Así se habla en cubano

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El idioma del cuerpo: así se habla en cubano

Hablar en cubano es un arte, una coreografía entre palabras, gestos y emociones. No se trata solo de lo que se dice, sino de cómo se dice. Cada frase lleva un ritmo, un movimiento del cuerpo y una mirada que completan el mensaje. En Cuba, la lengua no se limita a la boca: habla todo el cuerpo. El cubano no conversa, interpreta. Es un actor espontáneo en cada diálogo cotidiano. Mueve las manos, alza las cejas, abre los ojos, y con un gesto puede decir más que con una oración entera. A veces basta una inclinación de la cabeza o un chasquido con la lengua para expresar acuerdo, sorpresa o ironía. La gestualidad cubana tiene la cadencia de la música con la que convive; parece que las palabras bailan.

El idioma se llena de imágenes, metáforas y refranes que colorean la conversación. “Más sabe el diablo por viejo que por diablo”, “el que no tiene de congo tiene de carabalí”, “a falta de pan, casabe”, o “lo que está pa’ ti, nadie te lo quita”. Cada uno encierra una filosofía práctica de la vida, una sabiduría nacida del ingenio y la supervivencia. En Cuba, hablar también es una forma de resistir, de mantener el humor en medio de lo incierto, de encontrar belleza en lo cotidiano. Por eso el habla cubana es rápida, musical y cargada de intención. Las palabras se acortan, se funden, se reinventan. Decir “¿Qué bolá?” no es solo un saludo; es una invitación a compartir, a entrar en confianza. “Asere”, “mi hermano”, “mi socio” son maneras de acercarse al otro, de romper distancias.

Cada región aporta sus matices, pero todas conservan ese sabor cálido y contagioso. La conversación en Cuba no tiene prisa. Puede comenzar con un comentario casual en una cola y terminar en una disertación filosófica o una carcajada colectiva. En el hablar cubano hay humor, ironía, poesía y una profunda necesidad de conexión humana. No hay tema que no se adorne con una anécdota o un refrán. Se habla para comunicarse, sí, pero también para disfrutar del acto de hablar. El cubano siente las palabras y las saborea, como si fueran música o comida. Su lenguaje, lleno de imágenes, gestos y ritmo, es reflejo de su cultura: viva, expresiva, generosa. Hablar en cubano es una celebración de la vida misma, donde cada gesto, cada palabra y cada silencio dicen mucho más de lo que aparentan.

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Rafa Fergom en La Habana

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Rafa Fergom en La Habana: cuando el arte y la estrategia se dan la mano

El español Rafa Fergom, empresario, mentor de negocios, consultor estratégico y formador, llegó a La Habana para compartir su visión sobre la conexión entre la creatividad, la estrategia y el propósito. Su paso por Galleria Continua / Habana con la charla “Marcas con arte” fue el punto de partida de un ciclo de aprendizaje y diálogo entre el pensamiento empresarial y la sensibilidad cultural cubana.

Formado en Arquitectura e Ingeniería de Edificación, Fergom descubrió pronto que su verdadera vocación estaba en el mundo del marketing, la dirección de equipos y el desarrollo personal. “Aprendí a base de palos mientras terminaba mis estudios”, comenta con la naturalidad de quien entiende el error como parte esencial del aprendizaje. Completó su formación con un MBA y varios másteres especializados en dirección comercial, estrategia de marketing (GESCO) y coaching transpersonal, ejecutivo y de equipos. Sin embargo, siempre ha defendido el valor de aprender intentándolo y de ser más asociativo que societario: “Entiendo los negocios como un modo de dar, no de recibir.”

Hoy imparte clases de marketing y estrategia en distintas instituciones en España y Cuba, y trabaja como consultor estratégico para empresas de diversos sectores, ayudándolas en su toma de decisiones y en la creación de estructuras sostenibles. Además, es autor de un libro publicado por Anaya en el que explica cómo desarrollar un plan de negocio basado en experiencias reales. Su trayectoria lo ha llevado a colaborar con TEDx, L’Oréal, UNESCO, la Unión Europea, el British Council, la ISA (Universidad de las Artes de La Habana) y la Embajada Española en Cuba, entre muchas otras instituciones y universidades.

Entre los proyectos en los que participa destacan Beauty & Masters, conocido como el Netflix del maquillaje; María Catalá Beauty, una marca de cosmética premium y vegana; Siana Digital, consultora de marketing digital; WOMEN by Eyeife, festival dedicado a las mujeres en la música en Cuba; TAO, un modelo de inversiones financieras; ARTE, iniciativa para implementar políticas de género en ONG; y Asociación Ambessa, un orfanato en Etiopía. “En resumen, mi oficio es montar negocios y ayudar a montarlos”, afirma con convicción.

