Vivir en Cuba, entre caídas del Sistema Eléctrico Nacional (SEN), apagones programados, o no, y tarifas que se disparan, obliga a repensar cada forma de acceso a la cultura. En este contexto, The future is now?, inaugurada el 9 de junio en la Fundación Ludwig de Cuba, no se presenta como una contradicción retórica, sino como una provocación lúcida: una exposición colectiva que interroga la inteligencia artificial desde la fragilidad de la conectividad, transformando la carencia en motor de pensamiento y potencia creativa.
La muestra, curada por un equipo liderado por Aarón R. Moreno, no surge de un capricho tecnológico ni de una fascinación superficial por la IA. Es el resultado de un proceso de investigación sostenido, alimentado por tesis, desplazamientos y cruces internacionales que ensayan formas de crear en entornos con recursos limitados. Aquí la IA no se impone como un tema de moda, sino que se instala como problema y materia de especulación situada.
Un dato crucial atraviesa esta constelación: la mayoría de los artistas y co-curadores, todos vinculados de una u otra forma al ámbito cultural y académico alemán y europeo, provienen de contextos donde el acceso a infraestructura, redes de producción y capital simbólico es incomparable con el de la isla. Lejos de neutralizar la apuesta, esta tensión se vuelve el núcleo del gesto curatorial, pues la pregunta no es solo qué puede hacer la IA aquí, sino qué significa que la periferia dialogue con lenguajes e infraestructuras que provienen del centro.
La curaduría asume este desequilibrio con lo que podría llamarse una ética de la contingencia: la precariedad tecnológica no es obstáculo, sino catalizador estético. Obliga a replantear, una y otra vez, cómo se reconfigura lo humano en diálogo con lo artificial y hasta qué punto controlamos la máquina o esta nos entrena a nosotros. Cada obra despliega preguntas urgentes: quién entrena la IA, con qué datos, qué sesgos reproduce, quién decide qué es ético y qué no. Lejos de vender un futuro brillante y homogéneo, la exposición revela grietas, opacidades e incertidumbres.
Aquí no se exhiben proezas técnicas ni se celebra la IA como caja negra incuestionable. Al contrario, cada pieza actúa como una interfaz crítica que desnuda la IA como sistema de extracción de datos, energía y tiempo, y recuerda que todo algoritmo arrastra filtros corporativos, políticas de vigilancia y narrativas de poder. El montaje renuncia a la espectacularidad y privilegia la sinergia colectiva: cada obra se potencia en relación con las demás, tejiendo una constelación que interpela tanto la mirada como la conciencia.
Un gesto silenciosamente político refuerza esta apertura: la inclusión de textos junto a cada obra, que podría parecer un recurso didáctico, funciona como herramienta de democratización. Acerca la complejidad técnica a la experiencia sensible, sin arrogancias, y fomenta un diálogo horizontal en un país donde la conversación sobre IA todavía está filtrada por infraestructuras precarias, narrativas corporativas y un acceso profundamente desigual.
Que buena parte de esta conversación provenga de voces extranjeras no neutraliza la pregunta local; más bien la amplifica. La exposición no resuelve la desigualdad entre quienes producen tecnología y quienes la padecen, pero convierte esa brecha en materia viva de especulación crítica. Desde la periferia, la precariedad —lejos de ser folclore de escasez— expone la infraestructura como un campo de disputa de datos, de cuerpos y de futuros posibles.
Quizá la mayor virtud de The future is now? sea recordarnos que la IA no es un destino inevitable ni una promesa neutra, sino un territorio en disputa simbólica y política. Desde esta isla del mundo se reactiva una pregunta urgente: qué futuros podemos imaginar colectivamente cuando la tecnología se apropia, pero también se resignifica.
Para quienes buscamos traducir lo complejo en lenguajes habitables, esta exposición es mucho más que arte digital: es un laboratorio de posibilidades. Un recordatorio de que, incluso sin permiso de la conectividad, es posible producir sentido, sostener pensamiento crítico y reconfigurar lo humano en diálogo con lo artificial.
Que esta exposición sea apenas un punto de partida. Que vengan más grietas, más preguntas, más imaginarios.
Evelyn García Hernández
Foto: Laboratorio de Arte y Tecnología (LAT)