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Mondo en la edición 28 del Festival internacional de Ballet.

Foto: Frank Domínguez.

¿Existe algo o alguien que guía nuestros pasos y nuestras acciones? Como si fuera una mano mágica, se nos cuenta una historia sobre la deshumanización del ser humano a causa de la tecnología.

Mondo, obra de Susana Pouns, directora del grupo “Micompañía”, subió a escena el pasado 2 y 3 de noviembre, en el marco de la 28 edición del Festival internacional de Ballet de la Habana.

La relación del ser humano con la tecnología, en ocasiones, nos está alejando dentro de la comunicación e interacción como sociedad. La escenografía pareciera reflejar una obra de teatro, con pocos objetos: una lámpara y tres sillones, que decoran y dan importancia a la trama de la historia.

Un cuerpo de baile pequeño, pero una composición escénica cautivadora, movimientos perfectos y uso de todo el espacio en escena. “La música para la pieza tiene autoría de Eme Alfonso, la segunda colaboración de la compositora para una creación de Susana Pouns”.

Susana Pouns concibió “Micompañía” en 2018 y ha dejado huella en el panorama danzario cubano. Sus anteriores creaciones para DanzAbierta (1988-2018), Malson (2008), obra que tuvo más de cien funciones en escenarios nacionales e internacionales y premio de la Segunda Bienal de la Danza del Caribe en 2010; ShowRoom (2012) y Welcome (2016). Infinito fue la primera obra bajo el nombre actual de la agrupación, atrayendo las miradas de los medios y especialistas que le otorgaron en 2019 el Premio Villanueva de la Crítica de la UNEAC.

Como bailarines subieron a escena esta vez: Georbis Martínez Manzo, actor invitado; Lisset Galego; Laura García; Jara Fonseca; Elizabeth Aday; Héctor Rodríguez; Leandro Tomás; Gelvin Herminda.

El tiempo parece que duerme dentro de un reloj de arena que nadie ve, todos inmersos en la niebla de los objetos de la tecnología, los cuerpos comienzan a alejarse, el amor es algo efímero que ya no solo no se ve, tampoco se siente. Mondo, como adjetivo de lo limpio, nos hace partícipes de lo vacía que puede convertirse una vida en alguna de las casas de esta sociedad del siglo XXI.

Por: María Karla Larrondo González.