La primera cita de Rafa Fergom en Cuba fue en Galleria Continua / Habana, uno de los espacios de arte contemporáneo más importantes del país. Allí ofreció su charla “Marcas con arte”, en la que compartió su visión sobre cómo los proyectos creativos pueden y deben construirse con una estructura profesional sólida sin perder autenticidad. El evento reunió a artistas, emprendedores culturales, gestores y estudiantes, todos interesados en entender cómo la estrategia puede convivir con la sensibilidad artística.

El próximo 9 de octubre, entre 2:00 pm y 6:00 pm, Fergom conducirá su MentorMind en la Fábrica de Arte Cubano (F.A.C.), una formación intensiva dirigida a creadores y emprendedores de la Isla. El encuentro, con aforo completo en apenas 24 horas «más de 150 personas inscritas», tiene como objetivo desbloquear falsas creencias sobre el marketing y el emprendimiento, ofreciendo herramientas prácticas para hacer crecer ideas reales. “Creo que en La Habana existe un tejido emprendedor con muchas ganas de aprender, de conocer nuevos conceptos y de poner en marcha sus ideas”, afirma Fergom.

El programa se estructura en cuatro pilares fundamentales: el primero es la mentalidad, que busca desbloquear o potenciar la idea y entender de dónde viene y hacia dónde puede crecer; el segundo es el business map, que permite analizar si una idea es viable y convertir la intuición en estrategia; el tercer bloque es cómo lanzar la idea, es decir, cómo presentarla al mundo y conectar con los primeros clientes; y el cuarto pilar trata sobre cómo generar orgullo de pertenencia, para que el público se identifique con el proyecto y lo promueva de forma orgánica.

Más que una clase, MentorMind propone una experiencia transformadora, un espacio donde la pasión se encuentra con la planificación y donde la inspiración deja de ser un sueño para convertirse en acción. La visita de Fergom a Cuba no es solo un evento formativo: es un punto de encuentro entre la energía creativa de la Isla y las herramientas globales de emprendimiento. Su propuesta combina visión estratégica con sensibilidad cultural, abriendo una puerta para que los proyectos cubanos crezcan desde lo local hacia lo internacional sin perder su esencia. En un contexto donde la creatividad es abundante pero los recursos escasos, Fergom plantea una idea poderosa: “Las ideas no mueren por falta de talento, mueren por falta de estructura.”

Entre la Galleria Continua y la Fábrica de Arte Cubano, Rafa Fergom ha encontrado el escenario perfecto para su mensaje: el arte y el emprendimiento no están reñidos, sino llamados a convivir. Su paso por La Habana deja algo más que conferencias: deja un eco de entusiasmo, aprendizaje y posibilidad. Porque si algo demuestra su historia de arquitecto a mentor, de emprendedor a formador es que los sueños, cuando se trabajan con propósito y método, también se construyen.

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Oralitura Habana IV

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Oralitura Habana IV: el arte de improvisar la memoria

Del 25 al 28 de septiembre de 2025, La Habana volvió a convertirse en un escenario abierto para la palabra improvisada. La cuarta edición del Encuentro de Improvisación Poética Oralitura Habana llenó la ciudad de décimas, controversias, freestyle y guateques, demostrando que la oralidad sigue siendo una de las expresiones más vibrantes y esenciales de la cultura cubana. El festival comenzó en el Pabellón Cuba con Convergencia, una exposición que entrelazó la mirada fotográfica de Roberto Chile con los versos de Alexis Díaz-Pimienta. La inauguración se transformó en celebración con el concierto Canciones con Pimienta, donde el dúo Buena Fe compartió escenario con el poeta-repentista, creando un puente natural entre la canción popular y la improvisación poética.

Más que un evento, Oralitura Habana fue también un homenaje a figuras y momentos clave de la tradición. Se evocaron los 70 años de la Controversia del Siglo entre El Indio Naborí y Angelito Valiente, los 25 años de la Cátedra Experimental de Poesía Improvisada, los 50 años del fallecimiento de Francisco Riverón y los 95 años del natalicio de Inocente Iznaga, “El Jilguero de Cienfuegos”. No fueron efemérides congeladas, sino raíces vivas que siguen alimentando un género capaz de dialogar con lo contemporáneo.

Durante cuatro días, plazas, teatros y escuelas se convirtieron en escenarios de controversias, talleres y conciertos. El público juvenil encontró en el Choque de Improvisadores un espacio único donde el repentismo tradicional se enfrentó al freestyle urbano, demostrando que la improvisación puede tender puentes entre generaciones y estilos. La ciudad fue un mapa de poesía viva: el Decimódromo nocturno, las actividades en Cojímar, la Colina Lenin en Regla, la Casa de las Américas. Por todos esos espacios pasaron voces como Yarima Blanco, Abel Geronés, Amanda Beatriz Ortega, Rosabell Pi y muchos otros, dibujando un mosaico de estilos y sensibilidades.

