FIART 2025

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FIART 2025: Arte hecho a mano en La Habana

Del 6 al 21 de diciembre de 2025, La Habana volverá a convertirse en la gran casa del arte hecho a mano con la celebración de la XXVII Feria Internacional de Artesanía, FIART 2025. Este año, el evento estará dedicado a la provincia de Matanzas, un territorio de profundas tradiciones culturales, con un legado artesanal que abarca desde la cerámica hasta la madera, la cuentística popular, la rumba y la creatividad contemporánea. FIART no solo funciona como una feria comercial: es un espacio de encuentro, exhibición y diálogo entre creadores cubanos e internacionales. En esta edición participarán 151 expositores cubanos junto a artesanos provenientes de siete países, Colombia, India, México, Panamá, Perú, Venezuela y Ecuador, lo que convierte la cita en una de las más diversas y nutridas de los últimos años.

La sede principal será la Estación Cultural de Línea y 18, un sitio que en las últimas ediciones ha logrado integrar diseño, patrimonio, arquitectura y actividades para todos los públicos. Este año, FIART 2025 propone una experiencia más amplia que combina feria, pasarela, conciertos, debates y exhibiciones especiales. Entre los momentos más esperados está el desfile de moda de la diseñadora Maya Sierra, que presentará una colección inspirada en materiales naturales y en la estética artesanal cubana, así como la presentación del pianista Alejandro Falcón acompañado por Los Muñequitos de Matanzas, un cruce entre música académica y raíz afrocubana que promete ser uno de los grandes espectáculos del programa.

Como cada año, el evento incluye su espacio teórico, que en esta edición se desarrollará bajo el título “Artesanía: Patrimonio Cultural y Desarrollo Sostenible” entre el 9 y el 11 de diciembre. Este encuentro reunirá a investigadores, artesanos, diseñadores y gestores culturales para reflexionar sobre el papel de la artesanía en la identidad, la economía local, la sostenibilidad ambiental y el futuro del diseño hecho a mano. La feria, además, otorga un lugar especial a Matanzas, con ocho stands individuales, cuatro institucionales y la presentación de obras que reflejan tanto las tradiciones del territorio como sus nuevos lenguajes visuales.

FIART 2025 mantiene también su vocación inclusiva: el acceso será gratuito para menores de edad, mujeres embarazadas y adultos mayores, y el horario de apertura será de 10:00 a.m. a 6:00 p.m. La idea es acercar la artesanía a todos, desde quienes buscan piezas únicas para regalar en diciembre hasta quienes desean descubrir nuevas historias detrás de cada creador. Entre lo utilitario, lo decorativo y lo simbólico, la feria se convierte en un recorrido por la diversidad cultural de Cuba y del continente.

Más que una vitrina de productos, FIART es un espacio que celebra la memoria, el oficio, la autoría y la creatividad contemporánea. En tiempos donde la producción industrial domina el mercado, esta feria reivindica el valor de lo hecho a mano, de lo que tiene alma, de lo que cuenta una historia. Matanzas, dedicada en esta edición, se suma como símbolo de resistencia cultural, tradición viva y permanente reinvención. Del 6 al 21 de diciembre, FIART 2025 no solo abre sus puertas: abre una ventana a la identidad, al diseño, al diálogo y al futuro del arte artesanal en Cuba.

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Festival del Nuevo Cine Latinoamericano

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La Habana vibra con el 46º Festival del Nuevo Cine Latinoamericano

Del 4 al 14 de diciembre de 2025, La Habana se prepara para convertirse nuevamente en el corazón del cine latinoamericano con la 46ª edición del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano. Esta edición, bajo el lema “Rodando cine”, llega con cifras récord: más de 1 600 obras recibidas entre largometrajes, cortos, documentales, animación, guiones inéditos y carteles, provenientes de más de 40 países. Un volumen que confirma que el cine latino sigue vivo, diverso y dispuesto a contar historias necesarias. Uno de los momentos más simbólicos de este año será el homenaje a los históricos Estudios Churubusco de México, que celebran 80 años y recibirán un Coral de Honor por su contribución decisiva al desarrollo del cine latinoamericano. Además, el festival dedicará parte de su programación al centenario de Alfredo Guevara, su fundador, cuya visión del cine como espacio de pensamiento y diálogo continúa marcando el espíritu del evento.

