de algunos y el odio visceral de otros (quizás poco acostumbrados a ser valorados o sintiendo que alguien hacía el trabajo que ellos debían hacer), la pregunta era quién sería este extraño juez. No faltaron quienes se le enfrentaron directamente a través de los comentarios, aunque la tendencia de nuestros críticos más reconocidos fue evitar un enfrentamiento directo, porque eso le daría legitimidad al outsider enmascarado.

Aun así, muchos no pudieron aguantarse y publicaron posts en Facebook y WhatsApp, donde indirectamente respondían al felino rebelde. El gato desapareció de un día a otro (creo recordar que anunció su retirada) y las valoraciones sobre los espectáculos volvieron a su status quo. He visto directores que se jactan de haberlo humillado, otros que dicen que se trataba de un estudiante; lo cierto es que su identidad sigue siendo un misterio, como si se tratara de un asesino en serie.

La verdad en cuanto a este suceso es que, si nuestra crítica teatral estuviera activa, El gato, con sus valoraciones deficientes y apresuradas, no hubiera pasado más que como un suceso aislado. Como vimos en la cita de Ego, las críticas negativas son divertidas de leer y de escribir. Este tipo de discurso prolifera solo en un país donde la crítica teatral en los últimos veinte años ha abogado por el paternalismo extremo sobre los espectáculos, donde cada vez son menos los premios que se otorgan tras el debate coherente y declarado de los críticos teatrales.

Si los amantes del teatro en Cuba encontraran en los medios de crítica (si al menos encontraran los medios de crítica) o en otras redes los trabajos de profesionales con una labor constante que les permita identificarlos, y, sobre todo, que sus juicios se adhieran a esa realidad teatral que fin de semana tras otro vemos en nuestros escenarios, El gato dentro de la caja estaría indudablemente muerto.

Eso sí, creo que de El gato podemos aprender varias cosas. Sobre todo, resaltar su manejo de las redes y la estrategia comunicativa para ser escuchado, a lo que se suma el hecho de asumirse como un ente con intenciones de reconocimiento. A pesar de lo efímero de la experiencia y aunque nos cueste aceptarlo, este personaje nos señala claramente que debemos cambiar las maneras de interactuar con la audiencia. Nuestras publicaciones especializadas apenas se leen, nuestros paneles y coloquios resultan aburridos y somos el hazmerreír entre los artistas.

Un medio como Tablas no puede centrarse solamente en la publicación de la revista o en la organización de desmontajes y presentaciones de libros. Tablas tiene que ser una marca con distintos niveles de acceso al público y a los artistas: podcasts, videos en YouTube, publicaciones en Instagram, en fin, todos los medios disponibles para conectar con quienes necesitan del consumo teatral.

Tampoco es un secreto que el pago a la crítica teatral en las plataformas reconocidas por la institucionalidad es bajo, otro factor que se suma a que cada vez menos se le dedique cuerpo y alma a este trabajo. Pero insisto una vez más: no es una situación meramente económica, ni de apatía social, ni de necesidad de virtualización lo que ha puesto en jaque al crítico.

Más bien, estos factores mencionados han provocado el resquebrajamiento de lo principal: la pérdida de una tradición. Sin esa tradición no se puede acceder a los nuevos lenguajes; se carece de un objetivo que reinventar y salvar.

Hoy, con tristeza, miro a los pocos estudiantes que hacen los exámenes de ingreso para estudiar Teatrología. Muchos, por no decir la gran mayoría, son desconocedores del fin de la carrera y de su importancia. Menos son los que llegan a graduarse y contadas son las excepciones que se dedican a la investigación y a la crítica teatral.

Más triste me resulta aún que baje el nivel de los exámenes para el ingreso; quienes apuestan por esta política en aras de mantener viva la carrera solo blanden un cuchillo de doble filo, pues atentan directamente contra la exclusividad del conocimiento que preservamos, ese que, más que hacernos elitistas, nos permite obrar con mayor conciencia sobre una sociedad que necesita el diálogo con su teatro. Una necesidad imperante, quizás hoy más que nunca, porque lo que sucede sobre esas tablas es de los pocos espacios donde aún se respira libertad auténtica. Una libertad que, parafraseando una vez más la cita del inicio, necesita de amigos.

José Antonio García

The future is now? Un territorio en disputa simbólica y política

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The future is now? Un territorio en disputa simbólica y política

Vivir en Cuba, entre caídas del Sistema Eléctrico Nacional (SEN), apagones programados, o no, y tarifas que se disparan, obliga a repensar cada forma de acceso a la cultura. En este contexto, The future is now?, inaugurada el 9 de junio en la Fundación Ludwig de Cuba, no se presenta como una contradicción retórica, sino como una provocación lúcida: una exposición colectiva que interroga la inteligencia artificial desde la fragilidad de la conectividad, transformando la carencia en motor de pensamiento y potencia creativa.

La muestra, curada por un equipo liderado por Aarón R. Moreno, no surge de un capricho tecnológico ni de una fascinación superficial por la IA. Es el resultado de un proceso de investigación sostenido, alimentado por tesis, desplazamientos y cruces internacionales que ensayan formas de crear en entornos con recursos limitados. Aquí la IA no se impone como un tema de moda, sino que se instala como problema y materia de especulación situada.