La clausura, en la Casa de las Américas, estuvo marcada por el concierto del cantautor español Pedro Pastor, quien compartió escenario con improvisadores cubanos en un final que no fue un cierre, sino una declaración de continuidad. Más que un punto final, se trató de una certeza: la improvisación es un lenguaje universal y en constante movimiento.

El director del festival, Alex Díaz Hernández, adelantó que Oralitura Habana seguirá creciendo con la aspiración de convertirse en un espacio multitudinario sin perder la cercanía y la esencia popular que lo caracterizan. El gran desafío será mantener viva la tradición de la décima mientras se abre a nuevas expresiones y a públicos diversos. Así, La Habana nos recordó una vez más que la improvisación no es solo arte del instante, sino memoria en construcción. En cada controversia y en cada verso espontáneo late una cultura que, como la décima, se reinventa sin dejar de ser raíz.

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Altares de fe

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Altares de fe: la espiritualidad afrocubana en el corazón de La Habana

En La Habana, los altares de santería no son simples rincones adornados con santos, velas o flores. Son puertas abiertas a lo invisible, un puente sagrado donde lo humano se entrelaza con lo divino. Allí, cada objeto guarda un significado: una promesa, un agradecimiento, un diálogo íntimo con los orishas.

Ante estos altares se reza en silencio, sin buscar espectáculo. Una vela encendida no es solo una llama: es el ruego de un enfermo que pide sanación. Una copa de agua no es un adorno: es la claridad que guía en tiempos de incertidumbre. Una fruta fresca entregada a Ochún no es solo un obsequio: es gratitud, amor y confianza en que lo invisible escucha.

Quienes los mantienen los consideran guardianes del hogar. Antes de salir al trabajo, una palabra breve al orisha protector; en días de dificultad, una vela que ilumina tanto el altar como el ánimo de la familia; y en momentos de celebración, como un nacimiento o un logro, las ofrendas se convierten en fiestas compartidas con los dioses yorubas.

La espiritualidad afrocubana es íntima y profunda. No necesita grandes templos, porque cada casa puede ser santuario. No requiere discursos grandilocuentes: basta un susurro, una mirada, un gesto de fe. Para muchos cubanos, la fortaleza del día a día no se sostiene solo en lo material, sino en esa energía que brota de los altares.

En ellos habita la certeza de que los ancestros acompañan, de que los orishas responden, y de que la fe «aunque invisible» sostiene. No es una fe que se exhibe para convencer, es una vivencia que se guarda en lo más íntimo, como parte inseparable de la identidad cubana.

En una ciudad de contrastes como La Habana, donde la vida puede ser dura y la incertidumbre grande, los altares son oasis de confianza. Allí, la fe no es abstracta ni lejana: es cotidiana, palpable y profundamente cubana.

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El color en La Habana

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El color en La Habana: entre lo que resiste y lo que se desvanece

Caminar por La Habana es como adentrarse en un lienzo inacabado, un cuadro en constante transformación donde cada trazo cuenta una historia. La ciudad respira entre fachadas que deslumbran y muros que se descascaran, entre restauraciones recientes que relucen como espejos y paredes que, aunque agrietadas, conservan la dignidad de lo vivido. La Habana no es estática: palpita, envejece y se renueva, y en ese vaivén el color se convierte en protagonista.

En La Habana, el color no es un simple recurso estético: es un idioma que se habla en cada rincón. Basta mirar los balcones cargados de ropa tendida, ondeando como banderas improvisadas, para entender que la vida diaria también se manifiesta cromáticamente. Esa ropa que danza al viento no solo seca al sol: narra historias de familias, de rutinas, de una vitalidad que se niega a apagarse.

Los almendrones, esos autos clásicos de los años 40 y 50, refuerzan este lenguaje. Pintados en turquesa, amarillo, rosado o verde intenso, recorren la ciudad como pinceladas en movimiento. Más que vehículos, son reliquias rodantes, memoria viva de un tiempo detenido y, a la vez, reinventado. Cada almendrón es un museo con ruedas que le añade a La Habana un trazo de nostalgia y fiesta.

Los muros habaneros son lienzos colectivos. Grafitis y murales florecen en paredes viejas, llevando mensajes sociales, políticos o puramente artísticos. Retratos de héroes, frases populares, símbolos y colores estridentes convierten a la ciudad en una galería de arte a cielo abierto. Muchas de estas intervenciones son efímeras: el sol, la lluvia o una nueva mano de pintura las desgastan o cubren, pero en ese carácter transitorio reside su fuerza. La Habana no solo muestra arte: lo respira y lo transforma.

