Vivir del arte nunca ha sido fácil. Si un niño dice que cuando sea grande quiere dedicarse al arte, al menos un integrante de su familia se lleva las manos a la cabeza. Porque los artistas se mueren de hambre. Porque no hay trabajo.
Pero, entonces, ¿qué hace uno con todo lo que lleva dentro? ¿El artista nace o se hace? Yo creo que nace y se mejora con el tiempo. Y uno no puede dejar de querer crear, porque el arte va dentro de sí mismo y es lo que impulsa al artista.
Si de pronto la humanidad se extinguiera y volviera a surgir y evolucionar, el arte volvería a nacer. Porque antes de hablar bailábamos e intentábamos cantar. Porque elegimos el arte como manera de expresarnos y trascender.
El problema es que el arte es peligroso. Te hace pensar y te hace querer decir cosas. Te hace querer cambiar el mundo. No conviene que existan los artistas, y no por el viejo cuento de “¿entonces quién va a cultivar la tierra?”. No conviene que existan los artistas porque casi todos hablan de sentimientos, de humanidad, de transformación social, de lo mal que estamos.
Para ser artista hay que estar estable financieramente, y para ello hay que dividirse entre la dicotomía de hacer lo que se ama o hacer lo que vende. Se cree que es fácil ser artista, pero no lo es. Se cree que el arte no es necesario, pero al final del día a todos nos gusta una canción, un poema, una película. Y realmente no hay tanta diferencia entre un médico, un agricultor y un artista. Todos, de algún modo, salvan vidas.
Vivir en Cuba tampoco ha sido fácil. Nunca. Jamás hemos estado sobrados de transporte, comida, ocio. Jamás hemos podido decidir ampliamente qué hacer en las vacaciones, qué platos cocinar o cómo vestir.
Ser artista en Cuba conlleva, entonces, el doble de sacrificio. No es fácil comprar instrumentos, llegar a un ensayo, tener una computadora o conseguir materiales para pintar o esculpir. Muchas veces implica también un gran sacrificio por parte de las familias para sostener económicamente un sueño.
Pero, ¿y después? ¿Qué queda? ¿Cómo se sobrevive en una isla donde cada día parece que se acaba el mundo? Hay vías, hay que saber buscarlas. Hay que hallar el equilibrio entre hacer lo que se ama y hacer lo que se vende. O cambiarlo todo sin dejarlo todo. Inventar, en un punto totalmente contrario, la manera de vivir en una zona que, desde luego, no es tu zona de confort, pero que es rentable y que aprendes a amar.
¿Qué hace para sobrevivir el artista cubano?
María Laura Germán / @marialauragermanaguiar / @una_talla_natural
María Laura no es una mujer común; por tanto, no es una persona que puedas ignorar fácilmente. La primera vez que la vi fue actuando con Teatro El Portazo. Ser actriz es una de sus facetas. Es actriz, dramaturga, directora, escritora, emprendedora y madre.
La primera vez que le hablé fue después de ver I Want, su primera obra como directora. Entonces escribí: “Siempre la he admirado, soy fan. La muchacha escribe, actúa y dirige. No se queda quieta. Trabaja para niños y hace teatro en cabaret con la misma energía y el mismo amor. A los teatristas como ella se les nota la pasión por encima de la ropa.”
Creó I Want como resultado de “dos procesos acumulativos: tantos años haciendo teatro y con ganas de dirigir, pero con terror a hacerlo, y la pandemia”, durante la cual comenzó un trabajo de creación colectiva online que nunca llegó a concretarse, pero que la salvó de “la terrible desolación de la cuarentena”.
Lo hizo por “la necesidad de decir cosas de una forma diferente”, a su manera, “que no es más que la conjunción de aprendizajes en Teatro de Las Estaciones y Teatro El Portazo”.
Sin embargo, ahora mismo I Want está en pausa. María Laura me dice que no lo logra, que “ahora mismo hacer teatro independiente no es sustentable. O al menos yo no lo logré.”
Decidió, entonces, buscar otra vía. Y fue así como llegó a la cosmética natural, emprendió porque tiene a Lola, su niña, y porque el teatro solo no le daba aunque sé cuánto de sí entregaba.
Me dice que es lo mismo vender cosméticos que presentar una obra de teatro, pero que, por sobre todas las cosas, le pone “la misma bomba” a todo lo que hace. Le gusta que las cosas queden bien, y sé que es una mujer que se apasiona. Se enamoró del proceso, descubrió un universo que le encanta. Y, aun así, con varios trabajos y una vía alternativa, tampoco alcanza.
