Son casi las 10 de la noche, ya es un poco tarde para que una niña de cinco años esté despierta, pero es imposible dormir antes que acabe el cuento. Mientras los ojos de la pequeña están cada vez más abiertos, se escucha… “A partir de entonces, los dos animales convivieron en la misma jaula. El león no hacía ningún daño al perro, dormía a su lado y a veces incluso jugaba con él”. En voz de mamá (que no es igual a ninguna otra voz en el mundo): “El león y el perrito”, un cuento de León Tolstoi.

Después de esta primera noche, ella repetirá el cuento quizás unas cincuenta veces más. Leer antes de dormir se convertirá en un ritual para ambas. A veces, el placer por la lectura comienza mucho antes de saber descifrar la combinación de las letras.

Precisamente, la lectura en los niños tiene un poder casi mágico. Algunos especialistas apuntan que los libros aportan a los pequeños, habilidades lingüísticas; les permiten ejercitar el cerebro a través de la memoria o el entendimiento; les ayuda a conocer a los demás y, por tanto, a generar empatía; fomenta su curiosidad y fortalece la capacidad de concentración y atención.

Y es que esa magia no caduca cuando creces. Es muy difícil despegarse de los libros una vez que cultivas el hábito de leer; es como una fuerza mayor que te lleva siempre al mismo lugar donde descubres nuevas personalidades, diferentes conflictos, paisajes, situaciones, culturas, conocimientos …donde evades simplemente, el día a día y dices adiós a la soledad.