No todo es brillo ni restauración. El desgaste también habla, y habla alto. Las pinturas descascaradas, los tonos apagados y los desconchados se han convertido en parte de la estética habanera. Para algunos, son la evidencia del paso del tiempo y del abandono; para otros, pura poesía urbana. Son cicatrices que embellecen porque recuerdan lo que resiste. Como en el arte japonés del kintsugi, donde las grietas se convierten en parte de la obra, en La Habana las imperfecciones son un sello de identidad.

Ese diálogo entre lo que resiste y lo que se desvanece convierte a La Habana en un espacio cromático irrepetible. Cada fachada es un testimonio; cada puerta pintada de verde, azul o rojo, un acto de afirmación frente a la rutina. Y, en medio de todo, su gente sigue apostando por el color: pintando sus casas con lo que tienen a mano, renovando un mural, colgando ropa brillante en un balcón o vistiendo ropas intensas que parecen desafiar la monotonía.

El color es también una forma de resistencia cultural. En una ciudad donde el tiempo parece jugar sus propias reglas, los tonos vivos son una declaración de esperanza, un gesto de vida. El habanero, con brocha o con vestimenta, con música o con murales, insiste en teñir su entorno para no dejar que el gris se imponga.

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Ese Besito: la fórmula cubana que conquista Billboard

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Ese Besito: la fórmula cubana que conquista Billboard

En Ese Besito, la joven cantante Melanie Santiller y el ya consolidado referente del funk afrocubano Cimafunk unen energías para entregar algo más que un tema de verano. La canción funciona como una fórmula cuidadosamente construida, donde se combinan producción de alto nivel, una voz emergente femenina con proyección internacional, y la cubanía globalizada de Cimafunk, resultando en un híbrido cultural que ha logrado posicionarse en los listados de Billboard como la nueva canción latina favorita de la semana. Este reconocimiento no es fortuito, sino la consecuencia de una arquitectura musical y comercial que dialoga con las tendencias globales sin abandonar las raíces cubanas.

La producción de Ese Besito es uno de sus pilares fundamentales. Detrás del sonido hay un equipo de nombres ya imprescindibles en la escena contemporánea: Javier Sampedro, DJ Conds, Drumglass, Yoyi Lagarza y Jefry Lozano. Estos productores han encontrado un punto de equilibrio entre la tradición y la modernidad: un groove pulido que preserva la esencia de la música cubana, pero que introduce texturas urbanas y arreglos modernos capaces de competir en las plataformas globales. La claridad de las voces, el balance entre percusión y bajos, y la versatilidad de la producción hacen que el tema suene tanto en la pista de baile cubana como en listas de reproducción internacionales. Se trata de una estrategia estética donde la autenticidad local se convierte en un valor añadido para un mercado que busca lo genuino, pero en un formato sonoro comprensible y atractivo para audiencias globales.

En este contexto, la figura de Melanie Santiller adquiere un protagonismo decisivo. Su voz sensual y fresca aporta un matiz femenino poco frecuente en un panorama urbano mayoritariamente dominado por figuras masculinas. Melanie encarna el relevo generacional: una intérprete joven que puede convertirse en referente de la música cubana femenina en el mercado latino, capaz de equilibrar coquetería con credibilidad artística. Su timbre y estilo interpretativo le permiten transitar con naturalidad entre un hit veraniego y una propuesta más sofisticada de fusión. Con ello, abre caminos a nuevas representaciones de la mujer en la música cubana actual, alejadas de roles meramente decorativos, para asumir un lugar activo y estratégico en la creación de tendencias.

Por su parte, Cimafunk aporta el sello de garantía. Su trayectoria ha consolidado un concepto que él mismo ha definido como funk afrocubano: un espacio donde conviven grooves afroamericanos, ritmos afro-cubanos y una actitud de libertad creativa. Cimafunk ha demostrado que puede llevar su sonido a giras internacionales, festivales y colaboraciones con músicos de gran relevancia fuera de la isla, siempre manteniendo un fuerte sentido de identidad. En Ese Besito, su presencia refuerza la legitimidad de la propuesta y la conecta con una narrativa más amplia: la cubanía como un fenómeno moderno, dinámico y exportable.

La letra de la canción es también parte de esta fórmula. Combina el doble sentido, la picardía verbal y la oralidad popular cubana con imágenes universales como la playa, el deseo y el coqueteo. Expresiones como “ese besito que me debes hace rato” o “psicología matadora yo te aplico” evocan la frescura del lenguaje juvenil urbano, pero mantienen el sabor del habla cotidiana de Cuba. En su trasfondo rítmico, aparecen influencias claras del reparto, con su cadencia directa y festiva, y del afrobeat, que aporta una energía expansiva y global al sonido. Esta combinación genera identificación en el público local, que reconoce su propio código cultural, y al mismo tiempo resulta accesible para oyentes internacionales, que encuentran en el tema una representación festiva, sensual y caribeña. En este equilibrio reside una de sus mayores virtudes: ser local y global al mismo tiempo.

