La magia del mar nos reunió el pasado 21 de marzo, día internacional de la poesía, en Nodo Habana, para disfrutar del primer Evaloquio, encuentro de poesía de voces femeninas, como parte de la programación cultural del proyecto de desarrollo local Sin Filtro.
Patricia Rodda como anfitriona del evento dio a conocer el espacio de Nodo Habana, el cual abre sus puertas para el intercambio cultural. El primer encuentro de Evaloquio contó con las invitadas: Yanelys Encinosa, poeta, ensayista y promotora cultural; Giselle Lucía Navarro, poeta y artista visual; Damarys Benavides, poeta, productora y cantante; y el encuentro estuvo moderado por la escritora y periodista María Karla Larrondo González.
La brisa del malecón nos fue guiando, y con la temática de Habana poética se fue entremezclando la tarde. La poesía es sonrisa, transforma, abre un mar de posibilidades hacia la esperanza. El intercambio nos permitió conocer cuál es la Habana poética de las invitadas, pasando desde calles tan icónicas como nuestro Prado hasta los vestigios de edificios caídos. Nuestra Habana poética nos recita versos, nos habla entre el malecón y los escombros, entre la risa de un niño o la mirada de un abuelo.
Entre las poesías que pudimos apreciar, Patricia Rodda nos regaló “Pichón de guajira”:
De esta isla me apropio el Malecón,
sus fortalezas gastadas,
los adoquines.
Tan enquistados están en mi carne
que puedo sentir las piedras,
oprimen los órganos vitales.
Mi alma se cree habanera,
pero yo respiro al monte
y lo trepo descalza.
Nací en una poceta
que luego bautizaron Santa.
Me parió la ceiba entre dos montañas.
He pescado biajacas con las garras.
El manantial brota de mis entrañas.
Tejí una hamaca al bohío
y en las noches se acerca el cocuyo
hecho estrella.
Reposan las yaguas traviesas
junto al pozo sin nombre.
Tantos grillos en la cabeza me arrullan.
He migrado a esta ciudad no recuerdo cuándo,
abducida por las luces amarillas,
persiguiendo los cantos de murallas.
Tengo un nidito con barbacoa
por el Capitolio
y un alma
dividida.
Siempre seré la hija adoptada.
¡Un pichón de guajira!,
como mi padre decía.
Inspirar y crear en La Habana también fue uno de los temas abordados en la tarde, disfrutando del hacer de las invitadas y la relación de cada una de ellas con La Habana. Entre otro de los poemas que pudimos disfrutar estuvo “Manos de poeta” de Giselle Lucía:
Todos los días un anónimo me incendia las manos.
Cartas manchadas de poco calor.
Para un poeta son peligrosas las palabras falsas,
las amistades falsas,
las guerras falsas,
las vidas falsas.
Un poeta necesita inscribirse un dolor
si no tiene uno propio,
pero el dolor del poeta debe ser siempre real.
Las palabras del poeta
deben estar manchadas de valor.
Las palabras del poeta
no pueden ser incendios anónimos.
Todos los días un signo incendia mi mano.
Dicen que van a crucificarme.
Dicen que voy a ser la cabeza superior
de todas las cabezas.
Contemplo mis manos:
no tienen sangre
ni tierra
ni cicatrices
ninguna de esas cosas que marcan valor.
Todos los días una palabra me pesa.
Un incendio se me acomoda en el estómago.
Siguen sin construirme la cruz o la corona.
El país es un estómago
que pesa sobre nuestras cabezas,
y seguimos sin saber
si los hombres que acaban de llegar
serán nuestros héroes
o nuestros futuros asesinos.
La poesía es más que la palabra escrita y con esa premisa se le regaló a cada una de las invitadas una pieza de la artista Lucía Zalbidea, anillos con diversas tonalidades de azul como parte de la esencia de estos encuentros.
Quisiéramos tener a la poesía siempre en casa y esa brisa se quedó en el aire el pasado viernes, marcando el primer paso para los encuentros entre la literatura y sus amantes.