La selección oficial llega especialmente variada, con títulos que ya generan conversación tanto por sus propuestas estéticas como por la fuerza de sus narrativas. Destaca la presencia cubana con películas como “Cherri”, una coproducción entre Cuba, Guatemala y México que explora la intimidad y el conflicto emocional desde una mirada fresca; y “Neurótica Anónima”, que propone un viaje psicológico lleno de ironía y tensiones sociales contemporáneas. Desde Argentina, Brasil y España llega “¡Caigan las rosas blancas!”, un largometraje que mezcla política, poética y memoria de una forma que no deja intacto al espectador. Brasil y Francia aportan “O agente secreto”, un thriller estilizado que representa esa tendencia actual del cine latino a abrazar lo global sin perder identidad. También llega “La hija cóndor”, una producción entre Bolivia, Perú y Uruguay que destaca por su sensibilidad indígena y su aproximación al territorio como personaje; además de “Cuerpo celeste”, una propuesta chileno-italiana que combina misterio, intimidad y un discurso visual arriesgado. Se suman títulos de República Dominicana, Ecuador, Colombia y otros países que completan una programación que parece diseñada para mostrar el mapa completo del cine latinoamericano contemporáneo.

Más allá de las salas llenas y los estrenos esperados, el festival continúa apostando por los espacios de reflexión que lo distinguen: clases magistrales, encuentros de actores y directores, debates con críticos, muestras paralelas, retrospectivas y laboratorios creativos. La Habana vive durante estos días un ritmo distinto, donde la ciudad se transforma en punto de encuentro entre cineastas jóvenes, figuras consolidadas, estudiantes de arte y un público que sigue acudiendo fielmente cada diciembre. Este año la conversación apunta hacia las nuevas narrativas del continente, la renovación del lenguaje audiovisual y el papel del cine como herramienta para imaginar futuros posibles. En medio de un panorama global cambiante, el festival vuelve a recordarnos que el cine latino no solo se proyecta: se debate, se celebra, se cuestiona y se reinventa.

La 46ª edición del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano promete, como pocas veces, una experiencia vibrante: estrenos que harán ruido, obras que provocarán discusiones largas, homenajes que celebran historia y nuevas voces que anuncian hacia dónde mira el continente. Del 4 al 14 de diciembre, La Habana será nuevamente ese escenario donde todo se mezcla: la memoria, el riesgo, la emoción y la certeza de que el cine latino sigue teniendo mucho que decir.

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Hier Kommt Alex

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Hier Kommt Alex: la obra que se niega a desaparecer

Hay obras que nacen marcadas; piezas que, incluso antes de concretarse plenamente, ya cargan un destino y una herida. Hier Kommt Alex, de Osnel Delgado, pertenece a esa rara genealogía de trabajos que parecen tener vida propia: obras que resisten, mutan y buscan a su público aun cuando las circunstancias se empeñan en silenciarlas. Lo que comenzó como una coreografía inspirada en el Alex de La naranja mecánica ese antihéroe violento, anárquico y contradictoriamente humano evolucionó hacia una experiencia expandida donde danza, fotografía, impresión y performance dialogan sin jerarquías. Pero su fuerza central no radica solo en su estética, sino en la forma en que su propio proceso se ha vuelto inseparable de su significado.