Desde el punto de vista comercial, Ese Besito responde a todos los requisitos de un éxito contemporáneo. Es auténtica sin ser marginal, pulida sin ser artificial, sensual sin caer en la vulgaridad, y veraniega sin ser efímera. La alianza estratégica entre Melanie, Cimafunk y el equipo de productores permite capturar distintos públicos a la vez: los seguidores del funk afrocubano, los oyentes de música urbana latina y los fanáticos de nuevas propuestas emergentes. El posicionamiento en Billboard no solo reconoce la calidad de la canción, sino que la legitima como un producto cultural que está trascendiendo fronteras.

En definitiva, Ese Besito puede leerse como un signo de la música cubana actual: una etapa de fusión consciente, donde se reorganizan recursos históricos —ritmos afro-cubanos, influencias del reparto y el pulso expansivo del afrobeat— para presentarlos en un formato moderno y comercialmente viable. La canción simboliza una Cuba que se reconoce en su tradición, pero que no teme abrirse al mundo con propuestas frescas y competitivas. Es un gesto de cubanía moderna, sensual y global, que confirma que la música cubana sigue teniendo mucho que decir en el escenario internacional.

 

Evelyn García Hernández

Compañía de Teatro Estaciones

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La Compañía de Teatro Estaciones: Un viaje mágico a través de la imaginación

En el corazón del panorama teatral cubano, la Compañía de Teatro Estaciones se erige como un espacio donde la imaginación florece y los sueños cobran vida. Fundada por Rubén Darío Salazar y Zenen Calero, esta compañía recién cumple este agosto sus 31 años y ha logrado crear un universo atemporal que invita tanto a niños como a adultos a redescubrir la esencia de su propia existencia.

Desde sus inicios, Estaciones ha estado marcada por un compromiso con la creatividad y la innovación. En cada producción, se percibe la influencia de grandes referentes de la literatura y el arte, como Dora Alonso, cuya obra ha dejado una huella imborrable en la cultura cubana. La figura de Pelusín del Monte, el entrañable títere nacional creado por Alonso (1956) en colaboración con los hermanos Camejo, resuena en el trabajo de Estaciones, recordándonos que la identidad y la cultura son pilares fundamentales en la formación de nuestra realidad. Así, la compañía no solo entretiene, sino que también educa y nutre el espíritu colectivo.

Una visita a los ensayos de Estaciones revela la magia que emana de este lugar. La energía palpable, las risas y el fervor creativo son testimonio de un equipo apasionado que trabaja sorteando toda adversidad para llevar historias al escenario. La atmósfera es tan envolvente que uno se siente transportado a un mundo donde la imaginación es la única realidad que importa. En este espacio, cada rincón parece contar una historia, cada actor se convierte en un vehículo de emociones y cada puesta en escena es una celebración de la vida misma.

Obras como «Una niña con alas» nos recuerdan que lo intangible puede ser tan poderoso como lo visible. Doralina, aunque nunca aparece físicamente, representa esa conexión profunda entre los sueños y la realidad, evocando la esencia de cada niño cubano que ha crecido con las historias de Alonso. A través de su arte, Estaciones logra tocar fibras sensibles en el público, recordándonos que los valores fundamentales de nuestra identidad trascienden ideologías y se encuentran en lo más profundo de nuestro ser.

En un mundo saturado de distracciones, Rubén y Zenen nos invitan a desconectarnos y sumergirnos en sus narrativas. Al apagar nuestros dispositivos móviles y dejar que el alma de los actores nos envuelva, experimentamos un viaje transformador. La imaginación se convierte en el hilo conductor que nos une a nuestra infancia, a nuestras esperanzas y a nuestros sueños más anhelados. En esos momentos mágicos, comprendemos que somos parte de una historia más grande, donde cada uno tiene un papel que desempeñar.

La Compañía de Teatro Estaciones no solo es un referente artístico en Cuba; es una luz de esperanza y creatividad que nos recuerda la importancia de soñar. En su búsqueda constante por explorar nuevas formas de expresión, Rubén Darío Salazar y Zenen Calero han logrado construir un legado que perdurará en el tiempo. Así como Pelusín del Monte ha vivido durante casi 70 años en los corazones de los cubanos, las obras de Estaciones seguirán resonando en las generaciones venideras, recordándonos que la vida es un viaje lleno de posibilidades y que nunca debemos perder la capacidad de soñar. ¡Feliz vida y mejores tiempos futuros a la Compañía de teatro las Estaciones y felices próximos 70 años, Pelusín del Monte!