Un dato crucial atraviesa esta constelación: la mayoría de los artistas y co-curadores, todos vinculados de una u otra forma al ámbito cultural y académico alemán y europeo, provienen de contextos donde el acceso a infraestructura, redes de producción y capital simbólico es incomparable con el de la isla. Lejos de neutralizar la apuesta, esta tensión se vuelve el núcleo del gesto curatorial, pues la pregunta no es solo qué puede hacer la IA aquí, sino qué significa que la periferia dialogue con lenguajes e infraestructuras que provienen del centro.

La curaduría asume este desequilibrio con lo que podría llamarse una ética de la contingencia: la precariedad tecnológica no es obstáculo, sino catalizador estético. Obliga a replantear, una y otra vez, cómo se reconfigura lo humano en diálogo con lo artificial y hasta qué punto controlamos la máquina o esta nos entrena a nosotros. Cada obra despliega preguntas urgentes: quién entrena la IA, con qué datos, qué sesgos reproduce, quién decide qué es ético y qué no. Lejos de vender un futuro brillante y homogéneo, la exposición revela grietas, opacidades e incertidumbres.

Aquí no se exhiben proezas técnicas ni se celebra la IA como caja negra incuestionable. Al contrario, cada pieza actúa como una interfaz crítica que desnuda la IA como sistema de extracción de datos, energía y tiempo, y recuerda que todo algoritmo arrastra filtros corporativos, políticas de vigilancia y narrativas de poder. El montaje renuncia a la espectacularidad y privilegia la sinergia colectiva: cada obra se potencia en relación con las demás, tejiendo una constelación que interpela tanto la mirada como la conciencia.

Un gesto silenciosamente político refuerza esta apertura: la inclusión de textos junto a cada obra, que podría parecer un recurso didáctico, funciona como herramienta de democratización. Acerca la complejidad técnica a la experiencia sensible, sin arrogancias, y fomenta un diálogo horizontal en un país donde la conversación sobre IA todavía está filtrada por infraestructuras precarias, narrativas corporativas y un acceso profundamente desigual.

Que buena parte de esta conversación provenga de voces extranjeras no neutraliza la pregunta local; más bien la amplifica. La exposición no resuelve la desigualdad entre quienes producen tecnología y quienes la padecen, pero convierte esa brecha en materia viva de especulación crítica. Desde la periferia, la precariedad —lejos de ser folclore de escasez— expone la infraestructura como un campo de disputa de datos, de cuerpos y de futuros posibles.

Quizá la mayor virtud de The future is now? sea recordarnos que la IA no es un destino inevitable ni una promesa neutra, sino un territorio en disputa simbólica y política. Desde esta isla del mundo se reactiva una pregunta urgente: qué futuros podemos imaginar colectivamente cuando la tecnología se apropia, pero también se resignifica.

Para quienes buscamos traducir lo complejo en lenguajes habitables, esta exposición es mucho más que arte digital: es un laboratorio de posibilidades. Un recordatorio de que, incluso sin permiso de la conectividad, es posible producir sentido, sostener pensamiento crítico y reconfigurar lo humano en diálogo con lo artificial.

Que esta exposición sea apenas un punto de partida. Que vengan más grietas, más preguntas, más imaginarios.

Evelyn García Hernández

Foto: Laboratorio de Arte y Tecnología (LAT)

Exposición fotográfica de May Reguera.

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Exposición fotográfica de May Reguera.

¿Cuántas dimensiones puede abarcar un color? Esta vez el ROJO es la respuesta a muchas interrogantes. Crear es, quizá, la esencia primaria de May Reguera, actriz y fotógrafa, quien inauguró el pasado 6 de junio a las 6:00 p.m. en la Galería Taller Gorría su séptima exposición personal, ROJO.

May Reguera (Cruces, 1990), graduada de la ENA y luego del ISA en la disciplina de teatro, es una mujer curiosa e intuitiva; desde ahí llegó a la fotografía. Sus exposiciones anteriores han marcado un recorrido por la diversidad, la igualdad de género, la libertad de expresión, la maternidad y la sororidad. Dentro de las propuestas de Reguera podemos dialogar también con los colores y con la naturaleza, una mezcla perfecta que marca un estilo propio de la autora.

Banco representa su primera muestra al público, una exposición exhibida en Cruces, su ciudad natal. Telón (2016) llega como su primera exposición personal que representa, según ha dicho la artista, un salto de la actuación hacia la fotografía. Amarya (2018) y Paisaje (2018) constituyen muestras que permitieron el intercambio entre los colores, la observación y una esencia única de la artista para ver la vida.

Luego de la censura de una foto de la artista en redes sociales, llega la idea de Libre (2019), muestra donde exploró el desnudo como metáfora de liberación. Vida #latribu (2022) es su primera exposición luego de ser madre; de ahí el concepto principal de la misma: “Vida nació de la soledad que implica entrar en la maternidad y del tránsito hacia maternar en tribu, de encontrar nueva compañía, de encontrar un ejército de mujeres y sus armas poderosas: las tetas”.

