“Después de todo, la muerte es sólo un síntoma de que hubo vida.”
Mario Benedetti.
Pocas veces reparo en cómo lidiamos con las despedidas finales, más allá del dolor y la tristeza de la pérdida. Pero, dando tumbos, vine a vivir justo frente a una funeraria. Desde mi ventana la contemplo tantoque me ha hecho trascender la mirada fatalista, para preguntarme entonces cómo lidiamos con la muerte desde una dimensión cultural.Entonces, recuerdo varios momentos que motivaron mi reflexión.
Cierta vez la avenida se repletó de personasuniformadas yse estremeció el vecindario con el sonar de un cortejo fúnebre militar.El féretro estaba cubierto con una bandera y algunas balas rompieron el aire antes de despedir la caravana al cementerio.
Otra vez recuerdo el velorio más multitudinario quequizáshaya ocurrido en la zona. Todos iban vestidos de blanco y las mujeres tenían, además, pañuelos en la cabeza. Nunca vi tanta gente llorando a la misma vez.
En otra ocasión, despedían tal vez a algún motociclista y a modo de duelo, poco más de cien motos (como se le dice en Cuba), rompieron la quietud de la madrugada al acelerar rítmicamente y hacer piruetas justo cuando el reloj marcó las 12:00.
Pero, los más frecuentes son los velorios asociados a la religión afrocubana. Me he dispuesto a detallar los ritos: las mujeres siempre llevan la cabeza cubierta y algunos hombres también, los que cargan el féretro van cantando, bailando y a veces golpean la caja, en medio del canto se escucha la risa como de un niño y, además, muchas veces rompen un objeto de barro antes de partir al cementerio.
Observar casi a diario este tipo de rituales me ha hecho pensar que la muerte es también un proceso que está muy ligado a cómo asumimos la vida. Oficios, religiones, creencias, profesiones, rangos… median cómo aceptamos la partida final de un ser conocido o cercano.
Más allá de particularidades, en Cuba heredamos la tradición de velar nuestrosmuertos, esto significa alargar la despedida toda una noche, para al día siguiente asistir al entierro. Aunque también es cada vez más frecuente recurrir al servicio de cremación, en un acto menos traumático y más amigable con el medio ambiente.
En el mundo existen tantos rituales funerarios como culturas y cosmovisiones. En Bolivia, por ejemplo, es frecuente guardar cráneos en los hogares En fechas señaladas los cráneos familiares se visten con sombreros de todo tipo y son coronados con flores ornamentales.
En México, aunque la mayoría de los ritos se rigen por las tradiciones y normas católicas, cada 2 de noviembre los mexicanos visitan sus muertos en los panteones familiares. Ambos casos son formas que “los vivos” encontraron para explicar la permanencia y la protección de las almas de sus muertos en la familia.
Por otra parte, en Estados Unidos y Reino Unido cada vez son más las personas que escogen ser enterradas en espacios naturales, los llamados cementerios verdes. En cambio, en la isla de Bali, Indonesia, la cremación es una auténtica fiesta.
En otras culturas los ritos funerarios son muy diferentes: canibalismo, momificación y otras costumbres.Pero, todos tienen en común el hecho de ritualizarel acto de morir para hacerlo más comprensible, para explicar qué pasa con nuestros cuerpos y almas una vez que concluye la existencia terrenal.
Ese intento de encontrar argumentos ante la muerte es en sí mismo un modo de supervivencia, por eso yo seguiré intentando explicarla desde mi ventana. La gran certeza ya la sabemos: “del polvo venimos y hacia el polvo vamos”, aceptarlo es también un acto de fe.