 

Autora: Gretel Lobelle

Fotografía: Néster Núñez

El lado incómodo del teatro

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Voces al margen: el lado incómodo del teatro cubano contemporáneo

La luz corta de un reflector cae sobre un escenario vacío. Afuera, el país sigue su rutina, pero aquí dentro el teatro cubano ha sido tanto tribuna como trinchera, herramienta de educación, propaganda o crítica, dependiendo de su contexto desde la Revolución de 1959. Sin embargo, las estructuras de poder, representación y acceso han tendido históricamente a reforzar ciertos discursos oficiales, dejando otras voces —las de los homosexuales, los pobres, los enfermos mentales, los cuerpos no normativos— relegadas al margen o directamente silenciadas.

En este sentido, las dramaturgias marginales no solo tematizan la exclusión: muchas veces surgen desde ella, cuestionando los propios lenguajes y jerarquías del teatro establecido. Hablar de marginalidad en el teatro cubano contemporáneo es enfrentarse a una pregunta que desborda lo puramente estético: ¿quiénes son los cuerpos, las voces y las experiencias que aún hoy se sostienen fuera del centro, en los márgenes? ¿Qué significa representar lo marginal en un país que ha atravesado tantos discursos de igualdad, pero en cuyas grietas florecen silencios, exclusiones y resistencias?

Rine Leal, mayor referente de la crítica teatral en la escena cubana, publicó en 1982 un texto fundamental en la revista «Tablas»: «Marginalismo y Escena Nacional», que marcó un antes y un después. Leal proponía que lo marginal no solo aparece como un tema recurrente; al contrario, se convierte en una zona desde la cual se articula una visión compleja de Cuba, sus conflictos y contradicciones. Parto de esta mirada no para repetirla, sino para abrir nuevas preguntas sobre el teatro actual.

Entiendo la marginalidad en el teatro cubano contemporáneo como algo que ha dejado de ser simplemente «lo otro», lo excluido o periférico, para convertirse en una presencia cotidiana y compleja en la escena, muchas veces sin que los propios creadores se den cuenta. Y, por supuesto, no es una categoría teatral. Ya no es solo un tema puntual, sino un territorio donde se entrelazan silencios, resistencias y contradicciones que desafían el discurso oficial de igualdad. La marginalidad se vuelve entonces un modo de estar en el teatro: una insubordinación constante que atraviesa desde lo estético hasta lo simbólico y afectivo.

Un ejemplo vivo de esta marginalidad es «Kilómetro Cero», obra escrita y dirigida por Liliana Lam, basada en el libro «Pingueros en La Habana» de Julio César González Pagés, que reúne historias reales de jóvenes que se dedican a la prostitución masculina en la capital. La obra aborda un tema «delicado» que no había sido trabajado en el teatro más clásico y convencional de manera tan amplia, al estar asociado al «bajo mundo» o a lo anticultural. En esta ocasión, el teatro —que siempre ha sido el filtro más medido para reflejar la realidad— se abrió a brindarnos una mirada de lo mundano y puramente real, que lo acerca más al cine cubano contemporáneo que al teatro tradicional.

Tuve la oportunidad de apreciar la obra tres veces y pude constatar la aceptación del público. Esta parte de algo que se percibe como semejante, donde los espectadores se ven reflejados, aunque no todos hayan pasado por esas experiencias: basta con escucharlas, verlas o simplemente saber que existen.

Pero esta obra no es el único ejemplo. Irán Capote, joven dramaturgo graduado de la Universidad de las Artes (ISA), tiene en varios de sus textos la marca de lo marginal. Muchas veces no de manera intencional o directa, pero sí como un tema recurrente en piezas como «Medea Prefabricada», «Eau de Toilette», «Toska» o «Este Tren se llama Deseo». En esta última, que se presentó hace algunos meses en la sala Tito Junco del Centro Cultural Bertolt Brecht, lo marginal aparece de manera abyecta.

Se trata de una puesta en escena reescrita a partir de la conocida obra clásica estadounidense «Un Tranvía llamado Deseo», de Tennessee Williams. Los mismos roles, pero con personajes totalmente adaptados a la Cuba actual: con una mirada fuerte y sin filtros, desnudos en escena, lenguaje callejero que por momentos es vulgar, personajes que no guardan las formas y que no intentan escapar de la marginalidad social que los acompaña. Tampoco la abrazan: simplemente conviven con ella, muchas veces sin saber que existe.