Llegamos a Ceiba (2024), exhibida en España en el marco de la Semana Hispana de la Moda, lo que refleja el amor por la creación desde la semilla: “Raíces y ramas del árbol que sembré en mi patio mientras crecía”. Oleaje (2024), como concepto, inunda el recorrido de la artista y su participación dentro de la exposición colectiva con la que se graduó de Máster en Fotografía por PhotoEspaña; constituyen el recorrido artístico de Reguera.

Las propuestas de May destacan por sus colores vibrantes. Amar_y_ya constituyó la primera exposición donde se hacía referencia al color desde el nombre, muestra donde se plasmó, desde el estilo de la artista, la obra de diseñadores consagrados y emergentes. Enfocando, como esencia de la artista, el gran peso en las percepciones que podemos experimentar desde el color. En esta ocasión, ROJO llega para reflejar el virtuosismo de Reguera con una muestra de más de 50 fotografías y varios formatos expositivos.

Mi primer acercamiento a ROJO fue a través de una convocatoria abierta en redes sociales, donde la artista invitaba a toda mujer a participar en su próxima exposición. Lo que tenían que hacer era donar un vestido rojo; el día previsto se les realizarían fotos y las involucradas dejarían en video un testimonio personal.

En esta ocasión, May busca mezclar la fotografía, el teatro y a la mujer desde el simbolismo del color rojo.

La fotografía es vida para May, la opción de transformarse y transformar lo percibido a través de su lente. Montar el set, fotografiar, crear personajes, desmontarlos; desde esa premisa y como homenaje al teatro cubano, se mezcla el vestuario, el escenario y voces representativas para conformar una nueva mirada de la escena. El teatro, parece susurrarme Reguera, es casa.

El teatro no ha sido solo un concepto para esta exposición sino lugar y, ¿por qué no?, refugio de algo más que escenas. Entrar al escenario cuando no hay público también tiene su magia: apoderarse del tabloncillo, mezclar el vestuario con otros personajes; esta vez personas que se entregaron a la artista para el acto de crear.

ROJO también es hilvanar el dolor femenino, honrar a la mujer desde su fuerza y creatividad. La exposición tendrá lugar del 6 de junio al 28 de junio, donde los interesados podrán disfrutar de la obra y participar en las conferencias que se llevarán a cabo en la propia Galería Taller Gorría, ubicada en San Isidro #214, entre Picota y Compostela, a cargo del actor Fernando Hechavarría, Fabricio Hernández y Laura Delgado.

La misma ha contado con el apoyo de: Havana Club, Restaurante La Marina de 70, Leo Migue, taller de impresión Olimpo, y proyectos Jibaro y La Mata.

La muestra unió diversos formatos artísticos como la fotografía, instalaciones textiles, acciones performativas y video, lo que permitió un diálogo entre el espacio y el espectador.

ROJO es la calma con la que se teje, pero también es el grito.

Maria Karla Larrondo González

Artistas que emprenden o se reinventan

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Cultura y sobrevivencia: artistas que emprenden o se reinventan

Vivir del arte nunca ha sido fácil. Si un niño dice que cuando sea grande quiere dedicarse al arte, al menos un integrante de su familia se lleva las manos a la cabeza. Porque los artistas se mueren de hambre. Porque no hay trabajo.

Pero, entonces, ¿qué hace uno con todo lo que lleva dentro? ¿El artista nace o se hace? Yo creo que nace y se mejora con el tiempo. Y uno no puede dejar de querer crear, porque el arte va dentro de sí mismo y es lo que impulsa al artista.

Si de pronto la humanidad se extinguiera y volviera a surgir y evolucionar, el arte volvería a nacer. Porque antes de hablar bailábamos e intentábamos cantar. Porque elegimos el arte como manera de expresarnos y trascender.

El problema es que el arte es peligroso. Te hace pensar y te hace querer decir cosas. Te hace querer cambiar el mundo. No conviene que existan los artistas, y no por el viejo cuento de “¿entonces quién va a cultivar la tierra?”. No conviene que existan los artistas porque casi todos hablan de sentimientos, de humanidad, de transformación social, de lo mal que estamos.

Para ser artista hay que estar estable financieramente, y para ello hay que dividirse entre la dicotomía de hacer lo que se ama o hacer lo que vende. Se cree que es fácil ser artista, pero no lo es. Se cree que el arte no es necesario, pero al final del día a todos nos gusta una canción, un poema, una película. Y realmente no hay tanta diferencia entre un médico, un agricultor y un artista. Todos, de algún modo, salvan vidas.

Vivir en Cuba tampoco ha sido fácil. Nunca. Jamás hemos estado sobrados de transporte, comida, ocio. Jamás hemos podido decidir ampliamente qué hacer en las vacaciones, qué platos cocinar o cómo vestir.

Ser artista en Cuba conlleva, entonces, el doble de sacrificio. No es fácil comprar instrumentos, llegar a un ensayo, tener una computadora o conseguir materiales para pintar o esculpir. Muchas veces implica también un gran sacrificio por parte de las familias para sostener económicamente un sueño.

Pero, ¿y después? ¿Qué queda? ¿Cómo se sobrevive en una isla donde cada día parece que se acaba el mundo? Hay vías, hay que saber buscarlas. Hay que hallar el equilibrio entre hacer lo que se ama y hacer lo que se vende. O cambiarlo todo sin dejarlo todo. Inventar, en un punto totalmente contrario, la manera de vivir en una zona que, desde luego, no es tu zona de confort, pero que es rentable y que aprendes a amar.

