Uno de los espacios musicales que abre las puertas a los artistas que representan la cultura cubana es la Sala-Teatro del Museo de Bellas Artes, situada en nuestra Habana Vieja. La tarde del domingo 27 de abril fue una de las actividades realizadas para celebrar de manera anticipada la jornada del 30 de abril, Día Internacional del Jazz. Con el auspicio del Instituto Cubano de la Música, el Festival Internacional Jazz Plaza y otros patrocinadores, se desarrolló la Expo-Concierto titulada “In Jazz We Trust” para compartir la unión de la fotografía y la música.
En un primer momento, las palabras de los protagonistas, la fotógrafa Lilien Trujillo y el pianista Ernán López-Nussa, dieron inicio al proyecto expositivo, cuyas obras pertenecen al archivo personal de la artista visual. Trujillo brindó su agradecimiento a la directiva de la Sala-Teatro por la idea, a los músicos por la confianza y al público por la aceptación y la presencia en esta gran oportunidad.
Cada una de las fotografías presentadas proporciona, a través de la imagen, una mirada hacia el músico y su instrumento como un fenómeno único. La artista se acerca a la escena jazzística cubana, improvisa con la tecnología y juega con los tonos, las notas y la progresión del alma artística.
Tras el dispositivo, Lilien capta la imagen de los fieles amantes del jazz. Los intérpretes demuestran la mezcla del folclor cubano, como lo ejemplifica el gorro del músico y director Pablo Menéndez; el contraste lumínico que exhibe Afro Cuban Jazz o Gifted, títulos de las piezas que encabezan el percusionista Yaroldy Abreu y el clarinetista “Coqui” Calzadilla, respectivamente. El centro del lobby retiene la fotografía que nombra la expo-concierto. «In Jazz We Trust», del año 2025, expresa la fe, la pasión y la entrega del pianista Ernán López-Nussa. La cámara se enfoca en las teclas del piano, establece un balance entre los tonos oscuros y claros y logra un fascinante ritmo compositivo.
En otro sentido, la pared derecha se encuadra con la emoción de los rostros jóvenes. La artista visual gira su foco hacia el saxofonista Emir Santa Cruz, el trompetista Alejandro Delgado y el pianista Diego Abreu.
La fotógrafa Lilien Trujillo, al referirse al acontecimiento, afirmó: “Esta exposición es parte de mi espiritualidad; es la razón por la que yo hago fotografía de música, de jazz sobre todo. Las fotos de ‘In Jazz We Trust’ son mi sentir con la música. Es mi favorita de las exposiciones que he tenido porque es la que más se parece a mí y es muy sensorial. Que esté hoy en el Teatro del Museo Nacional de Bellas Artes es entrañable, porque en este lugar es donde se programa la mayor cantidad de conciertos de jazz en La Habana; es como la casa de los jazzistas y qué mejor que tener en la sala de tu casa las fotos de tus conciertos y de la esencia del jazz.”
El talento y la proyección que desborda la artista adquiere un alto reconocimiento cuando se trata de plasmar una perspectiva diferente del jazz en Cuba. La cámara es testigo de la luz de la música, la cercanía y de irrepetibles momentos del arte.
Más tarde, se hizo sentir la buena música de la mano del pianista Ernán López-Nussa y sus invitados. La sala-teatro estaba colmada por oyentes en una fiel conexión emocional. El pianista rindió tributo a la comunidad musical de Nueva Orleans en un gran número de piezas musicales. En la base orquestal, el bajista Antonio Guillén movilizaba el ritmo de las composiciones y, en su compañía, el baterista Adner López mostró una formidable concepción y espíritu musical ante el género.
Los invitados que galardonaron la presentación en la cuerda de los vientos fueron el trompetista Alejandro Delgado, el clarinetista Alejandro “Coqui” Calzadilla, la flautista Karen Hernández y el saxofonista Emir Santa Cruz. La sección percusiva sumó al equipo el toque de las congas de José Julián Morejón, popularmente conocido como “JJ”.
Por último, es importante añadir las interpretaciones de la cantante Lara Sprite y el joven pianista y compositor Diego Abreu. La interpretación de Ernán se apoya en giros, escalas y armonías que se sincronizan con cada una de las improvisaciones. López-Nussa dirige la música y les otorga a los invitados de la noche la seguridad para desarrollarse en cada pieza.
El arreglo “Dinga, dunga, dongo” del pianista Ernán tiene de rumba, de clave y de to’. El repertorio de la noche propuso elementos melódico-rítmicos de géneros como el blues, el swing, el funk o el jazz latino. Cada uno de los intérpretes realizó improvisaciones que expresaron la sólida información que reciben de su formación académica y de sus prácticas populares. Entre ellos, la destreza técnica que establece Diego Abreu causó emotividad en cada espectador. Como pianista, canta al unísono con el movimiento de las teclas del piano utilizando melodías de lo cubano.
En cambio, Alejandro Delgado y su trompeta moldearon el sonido, los colores armónicos y el lenguaje instrumental. La flautista Karen Hernández, como figura femenina, transmitió gran sensibilidad, dulzura y versatilidad al mezclar melodías de lo clásico y lo popular. Por otro lado, «Coqui» Calzadilla, en la aparición del danzón, el chachachá o el latin jazz, mostró la maestría de un concertante. El clarinetista ilustró los contrastes entre registros y timbres; de esta forma propone conocer el diálogo entre el clasicismo y la vanguardia estilística. Emir Santa Cruz, firme ante el clarinete o el saxofón, superaba el estándar de la armonía de cada obra. Sin duda, los vientos, maderas y metales convergen en la declaración de diversas sonoridades para trasladarnos en un viaje de ida y vuelta de La Habana Vieja a Nueva Orleans.
No podría finalizar sin hacer mención a la voz de Lara Sprite, joven que aparece en instantes en la escena y evoca lo divino entre el soul, lo lírico y lo romántico. Su voz posee un aire cadencioso que le aporta singular naturalidad a las piezas interpretadas. Al finalizar la presentación, el público pedía “una más”. Los visitantes en la sala confiaron en la música, en la dosis del jazz. Así, entre acordes, imágenes y notas musicales aconteció este fenómeno de evento que es notable por su impacto en la comunidad artística de nuestros días. Gracias a Lilien Trujillo, a Ernán López-Nussa, a sus invitados y a cada participante por hacer del arte un momento único. ¡Seguiremos confiando en el jazz!
Rocío Saylen Padilla