«Tus números en redes no reflejan tu talento; exponen tu capacidad de contar historias que resuenen.»
“Mi gente, aquí estamos.”
Se dice en otra historia de Instagram o en un estado de WhatsApp.
¿Esa gente tuya está aquí con nosotros en la habitación?
Esa frase flota sin destino definido, como tantas otras publicaciones que aparecen a diario: promocionales, insistentes, sin dirección, sin entender a quién se le habla al otro lado de la pantalla. Mientras tanto, hay una generación que no lo hace así: no grita al vacío, no posa sin entender; habla con su voz, sin intentar ser alguien más.
No todos han entendido (o aceptado) que ocurrió un cambio de paradigma en las maneras de consumo en redes sociales. Hasta el día de hoy, puede que muchos artistas no entiendan por qué no resuenan con audiencias nacionales, y menos aún internacionales.
La Nueva no comenzó como una escena organizada, y mucho menos como un género; surgió como una vibración compartida, como un gesto simultáneo no sincronizado. Un cambio en el modo de habitar los espacios digitales; un nuevo entendimiento de cómo se manejan las tan debatidas “redes”. Crean contenido desde el presente y hablan desde sus códigos. Usan las redes no solo para promocionar sus carreras, sino para existir y compartir espacio y atención. Entendieron que integrarse es la clave: viven el entorno, no hacen una visita solo cuando necesitan algo de su audiencia. No se traducen a nuevos códigos: los hablan. Los entienden porque vienen de ahí, son hijos de internet.
Ver a tu artista favorito de La Nueva en Instagram no es solo saber qué canción va a sacar: es tener una nueva entrega de la serie de su vida. Cada pedazo de contenido se convierte en un capítulo nuevo; los comentarios, en roturas de la cuarta pared, y las colaboraciones, en episodios cruzados de sus series (crossover, si nos ponemos anglosajones).
No hay separación evidente entre obra y promoción. El contenido no acompaña la música: la expande y la multiplica en escala. La narrativa digital no es adorno ni marketing: es parte del diseño artístico y del enfoque hipermedia.
Hoy, cinco años después de sus primeras señales, La Nueva sigue sin ser una escena formal. Pero sí es un lenguaje compartido y asimilado por muchos que vinieron después, aunque algunos no quieran ser asociados a este término. Lo considero una oportunidad para que más artistas se unan a nuevas formas de ver el mundo, integren escenas musicales desconectadas e, incluso, sientan que, como generación, tenemos representación por músicos que crean y que no son menos que lo que vino antes.
Es un sentimiento de emancipación generacional y un reflejo del cambio de los tiempos: ya no somos niños jugando a ser; ya somos los actores. Que exista una Nueva que nos represente, diga lo que pensamos y hable como hablamos es una señal.
La Nueva no es un género. Es una señal de los tiempos.
Para escribir este texto se tomó el criterio de varios actores de La Nueva, incluyendo no solo a artistas, sino a realizadores audiovisuales, creadores de contenido, productores y demás personas que forman parte de La Nueva.
Quiero agradecer especialmente a Boylecito, Camilo (Daku), Mazze, Yo No Existo, Drumglass, Ilus Trash, Martín (Land Whales), Unedukated, Wil (Mamá Estoy Brillando), Melanie Santiler, EIDI, Brian de San Juan, Baracaldo y a unas cuantas personas más que, sin darse cuenta, ayudaron a organizar algunas ideas.
Artículo: Daniel Rosete Aguilera