¿Qué hace para sobrevivir el artista cubano?

María Laura Germán / @marialauragermanaguiar / @una_talla_natural 

María Laura no es una mujer común; por tanto, no es una persona que puedas ignorar fácilmente. La primera vez que la vi fue actuando con Teatro El Portazo. Ser actriz es una de sus facetas. Es actriz, dramaturga, directora, escritora, emprendedora y madre.

La primera vez que le hablé fue después de ver I Want, su primera obra como directora. Entonces escribí: “Siempre la he admirado, soy fan. La muchacha escribe, actúa y dirige. No se queda quieta. Trabaja para niños y hace teatro en cabaret con la misma energía y el mismo amor. A los teatristas como ella se les nota la pasión por encima de la ropa.”

Creó I Want como resultado de “dos procesos acumulativos: tantos años haciendo teatro y con ganas de dirigir, pero con terror a hacerlo, y la pandemia”, durante la cual comenzó un trabajo de creación colectiva online que nunca llegó a concretarse, pero que la salvó de “la terrible desolación de la cuarentena”.

Lo hizo por “la necesidad de decir cosas de una forma diferente”, a su manera, “que no es más que la conjunción de aprendizajes en Teatro de Las Estaciones y Teatro El Portazo”.

Sin embargo, ahora mismo I Want está en pausa. María Laura me dice que no lo logra, que “ahora mismo hacer teatro independiente no es sustentable. O al menos yo no lo logré.”

Decidió, entonces, buscar otra vía. Y fue así como llegó a la cosmética natural, emprendió porque tiene a Lola, su niña, y porque el teatro solo no le daba aunque sé cuánto de sí entregaba.

Me dice que es lo mismo vender cosméticos que presentar una obra de teatro, pero que, por sobre todas las cosas, le pone “la misma bomba” a todo lo que hace. Le gusta que las cosas queden bien, y sé que es una mujer que se apasiona. Se enamoró del proceso, descubrió un universo que le encanta. Y, aun así, con varios trabajos y una vía alternativa, tampoco alcanza.

Pero, ¿cómo logra llevar ambos trabajos junto con el más duro y peor remunerado, ser madre? Organiza el tiempo, escribe “hasta que se agota la batería”, lleva redes sociales hasta que se cae la conexión… Y se agota, por “no descansar buscando y haciendo mil cosas para tener dinero. No descansar escribiendo o inventando a deshoras. No descansar lavando o cocinando de madrugada”.

La “aniquila” ese agotamiento físico y mental, aunque sea “la persona más positiva del mundo” y, a veces, tiene que “sacar la creatividad y ponerla al sol, para que reviva”.

Su dramaturgia es difícil rompérsela, me dice; si le quitan eso, ¿qué le queda? Pero no está dirigiendo, por cómo se vive en este país. Espera dirigir Miss Drama pronto, debe dirigir Miss Drama pronto. Y ella toca madera y yo también, por ella.

Sobrevive con un ojo que le tiembla, ataques de ansiedad en los que tiene hambre todo el tiempo, buscando consuelo en la risa de su hija, en el apoyo de su novio, mirando el río cada día cuando atraviesa la ciudad de Matanzas con Lola en el coche. Tragando en seco y volviendo a empezar. Cada día. De cero. Trabajando.

Recibe apoyo de todas partes; la apoyan en todo, dice ella que eso la hace feliz y supone que es el resultado de tantos años trabajando, pero también es por todo lo bueno que desprende.

Necesita al público, a la comunidad, pero el apoyo de su familia es vital. En lo práctico y en lo emocional. La confianza y delegar tareas. Acompañarla y cargar mesas y productos, sostener “toda esa locura” que es cuando quiere lograr algo.

¿Es el arte una herramienta de resistencia y transformación? De resistencia, sí. De transformación… únicamente interna y personal. Porque ya está visto que en este país no es uno quien transforma nada.

No le pregunto si ha pensado dejar el teatro, porque es preguntarle si ha pensado en dejar de existir. En cambio, le pregunto si ha pensado irse, llevar su arte a otro lugar. Me dice: “Estas son probablemente la pregunta y la respuesta más tristes que he dado en alguna entrevista. Yo nunca había valorado la idea de irme. Nunca. Ahora pienso en eso casi todos los días. No todos, pero casi todos. Y eso me estruja el corazón”.

La Salamandra-Dedos: Tiendita de Juguetes / @teatrodetitereslasalamandra / @dedos_tienditadejuguetes

El Grupo La Salamandra nació el 18 de julio de 2002. Lo nombraron así por historias muy íntimas de sus fundadores: Ede Rodríguez y Roberto (Kiko) Figueredo, ligadas a estos animalitos que pululan en las casas.

En sus inicios, los espectáculos estaban destinados a niños, con fuerte presencia musical. Poco a poco, la estética del grupo fue evolucionando, esto ligado a la incorporación en 2014 del diseñador escénico Mario Cárdenas, hasta asentarse como uno de los grupos de teatro de títeres más relevantes de la escena cubana actual.