¿Quién hubiera pensado escuchar un «pinga» sobre las tablas? No es solo este detalle lo curioso, sino el hecho de que el público lo celebraba, entusiasmado de ver reflejado lo que hay en sus casas, en la de sus vecinos o en la esquina de la cuadra. Una puesta en escena que incluye en su banda sonora música de J Balvin y Bad Bunny en una escena de sexo es muestra de que los tiempos y las formas han cambiado.

Estas obras no son los únicos casos, pero sería demasiado extenso citarlas todas en este artículo.

No podemos negar que la presencia de cuerpos y voces antes relegadas al silencio en la escena cubana representa, en cierta medida, un avance hacia la visibilidad. Sin embargo, esta visibilidad ¿es realmente un triunfo o se ha convertido en una forma sutil de renegación social? Porque cuando lo marginal se institucionaliza, cuando lo que antes era un grito desde el borde pasa a ser una fórmula repetida, corre el riesgo de perder su fuerza disruptiva y transformadora. El teatro podría entonces reproducir más las expectativas de la sociedad oficial que desafiarla.

Entonces surge la pregunta: ¿refleja el teatro a la sociedad o la sociedad al teatro? La respuesta no es simple ni lineal. El teatro es espejo, pero también es mirada crítica, caja de resonancia, campo de batalla. La sociedad cubana está llena de contradicciones y el teatro no puede sino convivir con ellas, reproducirlas y a la vez tensionarlas.

Desde mi punto de vista, el teatro que habla desde la marginalidad auténtica debe resistir esa normalización fácil, debe preservar la incertidumbre y el desasosiego, no permitir que se convierta en un lugar cómodo o aceptado. Solo así puede seguir siendo un espacio de insubordinación, un territorio de preguntas y no de respuestas complacientes.

La marginalidad auténtica no es un refugio ni una etiqueta, sino un constante acto de insubordinación. Tal vez lo marginal ya no exista; tal vez seamos nosotros, de pie frente a la escena, quienes vivimos al margen.

Ihara Torres

La Burbuja Lab

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Laboratorio de creación para mujeres cineastas: La Burbuja Lab

La vida es una película contada por su sirviente más fiel: forma, fotografía, guion, actores, luces… y, para el engranaje, la dirección. La esencia de crear se sumerge como un embrión donde la mujer da vida; de ahí nace mi admiración por este proyecto, La Burbuja Lab, idea que conocí hace apenas unos meses.

Mientras realizo una pequeña investigación para este artículo, las primeras fotos que aparecen cuando pongo en el motor de búsqueda “directoras de cine en Cuba” son de nuestros grandes directores. De ahí surge un pequeño llamado a reflexionar sobre cómo la dirección de cine ha estado sesgada por la creación masculina. Incidir, entonces, en iniciativas como esta resulta de vital importancia para la visibilidad de la creación y producción cinematográfica realizada por mujeres.

Sara Gómez fue la primera directora del ICAIC y una figura clave del cine revolucionario; es considerada pionera dentro del cine cubano. Rebeca Chávez, gran documentalista, ha caracterizado su obra por una profunda investigación histórica y un compromiso con la memoria colectiva. Marilyn Solaya, directora, guionista y productora, posee una sensibilidad muy especial y única para abordar temas sociales complejos y, a menudo, silenciados, como la diversidad sexual, la identidad de género y el feminismo. Magda González Grau, realizadora, guionista y directora de doblaje de la televisión cubana, así como realizadora de cine y televisión, es otro de los nombres que vislumbran el trabajo de las mujeres en la dirección en Cuba.

Llega entonces esta iniciativa, creada por la actriz, directora y productora Rosa María Rodríguez. La primera edición de este laboratorio se realizó en la Escuela Internacional de Cine y TV (EICTV) de San Antonio de los Baños, en Cuba; tuvo lugar en febrero de 2024. La Burbuja Lab nace con el objetivo de dar visibilidad a proyectos de cine de Cuba, Centroamérica y el Caribe hechos por mujeres. Cuenta con el apoyo del Fondo de Solidaridad para Proyectos Innovadores (FSPI) de Francia en Cuba, otras productoras independientes y aliados nacionales e internacionales.

Este proyecto, hasta el momento, se desarrolla a través de residencias en las que las cineastas de los proyectos seleccionados tienen la oportunidad de recibir asesorías de dirección, producción y guion; clases magistrales y encuentros con redes de mujeres para fortalecer el pensamiento colectivo desde y para la mujer; así como encuentros que fomentan la creación y establecen alianzas para asistir a otros laboratorios de creación y mercados internacionales.

La vida transcurre en planos simultáneos, ofreciendo colores, sensaciones y nuevos caminos a la creación dentro del cine. Lo indescifrable cobra vida en mundos irreconocibles cuando nos permitimos verlo, cuando existen voces que desean contarlo.