Fotografía: Argel Ernesto González

Desde su intento de estreno, Hier Kommt Alex fue atravesada por la misma violencia que tematiza. El apagón que frustró la función inaugural en Miramar, convertido en un acontecimiento performativo involuntario, reveló la presencia de una violencia estructural: ese entramado de precariedades materiales e institucionales que condiciona la creación cultural en Cuba. La cancelación no fue solo un contratiempo técnico; fue la aparición de un antagonista real que marcó a la obra y la empujó a un estado de resistencia activa. Insistir mostrarla, reformularla, sobrevivirla se convirtió, entonces, en una forma de crear.

Desplazada de los circuitos oficiales, la obra emprendió una migración que recuerda la propia naturaleza del personaje de Alex DeLarge: marginal, inadaptado, expulsado del espacio “correcto”. Así, Hier Kommt Alex encontró refugio en lo alternativo: un ensayo abierto en el estudio de Malpaso, una exposición fotográfica en la Casa de la Poesía y un conversatorio performativo en la Casa de la Salamandra. En estos lugares, lejos de perder fuerza, la obra reveló una potencia inesperada. El espacio, ahora más íntimo, permitió que el cuerpo en movimiento adquiriera una vulnerabilidad distinta: el espectador, situado a pocos centímetros, presenciaba no solo la violencia representada, sino también la fragilidad del bailarín que intenta continuar a pesar de todo.

Fotografía: Argel Ernesto González

Privada de su formato original, la pieza se multiplicó. Las fotografías de Argel Ernesto González, más que documentación, funcionan como memoria de una obra que no llegó a mostrarse en escena: fragmentos visuales que fijan la energía del movimiento y la tensión emocional del personaje. Las impresiones de Jesús Gastell y el diseño curatorial de Ernesto Escobar transformaron esa ausencia en un objeto tangible, casi arqueológico, donde cada imagen narra una posibilidad truncada. Y la performance adaptada a espacios pequeños reinstaló el cuerpo como centro del discurso, obligando a los intérpretes a reconfigurar su fisicalidad y al público a implicarse desde otra proximidad. De este cruce interdisciplinario emergió un ecosistema artístico: una obra abierta, hecha de capas, desplazamientos y huellas.

Fotografía: Argel Ernesto González

Quizás el gesto más conmovedor de Hier Kommt Alex es la exposición deliberada de su propio proceso. Como un work in progress involuntario, la obra se ha construido ante los ojos del público, con sus fracturas y sus intentos. Los artistas involucrados bailarines, fotógrafo, curador y coreógrafo hablan con transparencia de los obstáculos, el cansancio y la voluntad de sostener la pieza contra todo pronóstico. Esta apertura convirtió a la comunidad en parte activa del proyecto: espectadores que asistieron pese al apagón, anfitriones que prestaron sus casas, colegas que acudieron a acompañar. La obra ya no es solo su contenido estético; es también la red humana que la mantiene encendida.

En ese recorrido, la luz se volvió su gran metáfora. La luz del flash atrapando gestos que de otro modo se perderían; la luz improvisada en una sala vedadense mientras la ciudad caía en sombras; la luz simbólica de una obra que insiste, que reaparece, que se niega a desaparecer. Hier Kommt Alex es un testimonio perfecto de esa intersección entre las sombras necesarias para que la luz se manifieste y las sombras impuestas por un contexto que limita, pero no detiene, la creación.

Fotografía: Argel Ernesto González

La trayectoria accidentada de la obra no la debilitó: la enriqueció. Su fracaso inicial se convirtió en una victoria poética, en un manifiesto involuntario sobre el deseo de crear incluso cuando el mundo se oscurece. Lo que pudo ser una coreografía frustrada es hoy una pieza expandida, profunda y simbólica, que afirma que el arte —cuando quiere existir— encuentra siempre la forma de hacerlo.

Artículo: Evelyn García Hernández

Improvisar en jazz

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Improvisar en jazz: destreza vs emoción.