Pero, ¿cómo logra llevar ambos trabajos junto con el más duro y peor remunerado, ser madre? Organiza el tiempo, escribe “hasta que se agota la batería”, lleva redes sociales hasta que se cae la conexión… Y se agota, por “no descansar buscando y haciendo mil cosas para tener dinero. No descansar escribiendo o inventando a deshoras. No descansar lavando o cocinando de madrugada”.
La “aniquila” ese agotamiento físico y mental, aunque sea “la persona más positiva del mundo” y, a veces, tiene que “sacar la creatividad y ponerla al sol, para que reviva”.
Su dramaturgia es difícil rompérsela, me dice; si le quitan eso, ¿qué le queda? Pero no está dirigiendo, por cómo se vive en este país. Espera dirigir Miss Drama pronto, debe dirigir Miss Drama pronto. Y ella toca madera y yo también, por ella.
Sobrevive con un ojo que le tiembla, ataques de ansiedad en los que tiene hambre todo el tiempo, buscando consuelo en la risa de su hija, en el apoyo de su novio, mirando el río cada día cuando atraviesa la ciudad de Matanzas con Lola en el coche. Tragando en seco y volviendo a empezar. Cada día. De cero. Trabajando.
Recibe apoyo de todas partes; la apoyan en todo, dice ella que eso la hace feliz y supone que es el resultado de tantos años trabajando, pero también es por todo lo bueno que desprende.
Necesita al público, a la comunidad, pero el apoyo de su familia es vital. En lo práctico y en lo emocional. La confianza y delegar tareas. Acompañarla y cargar mesas y productos, sostener “toda esa locura” que es cuando quiere lograr algo.
¿Es el arte una herramienta de resistencia y transformación? De resistencia, sí. De transformación… únicamente interna y personal. Porque ya está visto que en este país no es uno quien transforma nada.
No le pregunto si ha pensado dejar el teatro, porque es preguntarle si ha pensado en dejar de existir. En cambio, le pregunto si ha pensado irse, llevar su arte a otro lugar. Me dice: “Estas son probablemente la pregunta y la respuesta más tristes que he dado en alguna entrevista. Yo nunca había valorado la idea de irme. Nunca. Ahora pienso en eso casi todos los días. No todos, pero casi todos. Y eso me estruja el corazón”.
La Salamandra-Dedos: Tiendita de Juguetes / @teatrodetitereslasalamandra / @dedos_tienditadejuguetes
El Grupo La Salamandra nació el 18 de julio de 2002. Lo nombraron así por historias muy íntimas de sus fundadores: Ede Rodríguez y Roberto (Kiko) Figueredo, ligadas a estos animalitos que pululan en las casas.
En sus inicios, los espectáculos estaban destinados a niños, con fuerte presencia musical. Poco a poco, la estética del grupo fue evolucionando, esto ligado a la incorporación en 2014 del diseñador escénico Mario Cárdenas, hasta asentarse como uno de los grupos de teatro de títeres más relevantes de la escena cubana actual.
El uso del teatro objetual, de pequeño formato y de títeres de papel los distingue, además de ser una de las pocas compañías del país que hacen espectáculos de títeres para adultos.Durante la pandemia, lanzaron en sus redes sociales dos capítulos de lo que posteriormente sería una serie para televisión: El Teatrino de Diego.
La idea parte de una investigación que realizaban Ede y Mario sobre los teatrinos de papel, los cuales eran vendidos como juguetes en las editoriales, apoyados en la literatura y en el teatro. Este fue el principal precedente de la serie, basada en el poemario Soñar Despierto, de Eliseo Diego.
A partir de aquí les surgió la necesidad de subvencionarse y buscar vías para escapar de la precariedad. Fue entonces que nació Dedos, una tiendita de juguetes artesanales y didácticos cuyo público objetivo era justamente el público de La Salamandra.Uno de sus productos estrella, los teatrinos de papel basados en cuentos clásicos como «La Caperucita Roja» o «Los Tres Osos», permite que los niños no solo reinterpreten los cuentos, sino que también se conviertan en los dramaturgos de sus propias historias, improvisen textos e involucren a sus padres en el juego.
Los inicios estuvieron marcados por grandes retos. Primeramente, el marketing, con lo cual no estaban habituados a trabajar cuando creaban para el teatro y que les era altamente desconocido, los obligó a “estudiar y a pensar el producto con un fin comercial además añadido”. Debieron aprender incluso cómo hacer una pequeña empresa y hacerla rentable.
A esto se suma el hecho de que se trata de una producción seriada y continua, que requiere de proveedores y cálculos de la relación costo/ganancia, algo a lo que tampoco estaban acostumbrados. Prefieren obtener una ganancia mínima a imponer precios excesivos.
El hecho de que sea un producto artesanal, completamente hecho a mano, significa que será único; no hay dos iguales. A Mario le gusta la idea de que cada niño y cada familia tiene en sus manos un producto hecho especialmente para ellos.