El uso del teatro objetual, de pequeño formato y de títeres de papel los distingue, además de ser una de las pocas compañías del país que hacen espectáculos de títeres para adultos.Durante la pandemia, lanzaron en sus redes sociales dos capítulos de lo que posteriormente sería una serie para televisión: El Teatrino de Diego.

La idea parte de una investigación que realizaban Ede y Mario sobre los teatrinos de papel, los cuales eran vendidos como juguetes en las editoriales, apoyados en la literatura y en el teatro. Este fue el principal precedente de la serie, basada en el poemario Soñar Despierto, de Eliseo Diego.

A partir de aquí les surgió la necesidad de subvencionarse y buscar vías para escapar de la precariedad. Fue entonces que nació Dedos, una tiendita de juguetes artesanales y didácticos cuyo público objetivo era justamente el público de La Salamandra.Uno de sus productos estrella, los teatrinos de papel basados en cuentos clásicos como «La Caperucita Roja» o «Los Tres Osos», permite que los niños no solo reinterpreten los cuentos, sino que también se conviertan en los dramaturgos de sus propias historias, improvisen textos e involucren a sus padres en el juego.

Los inicios estuvieron marcados por grandes retos. Primeramente, el marketing, con lo cual no estaban habituados a trabajar cuando creaban para el teatro y que les era altamente desconocido, los obligó a “estudiar y a pensar el producto con un fin comercial además añadido”. Debieron aprender incluso cómo hacer una pequeña empresa y hacerla rentable.

A esto se suma el hecho de que se trata de una producción seriada y continua, que requiere de proveedores y cálculos de la relación costo/ganancia, algo a lo que tampoco estaban acostumbrados. Prefieren obtener una ganancia mínima a imponer precios excesivos.

El hecho de que sea un producto artesanal, completamente hecho a mano, significa que será único; no hay dos iguales. A Mario le gusta la idea de que cada niño y cada familia tiene en sus manos un producto hecho especialmente para ellos.

El estudio de grandes negocios les demostró que la creatividad es esencial en el emprendimiento, sobre todo cuando se enfrentan a dificultades como la falta de materiales y la necesidad de soluciones innovadoras. Hasta ahora, han fabricado los juguetes con papel craft, cartón maqueta, cartón corrugado, cartulina y acetato, aplicando técnicas como el papel maché para mejorar su durabilidad.

Antes de comercializarlos, realizan pruebas internas con niños cercanos, lo que les ayuda a evaluar su resistencia y funcionalidad. Este proceso no solo mejora la calidad de los productos, sino que también los inspira a crear nuevos juegos y explorar distintas posibilidades con materiales accesibles y económicos.

Más allá del entretenimiento, los teatrinos fomentan la conexión con la literatura, incentivando a padres y niños a explorar cuentos y relatos. Lo realmente sorprendente es la manera en que los niños, desde los 4 hasta los 9 años, interactúan con los teatrinos, generando un espacio escénico propio donde diseñan su narración y estructura teatral.

Los niños utilizan el espacio del teatrino a su favor: crean zonas oscuras para resaltar personajes con luces y estructuran entradas y salidas laterales, demostrando un entendimiento intuitivo del teatro. Este tipo de juego físico es cada vez más valorado por los padres, quienes buscan alternativas alejadas de las pantallas para incentivar la creatividad y el pensamiento imaginativo.

Los niños incluso dirigen a sus padres en la escena, asignándoles posiciones y ajustando elementos escénicos como las luces, lo que evidencia la profundidad de su creatividad. Muchas veces, los padres guardan el juguete para que los niños no lo rompan. “El juego va desde el punto de vista lúdico hasta coleccionable”. A esto, Ede y Mario responden que “para eso están. Son construidos pensando en la durabilidad”. Entonces piden que el niño haga lo que quiera con el juguete, pues no se va a romper; para eso está hecho.

Ahora, además, cuentan con un espacio físico en la recién inaugurada tiendita Corazón Feliz, situada en Teniente Rey y Compostela, en La Habana Vieja. Aunque esperan tener su propia tienda física.

Dedos es un emprendimiento creado por personas que aman lo que hacen y han buscado la manera más hermosa posible para subsistir. Sus productos entretienen, educan e informan; siembran en los niños el amor por el teatro y estimulan la imaginación, además de ser estéticamente hermosos. Y ese amor que sienten los niños y los padres al ver y usar el juguete no es más que el amor que emanan unos productos hechos completamente con dedicación.

José Ignacio López / @utopian_mine

José Ignacio es graduado en Diseño Escénico por la Facultad de Arte Teatral de la Universidad de las Artes, Instituto Superior del Arte (ISA), pero se especializa en arte digital, animación, ilustración y diseño en 3D, trabajos que publica en sus redes sociales y en YouTube.

Los diseñadores en Cuba no la tienen fácil. No existe un mercado laboral que pueda explotarse, pues el mayor grueso de trabajo se encuentra en diseños publicitarios, contenido visual y material promocional para empresas, marcas, instituciones o emprendimientos.

Además, hay “una lista casi infinita de problemas cuando eres un creador que trabaja con medios y técnicas digitales”.