La improvisación ha sido una de las marcas esenciales del jazz y, en el caso cubano, un territorio donde confluyen la herencia rítmica, la experimentación armónica y la búsqueda de nuevos lenguajes. Hoy conviven diversas formas de asumir este proceso creativo: desde improvisaciones que privilegian la destreza técnica, hasta otras que, sin prescindir de la técnica, persiguen un fin más discursivo, capaz de generar emoción y diálogo.

Las primeras destacan por su despliegue de virtuosismo. Cada nota parece una demostración de lo posible, una acrobacia sonora que recuerda al espectáculo circense: impactante, arriesgado, seductor. Este tipo de improvisación exige disciplina, control y madurez técnica, lo cual merece reconocimiento en sí mismo. Sin embargo, cuando el centro de gravedad se desplaza hacia el solista, la interpretación puede transformarse en un acto de exhibición más preocupado por impresionar que por dialogar. Surge entonces una pregunta inevitable: ¿qué valor adquiere un discurso musical si la audiencia queda deslumbrada, pero emocionalmente distante?

En contraste, otros intérpretes orientan la técnica hacia un propósito distinto: evocar imágenes, despertar memorias, crear tensiones que encuentran resolución. Aquí, el improvisador no compite con el silencio, lo incorpora; no toca únicamente para sí, sino que construye junto a los demás músicos y el oyente. En este espacio, el ego no desaparece, pero se equilibra: impulsa la expresividad sin reclamar siempre el protagonismo. Entonces: ¿qué experimenta el público cuando la improvisación deja de ser demostración y se convierte en relato compartido?

No se trata de jerarquizar ni de determinar cuál es la vía más legítima, sino de reconocer que ambas responden a motivaciones distintas y cumplen funciones diferentes en la experiencia musical. La improvisación técnica despierta admiración; la discursiva, en cambio, busca conmover. El reto, quizás, radica en mantener un equilibrio donde el virtuosismo no opaque la emoción y donde el relato conserve la fuerza de la técnica.

La improvisación, en definitiva, oscila entre el brillo de la destreza y la intimidad de la emoción. Más que ofrecer respuestas cerradas, lo que queda es una invitación: pensar qué conmueve más en un solo de jazz, si la demostración de lo posible o la evocación de lo sensible. La tarea, como ocurre en el arte, permanece abierta para quien escucha.

Artículo: Edel Almeida Mompié

“Adiós Cuba”

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“Adiós Cuba”: cuando el cine escucha las despedidas de una nación

“Adiós Cuba”, la más reciente película del realizador Rolando Díaz, se ha convertido en una de las obras cubanas más comentadas del año por su fuerza emocional, su mirada honesta al éxodo y su manera profundamente humana de narrar lo que significa despedirse de un país. El filme sigue a Caridad, una directora de teatro cubana radicada en Valencia e interpretada magistralmente por Yuliet Cruz, quien decide montar una obra basada en testimonios reales de emigrantes cubanos. A partir de ese proceso creativo, la película construye un puente entre ficción y documento, entre historias personales y memoria colectiva, haciendo que cada relato cobre vida frente a la cámara. La trama se articula alrededor de estas voces reales que comparten experiencias sobre sus salidas de Cuba: travesías peligrosas, despedidas dolorosas, encuentros inesperados, nostalgias incurables y también humor, porque incluso en medio del desgarro los cubanos siempre encuentran una manera de reír. Junto a Cruz, aparecen actores como Frank Moreno, Betiza Bismark y Grisell Monzón, formando un elenco que combina intérpretes profesionales con personas que han vivido el éxodo, lo que le da al filme un pulso auténtico y profundamente conmovedor.

La película ha dejado una huella notable en cada proyección internacional, y una prueba de su impacto es que ganó recientemente el Premio del Público en Italia, durante el Festival Ibero-Latinoamericano de Trieste. Este reconocimiento es especialmente significativo porque no proviene de un jurado especializado, sino de los espectadores, lo que confirma la capacidad del filme para conmover, conectar y abrir conversaciones más allá de fronteras y contextos. El público europeo destacó la sinceridad de las historias, la interpretación de Yuliet Cruz y la sensibilidad con que Díaz transforma testimonios en una experiencia cinematográfica que se siente íntima y universal.

