En Cuba no escapamos de la fe, es un rasgo cultural que nos atraviesa y a la vez nos define. Aunque no prediques, aunque no reces, aunque no adores, aunque no comulgues, la religión te alcanza.
Un refranero de la sabiduría popular dice que, el que no tiene de congo tiene de carabalí, para significar que no importa cuán blanca sean la piel y las facciones: a todos nos corre sangre negra por las venas.
Precisamente, los cubanos somos una sabrosa mezcla cultural, tan exquisita que la metáfora que mejor nos define proviene del arte culinario: el ajiaco; una suerte de caldo criollo con múltiples y variados ingredientes, que conquista al más sofisticado paladar.
Así nos definió el célebre Don Fernando Ortíz, destacado intelectual cubano, para aludir a la complejidad de razas, saberes, culturas, sabores y creencias que forman la identidad cubana.De esas herencias, nos llega hasta nuestros días, entre tantas otras, la religión afrocubana.
Del Viejo Continente, los negros esclavos cargaron con ella para burlar la fatalidad. Por mucho que los colonos españoles intentaron catolizarlos, se resistieron, disimularon su fe y vistieron sus santos con otros nombres, pero no borraron la esencia. Ese es un proceso que trasciende en la historia como sincretismo religioso.
Un mundo increíble se asoma a la religión afrocubana: dioses, hombres, animales, astros, árboles, flores, mares, ríos, montañas, ritos, bailes y música… Todosconviven como en una poesía. Recrean una forma peculiar de relacionarse y de entender el universo.
Es así que se concibe una suerte de Dios superior –Olofi-, creador del mundo,quien para cuidar de la Tierra concibióa su vez una serie de dioses, llamados orishas, que estarían a cargo de vigilar y mantener la paz entre los hombres.
Gracias a la oralidad conservamos ese universo mítico, de leyendas y fábulas de una complejidad (o de una simpleza) siempre seductora, siempre atractiva. Una gran sabiduría se teje en torno a esas leyendas que en lengua yoruba son pattakíes.
Como episodios, los pattakíes narran pasajes vinculados a los orishas. Son historias para entender el propio panteón yoruba, para extraer aprendizajes, explicaciones de fenómenos y lecciones para aprender a convivir en armonía; son, en síntesis, una fuente de sabiduría.
A través de los pattakíes se explica, por ejemplo, cómo llegó a manos de Orula, uno de los orishas más populares entre los cubanos, el tablero de la adivinación; o cómo se convirtió Ochún, en dueña del amor, de la feminidad y del río.
A los templos yorubas van lo mismo blancos, negros, que mulatos. No es raro escuchar que los “hijos” de determinado orisha tienen en sus personalidades, características predeterminadas; como tampoco es inusual ver hombres y mujeres en las calles de Cubavestidos enteramente de blanco, luciendo sus collares y prendas en un acto de consagración religiosa.
Pero más allá de esas expresiones latentes, la religión afrocubana no se agota en collares, vestimentas, ritos o pattakíes. Existen determinados comportamientos entre cubanos que nos hablan de la religión más que como un acto de fe, como un acto cultural.
Sin importar si crees o no, si adoras o desprecias, en Cuba al destapar una botella de ron y antes del primer sorbo, casi siempre se vierte un poco en el suelo y se oye decir: “pa´los santos”. Para expresar la buena suerte, es recurrente usar la frase: “estoy iré”, así como para enviar buenos deseos, se suele decir: “achépa´ti”.
Hay muchos modos de llevar y vivir la religión, no solo en el culto o en el fanatismo. No se puede escapar de determinados ritos, frases, sentimientos… ¿Cómo separar la religión de los ingredientes del ajiaco que es la cultura cubana?Cuando menos los sospechas, la religión te alcanza.