En la Cuba actual, pocas expresiones musicales han generado tanto debate y controversia como el reparto. Surgido a principios de la segunda década del siglo XXI, este fenómeno cultural ha dado mucho de qué hablar, no solo entre los fanáticos de la música, sino también en las redes sociales y los medios de comunicación oficiales. ¿Pero qué es realmente el reparto? ¿Por qué ha sido tan polémico y qué significa para nuestra sociedad?
La calle Obispo, por ejemplo, fue bautizada en honor al obispo Juan de las Cabezas Altamirano, quien impulsó su reparación en el siglo XVII para unir el puerto con la Plaza de Armas. Los habaneros, agradecidos o quizás irónicos como buenos criollos, comenzaron a llamarla “la calle del Obispo”. Hoy, Obispo es el corazón turístico y comercial de la Habana Vieja, donde conviven lo sagrado y lo profano entre librerías, bares, turistas y habaneros que la cruzan cada día sin imaginar que pisan sobre siglos de historia.
San Lázaro, en cambio, tiene alma de promesa. Su nombre proviene del antiguo hospital de leprosos que allí existía, y que dio origen a una de las tradiciones de fe más arraigadas en el pueblo cubano. Cada 17 de diciembre, miles de personas recorren la calle San Lázaro hasta el Santuario del Rincón, cumpliendo promesas al santo milagroso. En ella la devoción se mezcla con la vida cotidiana, como si el polvo del camino guardara la energía de todas esas plegarias que aún resuenan entre los pasos de los creyentes.
Zanja parece un nombre humilde, pero fue sinónimo de modernidad. En el siglo XVI, por allí corría el canal que traía agua desde el río Almendares hacia el centro de la ciudad: la famosa “Zanja Real”. Por ese cauce fluía la vida misma, y a su alrededor crecieron barrios, comercios y leyendas. Hoy, aunque el agua ya no pasa por allí, la calle Zanja sigue siendo uno de los puntos más vivos de La Habana, especialmente por su vibrante comunidad china. Es una metáfora perfecta: el curso cambió, pero el espíritu sigue fluyendo.
Y si de grandeza se trata, la calle Reina (oficialmente Simón Bolívar, aunque nadie la llame así) nació para ser majestuosa. Llevó el nombre de la reina Isabel II y fue símbolo de estatus, elegancia y vida urbana durante el siglo XIX. Por ella pasaban los tranvías y se abrían las tiendas más refinadas, donde la alta sociedad habanera lucía sus trajes de gala. Hoy, Reina combina su antiguo esplendor con el bullicio moderno, y aunque el tiempo la haya cambiado, conserva ese aire de realeza que la distingue de todas las demás.
Caminar por La Habana es como leer un libro sin tapas, donde cada calle es un capítulo distinto, lleno de personajes, anécdotas y símbolos. Es una ciudad que se cuenta sola, que guarda en sus nombres la memoria de sus santos, sus gobernantes, sus oficios y sus sueños. Porque en La Habana, nada se llama así por casualidad: todo tiene historia, alma y sabor.
TUNTURUNTU