Isla es una palabra hermosa para mí. Ya sea porque sé que vivo en una, porque me gusta el mar y el verde o porque es una palabra cortica y pegajosa. Pero las islas también llevan dentro sus propias historias.
Imagina que estás dentro de un gran reloj y que cada segundo es una historia, así de efímera, así de sencilla pero, ¿qué tal si es la última historia o el último segundo de alguien?
A veces tengo miedo de que mi isla se quede totalmente en silencio, que desaparezca, que su tiempo se acabe, ¡tiene tanto para contar!, pero siento que a veces la atan de manos y pies para que no se exprese, para que no sea ella de verdad.
No me gusta mi casa a oscuras. Son las 3:00pm del seis de noviembre, las lluvias y el viento me confirman que el huracán Rafael está cerca, a las 12:00pm me quitaron la corriente, lo último que supe es que era un huracán categoría 3, confieso que tengo miedo.
Hace menos de un mes el huracán Oscar azotó la provincia de Guantánamo y muchos fuimos testigos de las donaciones, pero siento que el aliento se me escapa. Como dice el dicho “no escampa” y ya no sabemos si rezar, si sobrevivir, si asegurar nuestras casas porque, ¿qué será lo próximo?
El ruido del viento en mi ventana me asusta, ojalá quede algo, porque nosotros ya no conocemos la calma luego de la tormenta. Son las 7:00pm y los vientos han cesado un poco, he sido consciente de todo el tiempo que el huracán estuvo en Cuba, los cuentos en casa fueron pocos, la preocupación era mayor. Minutos antes de quedarme sin conexión me llega un mensaje de que el sistema eléctrico nacional se había caído. Lo más triste de todo, es que eso no es una noticia, todos estábamos a la expectativa de que pudiera pasar, el sistema no se cae, el sistema no tiene los recursos necesarios para sostenerse.
Luego de eso en mi casa estuvimos 69 horas sin corriente y mi zona no fue de las más afectadas. En la avenida 23 las calles visten de ramas en el suelo y muy dentro duele la isla. Me llegan imágenes de Artemisa y del municipio de Alquizar, y el fango en la calle y todos los árboles virados y en el suelo son la cara de la devastación. Hay personas que tras los desastres naturales pierden sus pertenencias, pero cada cubano día a día pierde la esperanza.
El huracán pasó hace dos días y aún hay muchos lugares con los árboles en medio y con los cables en el piso a expensas de cualquier otro tipo de accidentes.
La electricidad en pleno siglo XXI no es un privilegio, es una necesidad. El día 8 de noviembre, aún en apagón en mi casa, decidí ir a uno de los hoteles cerca de casa, que además frecuento normalmente, porque necesitaba trabajar, y me negaron la entrada. Es curioso como cuando no existen “contingencias” se admite el turismo natural y puedo pasar todo el tiempo que desee en sus instalaciones, pero luego de un desastre natural, le impiden la entrada a los cubanos a los hoteles de su país. La dirección del Hotel Cohiba y de todos los hoteles, por lo menos del vedado, porque fui a seis, orientaron que no se les permitía la entrada a los cubanos a sus instalaciones.
Entonces tengo que escuchar que hay lugares que admiten que carguen los equipos, cuando he visto lugares estatales que cobran por cargar los celulares. Constantemente existe un doble discurso que a veces, debo confesar, me da asco.
Hace poco vi a dos de personas, mendigos quizá, recoger un pan de un cesto de basura para luego comérselos, eso me duele. Ver cómo cada día más de diez personas pasan por los cestos de mi esquina y revisan para ver qué llevarse, me duele. No tener cómo ayudarlos y entender que el gobierno tampoco hace nada, me duele. ¿Tenemos igualdad en Cuba? ¿Seguiremos con ese tipo de discursos? En un ejercicio terapéutico que realicé una vez me dijeron que hasta que no veas los errores de frente no los puedes cambiar, y es así, nadie puede cambiar escudándose en palabas antiguas.
¿En qué momento el cubano dejó de ser un ser humano? Me lo pregunto porque en el orden de prioridades de un ser humano están muchas cosas que el cubano, al parecer por el único motivo de serlo y permanecer en su país, ha dejado de serlo.
Termino de escribir este artículo el día 10 de noviembre a la 1:28 am que me ha llegado la corriente y luego de hacer lo básico en casa, corriendo porque ya no sabemos cuándo pueden volver a quitar la corriente, pude terminarlo; y todo esto no son efectos que dejó el huracán Rafael.
Mi isla se deshoja cada día un poco más, se nubla llena de moscas, mosquitos y virus, se inunda con la crecida de los ríos, se esconde cuando un huracán amenaza, y hasta se queda a oscuras por errores de personas que nunca darán su brazo a torcer. Mi isla se llena de cicatrices y tengo miedo que no le alcancen los rituales para renacer.