Rolando Díaz, con su larga trayectoria en el cine cubano, apuesta aquí por un lenguaje sobrio y cercano; la cámara se queda junto a los rostros, los silencios, los gestos mínimos que revelan mundos interiores. Las escenas del montaje teatral funcionan como un corazón palpitante dentro de la historia, permitiendo que los testimonios se transformen en arte, y el arte en un modo de entender la realidad. “Adiós Cuba” no se limita a mostrar el acto de emigrar: explora el porqué, el para qué y cómo esas decisiones transforman no solo a quienes parten, sino también a los que esperan. La película ha sido celebrada por su sensibilidad y su valentía al abordar un tema que marca a varias generaciones, y por la forma en que convierte el dolor en diálogo, la nostalgia en memoria común y las despedidas en un retrato profundo de identidad.

El resultado es una obra que duele y reconforta a la vez. Una película que recuerda que detrás de cada maleta hay un mundo entero, y que el adiós, cuando se repite tantas veces en una nación, termina convirtiéndose en parte esencial de su ADN emocional. “Adiós Cuba” no es solo cine: es memoria viva, es escucha, es una invitación a entender lo que todavía no hemos terminado de decirnos como país.

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Cádiz y La Habana: dos orillas, una misma luz

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Cádiz y La Habana: dos orillas, una misma luz

Cuando pisas Cádiz por primera vez, puedes tener la extraña sensación de haber cruzado el Atlántico sin moverte. Las fachadas azul marino y crema que miran al mar, los balcones de hierro forjado, el viento salado del océano… incluso el paseo marítimo parece un eco del Malecón habanero. Y aunque esta impresión pueda parecer romántica o superficial, existen raíces históricas y arquitectónicas que explican esa conexión tan íntima entre ambas ciudades.

Durante los siglos XVI al XVIII, Cádiz fue el gran puerto de acceso del Imperio español hacia América, llegando a monopolizar el comercio con las colonias cuando la Casa de Contratación se trasladó desde Sevilla en 1717. Aquella posición privilegiada convirtió a la ciudad en un espacio cosmopolita, próspero y abierto al mundo, desde donde ideas, estilos y tendencias urbanas viajaron a América.

Al otro lado del océano, La Habana se convirtió en un enclave esencial del mundo colonial: puerto de entrada, punto de intercambio cultural y origen de una arquitectura que reinterpretó las influencias europeas bajo el sol del Caribe.

Un nombre destaca en esta relación transatlántica: Pedro de Medina, arquitecto gaditano cuya obra en La Habana ejemplifica el vínculo formal entre ambas ciudades. Su legado, visible en construcciones emblemáticas como la Catedral de La Habana o la Casa de Obrapía, muestra cómo el barroco andaluz fue asumido y transformado en Cuba. Medina llevó consigo los patios luminosos, las fachadas ornamentadas y los balcones de hierro típicos del sur de España, adaptándolos a la intensidad de la luz y al clima caribeño.

El parecido entre ambas urbes se percibe en múltiples rincones: el paseo marítimo de Cádiz y el Malecón de La Habana comparten función, estampa y vocación ciudadana de mirar al Atlántico. Las murallas gaditanas de los siglos XVII y XVIII encuentran su reflejo en las fortalezas de la bahía habanera, y las calles estrechas del casco antiguo de Cádiz evocan el pulso, la luz y el ritmo de la capital cubana.

Pero el parecido no es solo visual: es también emocional. Para muchos cubanos que visitan Cádiz, la sensación es la de regresar a casa. La vista, la brisa, la luz y la vida urbana gaditana despiertan ecos de La Habana. Y, a su vez, el legado arquitectónico de Cádiz vive en la isla, transformado por la creatividad cubana, la influencia africana y la energía del trópico.

