Pocos seres hay en el mundo tan entusiastas como los cubanos. Pero, es que “entusiasta” incluso, se queda muy corto para definir la algarabía de quienes siempre buscamos un pretexto para celebrar.
En esa identidad de fiesta hay mucho de celebraciones tradicionales, heredadas por siglos, y otras de carácter espontáneo o religioso. Tanto así que, algunas de nuestras fiestas califican como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, dicho en otras palabras:fiestas universales. Las parrandas son de esas celebraciones cubanísimas, en las que merecemos estar al menos una vez en la vida.
Cuentan que todo comenzó en Remedios, a pocos kilómetros de la icónica ciudad de Santa Clara. Corría diciembre de 1820 y el párroco de la ermita animó a muchachos de la calle con matracas, pitos y latas, a llamar a los feligreses para asistir a la Misa del Gallo.
Así, la idea del párroco se volvió fiesta y de fiesta pasó a convertirse en uno de los espectáculos más hermosos de la isla. La herencia llega a nuestros días y consiste en el enfrentamiento amistoso entre dos barrios, El Carmen y San Salvador. El desafío es a golpe de fuegos artificiales, bailes, luces, colores, carrozas, bailes… La rivalidad se resuelve en la fiesta.
“Carmelitas” (pobladores de El Carmen) y Sansaríes (de San Salvador), se enfrentan simbólicamente como Gavilán y Gallo, por demostrar quién baila más y mejor, quién construyó la carroza más vistosa, quién es más alegre, quién sorprende más con ingenio y creatividad. Así es después de poco más de doscientos años.
Las parrandas mueven los hilos de los barrios y marcan la cotidianidad de diciembre. En silencio, como quien busca sorprender a toda costa, los bandos se preparan yrecrean historias para narrarlas en la gran noche del 24 de diciembre. La rivalidad teje un pacto de confidencialidad en cada grupo. ¡Ay de quien traicione la confianza de su barrio!
Quizás en ninguna otra fiesta se reúnan de forma voluntaria tantos artistas populares: músicos, bailarines, coreógrafos, vestuaristas… pero también, artesanos, constructores, pirotécnicos, electricistas, y muchos otros.
En la mañana del propio 24, cuando todavía reina la calma, los dos grupos se reúnen en una única procesión, hasta el cementerio donde descansan parranderos insignes de todos los tiempos. ¡Cualquiera con una pizca de sensibilidad se estremece!
Cae la noche y la parranda se vuelve fiebre, arde la gente arrollando y bailan a la luz del cielo de fuegos artificiales. No son solo remedianos, hay gente de toda Cuba y también de muchos lugares del mundo, la voz se ha regado y las personas quieren vivir también de esta algarabía y tradición.
Pero, probablemente, lo más curioso de las parrandas es que no hay jurado que dicte victorias o derrotas, más allá del propio pueblo, juez y partede la noche. Si hay o no un bando ganador, lo importante es que la victoria se vuelve fiesta para todos.
Aunque Remedios es la cuna de esta tradición, otros 18 pueblos de la zona central de Cuba celebran sus parrandas: Zulueta, Buena Vista, Camajuaní, Vueltas, Taguayabón, Encrucijada, El Santo, Calabazar de Sagua, Caibarién, Placetas, Quemado de Güines, Yaguajay, Mayajigua, Guayos, Zaza del Medio, Chambas y Punta Alegre.
El pasado 2019 no hubo fiestas, la covid-19 nos constriñe a espacios cerrados, gavilanes y gallos se quedaron en casa esta vez. Pero eso es solo la certeza de que cuando se vuelvan a celebrar, iremos con muchas, muchísimas más ganas. Cuba no vive ya sin parrandas.