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Criogenia de Giselle Lucía

A Giselle Lucía la vi por primera vez en el periódico. Una joven que con solo 24 años había alcanzado varios premios literarios. La expresión de sus ojos me atrapó más que el artículo. La admiré desde ese momento.

Personalmente tenía inquietudes por ser escritora y fue ese mi primer acercamiento a los cómos y las maneras de hacer en Cuba. Aquel artículo no quedó en el olvido como tantos periódicos, lo conservo como parte de mi camino.

Años más tarde me llega un correo con una solicitud para cubrir un festival, y la persona que firmaba era Giselle Lucía, fue un orgullo para mí, nunca se lo dije y ahora tengo la oportunidad.

Finalmente aquella muchacha sencilla, un poco callada se me pone en frente, me permite una oportunidad para trabajar, me regala su tiempo. Conocer su poesía es lo menos que puedo hacer.

Pero Giselle no solo es escritora, en ocasiones no le gusta que la etiqueten, es como cerrar con llaves una puerta, y para crear debemos abrirnos, explorar, volar, quizá por eso, ella es una artista multidisciplinar: diseñadora, escritora, artista visual; a mí me gustaría decir Giselle y ahí cabe todo.

Sus redes sociales son el vehículo para mostrar su trabajo, ella trabaja para los niños, con los niños, se inunda de la tierra para crear, teje historias; vive para el arte.

El primer libro que llega a mis manos fue “¿Qué nombre tiene tu casa?” una novela infantil que me acercó a mi infancia y me hizo apreciar los lugares de una forma diferente.

Con todo ello me acerco a su obra Criogenia “Premio David de Poesía 2019”. La poesía de este libro es orgánica, Criogenia nos acerca al proceso de congelación de los objetos, un objeto que puede ser una casa, los recuerdos o una madre.

Criogenia, Ediciones UNIÓN, 2021, ilustración de cubierta, también de Giselle Lucía, nos llega con una dedicatoria a su familia. Está dividido en tres etapas, “Sobre el cadáver”; “Anatomía del frío” y “Acto de reconocimiento”.

En palabras de la autora: “la escritura requiere del hábito del silencio y la observación”, y curiosamente me acerco a esta propuesta y observo el silencio. Un poemario que cuenta con 55 poemas en verso libre y nos presenta una línea personal y poética ante el dolor, la soledad, ante personajes que permanecen vivos o muertos, pero permanecen.

El cuerpo se entremezcla con el arma, el objeto y la acción latiendo como una amalgama para conformar una poesía directa y familiar. Es una poesía que no te deja inerte, mientras leo veo el mundo desde una forma diferente, encuentro razones y me observo. Uno de mis títulos favoritos es DESCONOCER(SE), en esa acción de observarnos desde fuera como nuestro propio objeto de ensayo.

Mi poema favorito es PIELES que me acerca a quién soy y dibuja mi silueta:

Aquel que me ha visto feliz

probablemente se ha enamorado de mi sonrisa,

sin saber que como la piedra dura

fui sembrada en la tierra

aunque mis raíces crecieron irreprimibles hacia el cielo

y, negándome a ser roca, me convirtiera en árbol.

 

Aquel que ha mirado profundamente a mis ojos

podría dudar de lo que existe

y entender que esto nunca fue una coincidencia.

Sabe que llevo mis marcas dentro:

criaturas que aprendieron a domesticar el tiempo

y las imperfecciones terribles de la vida.

Sabe que puedo ser frágil sin llegar a romperme,

que mi cuerpo soporta cualquier ballesta,

que teniendo a mi mente jamás puedo estar sola

y que cuando mi pecho se llena de agujeros

lo único que hago es sonreír.

El cuerpo, la ciudad, las infancias, las casas, el país; Giselle es una pequeña isla que encuentra refugio en su arte, que escribe para hacerse más fuerte y no morir.

Por: María Karla Larrondo González