El acceso a los instrumentos de trabajo es uno de los principales desafíos. Se necesita, “como mínimo, un ordenador de gama media que tenga buena potencia para trabajar en las plataformas gráficas básicas, o computadoras de altísima gama para crear proyectos extremadamente pesados que exigen un mayor procesador”.

También se requieren otros instrumentos como la tableta Wacom, cámaras y segundos monitores. El principal problema es que en Cuba no se comercializan este tipo de productos, y entonces los diseñadores deben conseguirlos a través de terceras personas, comprados en el exterior, a precios duplicados o más.

¿Cómo se sostiene esto? “Magia. Para entenderlo más fácilmente: cada creador tiene dos líneas, una creativa y una comercial. Básicamente, la comercial sostiene a la creativa hasta que te ‘descubran’ o te mueras de hambre”.

José afirma que “los creadores no están exentos de la tendencia común del cubano a la cual llamamos ‘vivir del invento’. Continuamente reinventamos y nos adaptamos; no hay otra realidad. El caso es que todos tenemos formas diferentes de encargarnos del problema y, de cierta forma, eso hace que el arte cubano sea algo auténtico”.

Una de las vías que se han encontrado en Cuba para que esa parte “creativa” de los artistas no muera en los archivos es fundar ferias de venta de arte gráfico, como los proyectos V de Vendutta o Hermercado.

Aquí, los artistas comercializan sus obras en diferentes formatos, crean un público y una comunidad, y promocionan su trabajo. Además, “exposiciones y colaboraciones que se traducen institucionalmente en ‘rellenar huecos’ porque hay que hacer eventos y cumplir con el plan”, pero que, para los artistas, “constituyen una oportunidad más de mostrar la obra al público para ganar promoción de lo que, en cierto punto, no muestran en las redes sociales”.

En este sentido, tanto para el trabajo creativo como para el comercial, es fundamental la comunidad artística y las interrelaciones entre artistas, así como las recomendaciones que se hacen unos a otros.

De esta forma, los creadores cubanos han desarrollado una “empatía única, ya sea por solidaridad o por necesidad”. Se enriquecen mutuamente en cuestiones técnicas y surgen miles de ideas nuevas que generan oportunidades para volver a colaborar y madurar creativamente.

José señala el trinomio artista, obra y espectador, pero en el contexto cubano añade «el problema» como otra vertiente importante en este trinomio. Esquivar este aspecto se vuelve parte del proceso creativo y toca “la fría realidad de ‘experimentar’ con lo que hay, porque no tenemos de otra”.

“El arte es resistencia cultural en general. La ilustración, el diseño y el arte digital son parte fundamental del contexto cultural en cualquier parte del mundo”. “Estamos en una posición geográfica privilegiada para conocer el verdadero concepto de la palabra ‘problema’. Los que sabemos aprovechar esto conocemos lo difícil que es crear en estas circunstancias, pero también disfrutamos de cada idea como si fuera toda una vanguardia encerrada en cada obra. Yo definiría a los artistas cubanos como bestias creativas”.

Ana G. Ramos / @alma.ver_da

Ana es poeta y holguinera. Después de asistir a varias lecturas en esa suerte de oasis que fueron, en 2020, las peñas de Ediciones La Luz, supe que vendía productos de cosmética natural que elaboraba con sus propias manos.

Desde la primera compra me quedé. La fineza con que presentaba los productos, las etiquetas manuscritas, los rústicos empaques y un libro de poesía de regalo con cada pedido, sumado a la eficacia y calidad de los productos, me fidelizaron como cliente.

Empezó con Verda, la tienda, durante la pandemia. Le tocó reinventarse en ese periodo, porque aclara que de la poesía nunca ha vivido. “Verda empezó como terapia ocupacional, pero poco a poco fue tomando forma hasta convertirse en un negocio legal”.

Dividirse entre poeta y emprendedora, al principio, le creaba conflicto: “porque cuando tenemos nuestra energía dividida es imposible que todo salga bien”. Sin embargo, admitió que tuvo que adaptarse, aunque en eso todavía está. Hace “más jabones que poemas”, pero vive entre escritores.

Aunque quiera, no puede olvidarse de la poesía. “En Verda existe un poco de lo convencional de la poesía; cada uno de los productos está hecho a mano, intencionados a un público específico: naturalista, emocional y sensible. La energía poética no se aleja del negocio”, y, por tanto, de ella tampoco. Por eso regala libros de poesía con sus productos, como gesto simbólico, una forma de resistencia o una manera de mantener viva la poesía en medio del comercio. Por eso y por salvarse, “intentando a toda costa que confluyan Verda y la poesía”.

Los clientes, principalmente, se asombran al recibir los libros. “Hay quienes los devuelven porque creen que se trata de un error”. A Ana le reconforta ver sus expresiones. Aunque sea por un segundo, siente que los hace felices. Sobrevive tratando de ser feliz, intentando convertir en luz lo que tiene. Sostiene su escritura a base de fuerza y oficio, sin esperar a las musas. Le es imposible siquiera pensar en renunciar a la poesía.

Aunque quisiera admitir que el arte nos salva, me dice que “en esta Cuba triste ni el arte salva”. Pero depende de la poesía, en gran parte, nuestra supervivencia. “Lo que decimos y cómo lo decimos, los símbolos que podemos utilizar para expresar la realidad, esas son las cosas que nos preservan”.