Uno de los últimos ejercicios realizados por el laboratorio fue el Taller Cine Espejo, donde doce cineastas se imbricaron para crear desde sus experiencias personales. Todo lo que vemos tiene un período de tiempo de creación; estas películas enmarcan mucho más que conflictos o historias ficcionales: hablan de sus creadoras, y eso también trae respuestas.

Reconocer es una de las labores fundamentales para el cambio; crear con herramientas objetivas y un diálogo eficaz representa el punto correcto para dar vida y, por qué no, hacer cine.

María Karla Larrondo González

Festival Eyeife

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El Festival Eyeife abre su convocatoria para creadores menores de 35 años

Desde hace casi una década, el Festival Internacional de Música Electrónica Eyeife se ha consolidado como una de las plataformas más singulares y necesarias dentro del panorama musical cubano contemporáneo. Nacido en La Habana, y con una proyección internacional cada vez más sólida, Eyeife apuesta por el diálogo entre las raíces culturales de la isla y las estéticas y herramientas de la creación sonora electrónica. Cada edición es una celebración del mestizaje sonoro, del ritmo y la tecnología, de la memoria y la innovación. Por sus escenarios han pasado productores, DJs, músicos y artistas visuales tanto de Cuba como de otras latitudes, reunidos bajo un mismo espíritu: construir nuevas narrativas musicales desde la identidad, el riesgo y la experimentación.

En ese mismo camino de impulso a la creación y a las voces emergentes, Eyeife lanza su Concurso de Creación 2025 como parte de la programación de su novena edición. La convocatoria está dirigida a cubanos y cubanas menores de 35 años, sin importar si residen dentro o fuera del país. El eje central del concurso es la fusión: obras originales que articulen la música electrónica con elementos propios de la cultura sonora cubana en toda su amplitud y diversidad. El objetivo es claro: seguir explorando las posibilidades expresivas que emergen del encuentro entre lo ancestral y lo contemporáneo, entre lo local y lo global.

Los interesados podrán participar enviando sus obras en formato digital (MP3 o M4A, con una duración máxima de tres minutos y medio) al correo electrónico eyeifewconvoca@gmail.com, o bien entregarlas de forma física en las oficinas de PM Records, ubicadas en Calle 11 núm. 257, entre J e I, en el Vedado habanero. Junto a la obra, se solicita incluir un currículo o biografía de máximo una cuartilla, los datos de contacto (nombre, teléfono, redes sociales) y los créditos correspondientes del tema enviado.

Las obras recibidas no cederán derechos exclusivos ni comerciales; los artistas conservarán plenamente la propiedad intelectual de sus creaciones. No obstante, al participar en el concurso se autoriza la difusión no comercial de las piezas en las plataformas digitales del festival —YouTube, Instagram, Facebook y Telegram— con fines exclusivamente promocionales. Además, se conformará una playlist oficial con todos los temas concursantes, lo cual ofrece una valiosa ventana de visibilidad para los creadores.

El jurado de esta edición está compuesto por destacadas figuras del ámbito musical contemporáneo cubano: la compositora Wilma Alba Cal, el DJ y productor Reitt, el director del Laboratorio de Música Electroacústica Enmanuel Blanco y el director artístico y curador musical Mauricio Abad. Ellos serán los encargados de seleccionar tres obras ganadoras y otorgar tantas menciones como consideren pertinentes. Los premios incluyen una retribución económica, la inclusión de los artistas ganadores en el cartel del Festival Eyeife 2025 y una difusión especial de sus obras a través de las plataformas del evento. También se elaborará una playlist adicional con temas ganadores de ediciones anteriores, integrando así una red cada vez más amplia de jóvenes creadores.

La convocatoria permanecerá abierta desde el 4 de agosto hasta el 5 de septiembre de 2025. Los resultados serán anunciados en la primera semana de octubre mediante los canales oficiales del festival. Esta edición del concurso reafirma el compromiso de Eyeife con tres líneas esenciales: la innovación musical, a partir del sonido cubano como territorio creativo en constante reinvención; la integración de la diáspora como parte inseparable de la cultura nacional; y la proyección global de nuevas voces mediante el uso estratégico de plataformas digitales.

Participar en el Concurso de Creación Eyeife 2025 es mucho más que enviar un tema. Es sumarse a una comunidad de artistas que miran al futuro con los pies firmemente anclados en la tierra fértil de su herencia. Es responder al llamado de un festival que no pone fronteras entre géneros, generaciones o geografías, sino que invita a habitar un espacio donde la música electrónica cubana se piensa, se transforma y se proyecta hacia el mundo. En Eyeife, cada obra es una afirmación de que la música cubana sigue siendo un campo abierto para la libertad, la mezcla y la invención.

Artículo: Evelyn García Hernández

Fotografía: @nereacoll