Por eso, cuando decimos que La Habana se parece a Cádiz, no hablamos solo de una postal. Hablamos de una historia compartida que viajó en barcos de plata, en balcones de hierro y en planos de arquitectos que soñaban con el mar. Cádiz fue fuente; La Habana, espejo. Y juntas, a pesar de los 7.400 kilómetros que las separan, siguen reflejando una misma luz: la del Atlántico que une más de lo que separa.

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20ª Semana Belga en Cuba

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20ª Semana Belga en Cuba: dos décadas de cooperación cultural

Este año marca la 20ª edición de la Semana Belga en Cuba, un evento que reúne arte, música, cine y teatro, consolidando dos décadas de colaboración cultural entre Bélgica y Cuba. Del 5 al 14 de noviembre de 2025, sedes en La Habana y Matanzas acogerán una programación diversa que celebra el intercambio artístico y la continuidad de los vínculos entre ambos países.

Fotografía: Néstor Martí

La Embajada del Reino de Bélgica en Cuba, encabezada por el embajador Mathias Kende, subraya que este aniversario representa un reconocimiento a la relación sostenida entre las dos naciones. En estas veinte ediciones, la Semana Belga ha promovido el diálogo entre distintas tradiciones culturales, lenguas y formas de creación.

El programa de esta edición combina actividades musicales, visuales y escénicas, pensadas tanto para el público especializado como para quienes se acercan por primera vez a la cultura belga.

En el ámbito musical destacan varias presentaciones. El dúo belga Dyad, integrado por el acordeonista Didier Laloy y el contrabajista Adrien Tyberghein, se presentará junto al percusionista cubano Adel González el 6 de noviembre en la Sala José White de Matanzas, en un concierto que une improvisación y tradición. El 8 de noviembre, en La Habana, el pianista Jef Neve, el dúo Dyad, el saxofonista Janio Abreu y la Orquesta del Lyceum Mozartiano de La Habana ofrecerán un concierto conjunto. Además, el 9 de noviembre se realizará una descarga improvisada en la terraza del Loft Habana, como parte de las propuestas de encuentro informal entre músicos cubanos y belgas.

Fotografía: Dayron Vegaz

Las artes visuales y escénicas ocupan también un lugar relevante. En la Vitrina de Valonia se inaugurará una exposición retrospectiva sobre las veinte ediciones de la Semana Belga, curada por Lilien Trujillo y Lysbeth Daumont, que reúne carteles, programas y registros históricos. Paralelamente, se presentará la muestra “100 años del Art Déco: de Bruselas a La Habana”, con la colaboración del artista belga Gaspard Giersé, quien impartirá una conferencia sobre el tema en Nodo Habana el 13 de noviembre.

En el ámbito teatral, la compañía suiza Andrayas y el grupo cubano Teatro de las Estaciones ofrecerán espectáculos dirigidos a niños y adolescentes, reafirmando la vocación de la Semana por llegar a públicos diversos.

La edición de 2025 coincide además con los 120 años de relaciones diplomáticas entre Bélgica y Cuba, un contexto que refuerza el valor de esta cooperación cultural. La Semana Belga no solo presenta manifestaciones artísticas foráneas, sino que impulsa proyectos conjuntos y el desarrollo de nuevas propuestas creativas. Ejemplo de ello es la colaboración entre los Estudios de Animación del ICAIC y el estudio belga Caméra-etc, orientada a la producción audiovisual y la formación artística.

La programación de esta vigésima edición combina la perspectiva histórica del evento con una mirada actual sobre las prácticas culturales contemporáneas, incorporando nuevas generaciones de artistas y ampliando los espacios de participación.