Adrián Aguiar / @adrianaguiar_guitar

Adrián Aguiar es guitarrista. Se puede usar un lugar común y decir que hace que su alma transgreda y salga, en sonido, de su guitarra. A veces los lugares comunes llegan a serlo porque son acertados. Es compositor. Empezó a estudiar música a los 8 años en el Conservatorio Alejandro García Caturla, con el violonchelo. A los 12 cambió a la guitarra.Buscando sobrevivir desde la música, ha tenido que expandirse e integrarse en mayor o menor medida en muchos círculos artísticos diferentes: “Desde trovadores, música clásica, acompañar a cantantes de feeling, hacer jazz, música cubana, tocar guitarra eléctrica, etcétera”.

Todo esto “conlleva inevitablemente estar dividido en muchos proyectos diferentes a la vez”. Toca con grupos “desde David Torrens y William Roblejo’s Trio hasta Tobías Alfonso Los Monos Lácteos” y acompaña a Annys Batista (cantante). La versatilidad juega un rol clave.

“Y entre todo esto está el drama de no perder de vista tu propia voz, visión y desarrollar tu propio proyecto, composiciones, etcétera. Es complejísimo, pero muy lindo a la vez”. Y aún así no basta. Adrián se divide, entonces, entre sus funciones de guitarrista en grupos, su propia música y ofrecer recorridos turísticos por La Habana. Comenzó “básicamente por la necesidad de un ingreso más representativo y estable a la vez”.

“No tener familia en el exterior ni personas cercanas que manejen dólares es una desventaja”, especialmente cuando es necesario adquirir equipos, guitarras y sueños. Siempre le gustaron los idiomas y la comunicación, así que decidió dar el paso e integrar grupos de personas que dan tours. Hoy lo tiene totalmente integrado a su vida. Se siente “un superhéroe que se cambia de disfraz”: por las mañanas guía y por las noches es músico.

Adrián intenta que sus dos ocupaciones, aparentemente tan distantes, se complementen. Ser guía le ofrece “más seguridad a la hora de comunicarme, enfrentarme a lo desconocido: culturas y personas; competencias necesarias para la música”.

“Los idiomas son maneras de comunicar. La música es un idioma. Aprender a escuchar a tantas personas distintas, transmitirles un mensaje con la mayor claridad y seguridad posible, siendo capaz de improvisar en el camino. Eso es música”.

Lo negativo sería, en cualquier caso, que dedicarse a otra labor le resta tiempo necesario para estudiar su instrumento. Y los retos, porque nada en Cuba está exento de ellos, mucho menos hacer música: “Lidiar con el transporte, la dolarización de todo, la necesidad de comprar cosas totalmente inaccesibles aquí y tener que esperar que alguien venga”.

Sin embargo, tener que decodificar y traducir la ciudad, hacer que otros la entiendan con todas sus luces y sombras, ha logrado que, como guía, se amplifique su sentido de la cubanía “de una manera increíble”.

Al necesitar investigar, conversar, debatir y buscar claridad y conocimiento sobre tantos temas del país y la ciudad, hoy por hoy “siento a Cuba de una manera intensa como nunca antes, y gran parte de ese sentimiento se debe a mostrar la ciudad y el país a visitantes de otros lugares”.

Nunca se ha sentido desconectado de la música. Es el centro gravitacional de su vida, aunque en algunas temporadas ha sido “mucho más intensamente guía que músico (por falta de conciertos o lo que sea), últimamente la música me está absorbiendo tanto que está ocurriendo lo opuesto”.

¿Ha pensado alguna vez que tendría que abandonar la música para poder vivir? Nunca.

Manuel Leandro / @manueleandros / @pocoalegreto_

Manolito, porque no se le puede llamar de otra forma, es una de las voces más prolíficas de la trova cubana actual. Es joven, pero lleva ya unos 15 años haciendo música, por lo cual sus amigos y oyentes percibimos que han pasado muchas vidas.

Y sí, desde cualquier rincón de Holguín, Manolito nos ha acompañado en muchas vidas, muchos cambios y muchas soledades. Su lírica y su guitarra lo distinguen, no hay dudas. Es por eso que, cuando hace dos años salió su disco *Mortal*, con los temas que siempre he nombrado “clásicos”, fue un logro no solo para él, sino para todos aquellos que hemos tenido esos clásicos como banda sonora de nuestra ciudad.

Un disco puede parecer un gran hito, y lo es. Pero en Cuba, los grandes hitos no siempre se traducen en grandes remuneraciones. Y cantar no siempre resulta rentable.

Todo se complica si no vives en La Habana. Es difícil acceder a los medios nacionales como la televisión, revistas y radio. También hay una gran diferencia en la cantidad de lugares donde se puede tocar en vivo, sin importar el género musical.

“En general, avanzar desde una provincia es muy difícil: las oportunidades, los proyectos y las opciones de desarrollo suelen concentrarse en La Habana. Y no todos tienen los medios o la posibilidad de mudarse definitivamente para probar suerte. Es loco, pero salvo algunas excepciones, si no tienes una presencia activa en La Habana, es como si no existieras como artista”.

