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El arte de coser desde la tradición

Aymara Rodríguez Rivero tiene 24 años y aprendió a coser antes de hablar. Su pasión por las telas, los hilos y las agujas viene desde pequeña y, como muchos cubanos, su profesión nace desde la tradición.

¿Cómo se convierte la costura en algo tan importante?

Mi abuela es costurera, así que crecí rodeada de retazos de telas y máquinas de coser. Siempre me fascinó ese mundo y solía confeccionar ropa para mis muñecas. Con el tiempo me enfoqué más en mis estudios, eso me alejo un poco de las máquinas, hasta que me di cuenta de que no encontraba piezas que me gustaran lo suficiente, y entonces tomé la decisión de crear mis propios atuendos.

¿Cuándo deja de ser un hobby para convertirse en tu profesión?

Durante la pandemia coser se transformó en un espacio seguro. Al pasar los días en casa quise probar otras técnicas y me empecé a interesar por el bordado. Luego de mucho pensarlo, fundé un emprendimiento de bolsas bordadas a mano y, a raíz de este proyecto, entré en el programa Mentoras Creativas. A través de este espacio hice una pasantía en Dador Habana como costurera. Este paso me demostró que la costura era mi pasión y a lo que me quería dedicar toda mi vida.

¿Cómo ha sido tu experiencia como profesional de la costura?

Mi experiencia viene desde hace un año, aunque llevo siete cosiendo, y ha sido maravillosa. El estar este año rodeada de otras costureras ha sido increíble y enriquecedor. Trabajar de costurera en Cuba es un reto, una lucha diaria. Trabajamos con máquinas que tienen muchos años. No importa si estás en tu casa o en un taller. Estamos acostumbradas a enfrentar estos obstáculos y creamos con los recursos que tenemos. Nos inspiramos las unas de las otras y nos apoyamos en todo. Es una comunidad fuerte y aprendo de mis colegas todos los días.