La Semana Belga en Cuba 2025 se reafirma así como un espacio de cooperación y aprendizaje mutuo, que a lo largo de veinte años ha contribuido a fortalecer los lazos culturales entre ambos países mediante el arte, la música, el teatro y el cine.

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Calles habanera

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Historias que no sabías detrás de los nombres de las calles habaneras

En la Cuba actual, pocas expresiones musicales han generado tanto debate y controversia como el reparto. Surgido a principios de la segunda década del siglo XXI, este fenómeno cultural ha dado mucho de qué hablar, no solo entre los fanáticos de la música, sino también en las redes sociales y los medios de comunicación oficiales. ¿Pero qué es realmente el reparto? ¿Por qué ha sido tan polémico y qué significa para nuestra sociedad?

La calle Obispo, por ejemplo, fue bautizada en honor al obispo Juan de las Cabezas Altamirano, quien impulsó su reparación en el siglo XVII para unir el puerto con la Plaza de Armas. Los habaneros, agradecidos o quizás irónicos como buenos criollos, comenzaron a llamarla “la calle del Obispo”. Hoy, Obispo es el corazón turístico y comercial de la Habana Vieja, donde conviven lo sagrado y lo profano entre librerías, bares, turistas y habaneros que la cruzan cada día sin imaginar que pisan sobre siglos de historia.

San Lázaro, en cambio, tiene alma de promesa. Su nombre proviene del antiguo hospital de leprosos que allí existía, y que dio origen a una de las tradiciones de fe más arraigadas en el pueblo cubano. Cada 17 de diciembre, miles de personas recorren la calle San Lázaro hasta el Santuario del Rincón, cumpliendo promesas al santo milagroso. En ella la devoción se mezcla con la vida cotidiana, como si el polvo del camino guardara la energía de todas esas plegarias que aún resuenan entre los pasos de los creyentes.

Zanja parece un nombre humilde, pero fue sinónimo de modernidad. En el siglo XVI, por allí corría el canal que traía agua desde el río Almendares hacia el centro de la ciudad: la famosa “Zanja Real”. Por ese cauce fluía la vida misma, y a su alrededor crecieron barrios, comercios y leyendas. Hoy, aunque el agua ya no pasa por allí, la calle Zanja sigue siendo uno de los puntos más vivos de La Habana, especialmente por su vibrante comunidad china. Es una metáfora perfecta: el curso cambió, pero el espíritu sigue fluyendo.

Y si de grandeza se trata, la calle Reina (oficialmente Simón Bolívar, aunque nadie la llame así) nació para ser majestuosa. Llevó el nombre de la reina Isabel II y fue símbolo de estatus, elegancia y vida urbana durante el siglo XIX. Por ella pasaban los tranvías y se abrían las tiendas más refinadas, donde la alta sociedad habanera lucía sus trajes de gala. Hoy, Reina combina su antiguo esplendor con el bullicio moderno, y aunque el tiempo la haya cambiado, conserva ese aire de realeza que la distingue de todas las demás.

Caminar por La Habana es como leer un libro sin tapas, donde cada calle es un capítulo distinto, lleno de personajes, anécdotas y símbolos. Es una ciudad que se cuenta sola, que guarda en sus nombres la memoria de sus santos, sus gobernantes, sus oficios y sus sueños. Porque en La Habana, nada se llama así por casualidad: todo tiene historia, alma y sabor.

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Festival Cultural Iberoamericano

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Holguín, epicentro cultural de Iberoamérica 2025

Del 24 al 30 de octubre de 2025, la ciudad de Holguín se convertirá una vez más en el corazón cultural de Iberoamérica con la celebración de la 31.ª edición del Festival Cultural Iberoamericano.
Este evento, organizado por la Casa de Iberoamérica y la Dirección Provincial de Cultura de Holguín, se ha transformado en mucho más que una fiesta: es un punto de encuentro entre arte, pensamiento y sostenibilidad.