Aunque ha pensado muchas veces en mudarse de Holguín, cita a Jorge Drexler cuando dice que la vida es más compleja de lo que parece. Mientras tanto, intenta encontrar soluciones en su entorno y viaja para compartir su música en otros lugares siempre que tiene la oportunidad.

Una de las opciones para llegar a sobrevivir como músico es tocar en eventos o locales privados. Muchas veces, sobre todo en ciudades pequeñas o con una discreta vida cultural, esos espacios no existen y entonces se produce cierta apatía hacia una música que sea diferente: “no solo con la trova. Hay un desinterés general por escuchar o apoyar cualquier expresión artística diferente”.

“Adaptar el repertorio puede ser una opción para generar algún ingreso extra, pero no es una solución real”. Manuel prefiere “otras formas de generar ingresos” para poder seguir haciendo lo que ama y “elegir bien los lugares donde tocar y aprender a promocionar el trabajo para llegar a quienes sí están buscando un sonido nuevo”.

Es aquí donde entran también plataformas digitales, como Bandcamp o YouTube, que permiten promover y, a la vez, monetizar los productos artísticos. Manolito reconoce Bandcamp como “una plataforma muy interesante, sobre todo porque es justa: te da mucha libertad para distribuir tu música. Además, es una buena vía para generar ingresos”.

Por otra parte, “YouTube es imprescindible hoy para compartir música: tanto los videos y shorts como el contenido en YouTube Music”. Es precisamente YouTube una de las alternativas que ha encontrado Manolito para, aun desde la música, lograr cierta estabilidad económica estando en la isla.

En su canal Poco Alegreto, que cuenta con casi 5 mil suscriptores, habla sobre música, comparte contenido especializado sobre artistas de distintas índoles y analiza productos desde su experticia. En principio, creó el canal de YouTube bajo su nombre “para compartir algunos materiales que tenía con Producciones Naufragio”.

A inicios del año pasado, comenzó una serie de shorts recomendando canciones, que poco a poco funcionó. Entonces cambió su nombre a Poco Alegreto y se animó a realizar “videos más largos sobre curiosidades, análisis y reacciones a bandas y artistas”.

Recientemente abrió un canal paralelo, dedicado exclusivamente a su música, para “poder llevar ambos contenidos por caminos separados”. El canal le funciona tanto como herramienta de difusión como fuente de ingresos. “A medida que el canal crece, se vuelve una herramienta de comunicación más efectiva”.

También le ha traído “la posibilidad de hacer colaboraciones y monetizar el contenido a través de los anuncios”. Pero las redes y plataformas no compensan la falta de oportunidades presenciales, de cara al público; “son un complemento imprescindible para los músicos hoy, pero no sustituyen el concierto en vivo”.

En Cuba, además, “siguen existiendo muchas limitaciones y desconocimiento sobre ese mundo, y no se consume música online de forma masiva”. “Las redes son una herramienta poderosa para crear comunidad y llegar a nuevas fronteras, pero no son suficientes. No solo por una cuestión económica, sino también por la necesidad emocional de conectar con otras personas a través de la música”.

¿Cómo logra sobrevivir sin dejar de cantar? Actuando sin esperar a que alguna institución resuelva los problemas y, sobre todo, siendo creativo no solo para generar oportunidades para su música, sino también para encontrar nuevas formas de llegar a los oídos correctos.

No es el fin…

Vivir en Cuba no es fácil. Nos torna pesimistas, nos agota. A veces no sabemos qué hacer o a dónde mirar para ver lo hermoso, pero es con gente como María Laura, como Ede y Mario, como José, como Ana, como Adrián y como Manolito que uno sabe que no es el fin, al menos para nosotros.

Anyi Romera

Alain Pérez – ENTREVISTA

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Entrevista a Alain Pérez

Alain Pérez (Trinidad, 1977) es uno de los artistas más completos y destacados de la escena musical cubana contemporánea. Su versatilidad como multiinstrumentista, cantante, compositor, arreglista y productor musical le ha permitido transitar con soltura entre géneros como el son, el bolero, el chachachá, la timba, el flamenco y el jazz.

A lo largo de su carrera, ha colaborado con leyendas del panorama musical nacional e internacional, como Celia Cruz, Chucho Valdés, Issac Delgado, Paco de Lucía, Diego El Cigala, Enrique Morente, entre otros.

Alain Pérez nos presenta su más reciente producción discográfica: Bingo, una obra que recurre a la metáfora del juego para hablar de la existencia como un terreno donde se apuesta, se arriesga y se celebra. Este álbum, el primero que lanza de manera independiente, marca una nueva etapa y representa la oportunidad de seguir creando música que conecte con las narrativas y emociones del pueblo cubano.

En esta entrevista exclusiva para Tunturuntu, Alain comparte detalles sobre sus inicios en la música y los artistas que han influido en su trayectoria. Además, reflexiona sobre su relación con el público, la conexión con los músicos de su orquesta y ofrece su propia perspectiva sobre el papel de las inteligencias artificiales en la creación musical.

Bingo es más que un álbum: constituye una declaración de principios, reafirma su identidad artística e invita a celebrar la riqueza sonora de la música cubana. Con este lanzamiento, Alain Pérez continúa consolidándose como embajador de nuestra cultura en el mundo.