Por Sara Sánchez
“…Fue duro tu reproche
Aunque sé que esa noche
Yo me lo merecía…”
Las voces de la canción cubana tienen un timbre especial. No solo los tonos desgarradores que asumimos como cantinas del alma tras eventuales dolores… No. Son los colores vocales que desde otros siglos venimos arrastrando como un legado imprescindible del contexto cultural cubano. Pero más que las voces son esas canciones inmortalizadas que saben a mar, a sol, a isla, en cualquier lugar del mundo lo que provoca verdadera nostalgia.
Son esas canciones que por desgracia cada vez menos se escuchan, y que tenerlas en tu lista de reproducción te convierte en bohemio para unos, en cool para los pseudointelectuales sonoros, en anticuado para más de la mitad, en raro para el resto… Y así vamos perdiendo a “Yolanda”, a “Contigo en la distancia” o a “La gloria eres tú”…temas que más de medio mundo jurarían que pertenecen a otros intérpretes que le han dado vida en grandes escenarios. Pero bastara escucharlas en una garganta cubana para saber del sentimiento y de la mano que las escribió…
“Tú me quieres dejar
yo no quiero sufrir
contigo me voy, mi santo
aunque me cueste morir”
Dice algo que podemos tararear con los ojos cerrados, sin temor a equivocarnos… Y es que “Lágrimas Negras” es un clásico de todos los tiempos. Compay Segundo la dejó para ser versionada, para ser cantada, para ser llorada en los muros del Malecón habanero… Es la determinación en carne viva. Vida por medio, el amor delante. ¿O el capricho? Habría que ver…
“Como gasto papel en recordarte
como me haces hablar en el silencio
como no te me quitas de las ganas
aunque nadie me ve nunca contigo”
Y aquí otro destello de luz en pleno pecho. El álbum “Mujeres” de Silvio Rodríguez, allá por 1978 recogió una ensarta de temas como este. “Te doy una canción…” Como doy el amor, con ese grito de guerra a todo que le pone la inolvidable Elena Burke y que es una de las letras más hermosas de la trova de la isla. En aquel año 78, y en este 2020 todavía.
“Háblame de un sol desconocido
te regalo el tiempo que he vivido
quédate amor aquí en mi pecho”
Es que son tantas las canciones que a veces deberían tatuarse en la piel y que han marcado una generación toda, que no alcanza el tiempo para graficarlas, ni media vida para escucharlas. “La Habana en febrero” de Liuba María Hevia pudiera ser otras de las imposibles de olvidar. De esos arreglos tan acomodados que nada sobra y nada falta, cada coma, cada letra, cada lágrima que seguro provocó.
Pero si algo tienen todas y cada una de estas canciones es una marca ineludible de dolor. Un pesar más fuerte que el tiempo donde se pensaron o fueron estrenadas, y que hoy las trae hasta aquí. No importa si son cantadas ahora en un escenario más pequeño, poco luminoso, en la intimidad de un balcón, o a teatro lleno. Suena cualquiera de las letras que empoderan la cancionistica cubana, y por herencia acumulada, o memoria selectiva, te hará estremecer. Porque no es un dolor amargo, es un dolor otro, inexplicable.
Quizás para muchos estos días de obligado quedar en casa, fueron buenos para desempolvar. No solo libros, estantes o closets que no se tocaron en décadas… También boleros, bolerones de victrola que son pura poesía, y eso en tiempos tan grises, salva. A mí que me sorprenda el planeta sin virus cantando como la Secada, como la dueña del público que fue Moraima: “Perdóname, perdóname conciencia…Razón sé que tenía, pero en aquel momento todo fue sentimiento…La Razón no valíaaaa…”