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Asere, candela: ¿se quema el idioma?

Claudia estaba de vacaciones en Berlín. Cubana de 1.70 metros de estatura, ojos verdes y rubia hasta los pies, bien se podía confundir entre las chicas de la ciudad. En su tercer día de estancia, tomó un taxi y de dispuso a recorrer la capital.

Durante el viaje, sintió un fuerte olor a quemado y de golpe gritó: ¡fireeeee! El chofer que no se percataba de lo que sucedía y al parecer tampoco entendía el inglés de la cubana, seguía conduciendo tranquilamente.

Ella continuó gritando, hasta que en un punto se sobresaltó y con los ademanes de una chica nacida y criada en Centro Habana, dijo: ¡asere, candelaaa! Bastaron dos palabras, en un tono puramente criollo, para que el chofer entendiera que estaban a punto de incendiarse.

La idiosincrasia ya sabemos que no es cosa de apariencias físicas. La cubanía aflora en la piel y, sobre todo, se nutre de nuestros gestos y palabras. Precisamente, el español (y su entonación) nos singularizan y nos hace propietarios de lo que casi podríamos llamar una lengua local.

En el propio país existen diferencias para referirse a los mismos objetos y circunstancias. Lo que en La Habana es un sillón, en Holguín o Camagüey es un balance. Las frituras que se hacen de plátano verde, en occidente son chicharritas, y en oriente mariquitas.  Pero en esa diferencia, hay frases que digamos son universalmente cubanas, como, por ejemplo, “asere, ¿qué bolá?

Del campo también vienen palabras ya enraizadas en la cultura nacional, empacho es una de ellas. Probablemente no existe un cubano que no se haya empachado alguna vez en la vida, pues se trata de una típica mala digestión. Incluso, hay familias que heredan el don de “curar el empacho”, con masajes en determinados puntos del cuerpo y hasta midiendo con una toalla.

Pero ahí no acaba la historia, empachado en Cuba también es aquel que tiene mal carácter, malas maneras de referirse a los demás o simplemente alguien intransigente.

Para enriquecer cómo nos comunicamos, también extrapolamos frases de canciones de géneros urbanos. No es fortuito que para expresar que una mujer está excepcionalmente hermosa o que es valiente o inteligente, escuchemos decir que es “Dura, Magaly”.

También de la religión yoruba provienen algunas expresiones que se pueden usar por practicantes o ateos. Si oyes decir que “estoy iré” es porque esa persona ha corrido con mucha suerte en una situación determinada.

Algunas marcas locales, se han valido de estas frases típicas para estamparlas como sello de autenticidad. Son reconocidas las camisetas “Asere ya, gracias” de Clandestina o las “Ashepa’ ti” de BeyondRoots, por solo citar dos ejemplos.

De manera general, lo cierto es que la expansión del español al continente americano trajo aparejada una evolución de ciertos rasgos fuera de las fronteras de la península ibérica. Fue así que el idioma comenzó a nutrirse de una amplia lista de neologismos provenientes del inglés, el francés, el alemán y de las culturas autóctonas que habitaban ya la región.

Algunos encumbrados del idioma en ocasiones arremeten contra las formas populares de comunicación y olvidan que la lengua es una construcción colectiva y una expresión auténtica. En Cuba especialmente, el lenguaje va liviano y sin rigideces; se presenta metafórico y colorido, fruto de la inteligencia popular.