Dedicado este año al tema “Cultura y Desarrollo Sostenible”, el festival reunirá a más de 100 artistas cubanos y 25 invitados internacionales provenientes de 12 países, creando un mosaico de lenguas, estilos y tradiciones.

La inauguración contará con un concierto de la Orquesta Sinfónica de Holguín junto a la Steel Band del Cobre (Santiago de Cuba), marcando el inicio de una semana que integrará música, literatura, arte visual, cine y pensamiento crítico.

El programa incluye el XX Congreso Iberoamericano de Pensamiento, donde se debatirán las raíces, la identidad y los desafíos culturales contemporáneos; el Coloquio Iberoamericano de Literatura; la Muestra Iberoamericana de Artes Visuales (también en formato virtual); la Feria Iberoarte de artesanía; el Encuentro de Artistas del Papel, dedicado a Electa Arenal; además de proyecciones audiovisuales y foros sobre cultura comunitaria y desarrollo local.

Desde su creación en 1993, tras el impulso cultural del V Centenario del Encuentro de Dos Mundos, el festival ha consolidado a Holguín como una referencia viva del intercambio cultural iberoamericano.
Más que un evento, es una experiencia colectiva donde la cultura se convierte en herramienta de transformación social.

En un mundo que busca nuevos espacios para el arte y el diálogo, Holguín se presenta como un faro caribeño de creatividad y reflexión, donde la cultura no solo se celebra, sino que se construye, proyectando un futuro sostenible desde la identidad y la comunidad.

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Así se habla en cubano

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El idioma del cuerpo: así se habla en cubano

Hablar en cubano es un arte, una coreografía entre palabras, gestos y emociones. No se trata solo de lo que se dice, sino de cómo se dice. Cada frase lleva un ritmo, un movimiento del cuerpo y una mirada que completan el mensaje. En Cuba, la lengua no se limita a la boca: habla todo el cuerpo. El cubano no conversa, interpreta. Es un actor espontáneo en cada diálogo cotidiano. Mueve las manos, alza las cejas, abre los ojos, y con un gesto puede decir más que con una oración entera. A veces basta una inclinación de la cabeza o un chasquido con la lengua para expresar acuerdo, sorpresa o ironía. La gestualidad cubana tiene la cadencia de la música con la que convive; parece que las palabras bailan.

El idioma se llena de imágenes, metáforas y refranes que colorean la conversación. “Más sabe el diablo por viejo que por diablo”, “el que no tiene de congo tiene de carabalí”, “a falta de pan, casabe”, o “lo que está pa’ ti, nadie te lo quita”. Cada uno encierra una filosofía práctica de la vida, una sabiduría nacida del ingenio y la supervivencia. En Cuba, hablar también es una forma de resistir, de mantener el humor en medio de lo incierto, de encontrar belleza en lo cotidiano. Por eso el habla cubana es rápida, musical y cargada de intención. Las palabras se acortan, se funden, se reinventan. Decir “¿Qué bolá?” no es solo un saludo; es una invitación a compartir, a entrar en confianza. “Asere”, “mi hermano”, “mi socio” son maneras de acercarse al otro, de romper distancias.

Cada región aporta sus matices, pero todas conservan ese sabor cálido y contagioso. La conversación en Cuba no tiene prisa. Puede comenzar con un comentario casual en una cola y terminar en una disertación filosófica o una carcajada colectiva. En el hablar cubano hay humor, ironía, poesía y una profunda necesidad de conexión humana. No hay tema que no se adorne con una anécdota o un refrán. Se habla para comunicarse, sí, pero también para disfrutar del acto de hablar. El cubano siente las palabras y las saborea, como si fueran música o comida. Su lenguaje, lleno de imágenes, gestos y ritmo, es reflejo de su cultura: viva, expresiva, generosa. Hablar en cubano es una celebración de la vida misma, donde cada gesto, cada palabra y cada silencio dicen mucho más de lo que aparentan.

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