El estudio de grandes negocios les demostró que la creatividad es esencial en el emprendimiento, sobre todo cuando se enfrentan a dificultades como la falta de materiales y la necesidad de soluciones innovadoras. Hasta ahora, han fabricado los juguetes con papel craft, cartón maqueta, cartón corrugado, cartulina y acetato, aplicando técnicas como el papel maché para mejorar su durabilidad.
Antes de comercializarlos, realizan pruebas internas con niños cercanos, lo que les ayuda a evaluar su resistencia y funcionalidad. Este proceso no solo mejora la calidad de los productos, sino que también los inspira a crear nuevos juegos y explorar distintas posibilidades con materiales accesibles y económicos.
Más allá del entretenimiento, los teatrinos fomentan la conexión con la literatura, incentivando a padres y niños a explorar cuentos y relatos. Lo realmente sorprendente es la manera en que los niños, desde los 4 hasta los 9 años, interactúan con los teatrinos, generando un espacio escénico propio donde diseñan su narración y estructura teatral.
Los niños utilizan el espacio del teatrino a su favor: crean zonas oscuras para resaltar personajes con luces y estructuran entradas y salidas laterales, demostrando un entendimiento intuitivo del teatro. Este tipo de juego físico es cada vez más valorado por los padres, quienes buscan alternativas alejadas de las pantallas para incentivar la creatividad y el pensamiento imaginativo.
Los niños incluso dirigen a sus padres en la escena, asignándoles posiciones y ajustando elementos escénicos como las luces, lo que evidencia la profundidad de su creatividad. Muchas veces, los padres guardan el juguete para que los niños no lo rompan. “El juego va desde el punto de vista lúdico hasta coleccionable”. A esto, Ede y Mario responden que “para eso están. Son construidos pensando en la durabilidad”. Entonces piden que el niño haga lo que quiera con el juguete, pues no se va a romper; para eso está hecho.
Ahora, además, cuentan con un espacio físico en la recién inaugurada tiendita Corazón Feliz, situada en Teniente Rey y Compostela, en La Habana Vieja. Aunque esperan tener su propia tienda física.
Dedos es un emprendimiento creado por personas que aman lo que hacen y han buscado la manera más hermosa posible para subsistir. Sus productos entretienen, educan e informan; siembran en los niños el amor por el teatro y estimulan la imaginación, además de ser estéticamente hermosos. Y ese amor que sienten los niños y los padres al ver y usar el juguete no es más que el amor que emanan unos productos hechos completamente con dedicación.
José Ignacio López / @utopian_mine
José Ignacio es graduado en Diseño Escénico por la Facultad de Arte Teatral de la Universidad de las Artes, Instituto Superior del Arte (ISA), pero se especializa en arte digital, animación, ilustración y diseño en 3D, trabajos que publica en sus redes sociales y en YouTube.
Los diseñadores en Cuba no la tienen fácil. No existe un mercado laboral que pueda explotarse, pues el mayor grueso de trabajo se encuentra en diseños publicitarios, contenido visual y material promocional para empresas, marcas, instituciones o emprendimientos.
Además, hay “una lista casi infinita de problemas cuando eres un creador que trabaja con medios y técnicas digitales”.
El acceso a los instrumentos de trabajo es uno de los principales desafíos. Se necesita, “como mínimo, un ordenador de gama media que tenga buena potencia para trabajar en las plataformas gráficas básicas, o computadoras de altísima gama para crear proyectos extremadamente pesados que exigen un mayor procesador”.
También se requieren otros instrumentos como la tableta Wacom, cámaras y segundos monitores. El principal problema es que en Cuba no se comercializan este tipo de productos, y entonces los diseñadores deben conseguirlos a través de terceras personas, comprados en el exterior, a precios duplicados o más.
¿Cómo se sostiene esto? “Magia. Para entenderlo más fácilmente: cada creador tiene dos líneas, una creativa y una comercial. Básicamente, la comercial sostiene a la creativa hasta que te ‘descubran’ o te mueras de hambre”.
José afirma que “los creadores no están exentos de la tendencia común del cubano a la cual llamamos ‘vivir del invento’. Continuamente reinventamos y nos adaptamos; no hay otra realidad. El caso es que todos tenemos formas diferentes de encargarnos del problema y, de cierta forma, eso hace que el arte cubano sea algo auténtico”.
Una de las vías que se han encontrado en Cuba para que esa parte “creativa” de los artistas no muera en los archivos es fundar ferias de venta de arte gráfico, como los proyectos V de Vendutta o Hermercado.
Aquí, los artistas comercializan sus obras en diferentes formatos, crean un público y una comunidad, y promocionan su trabajo. Además, “exposiciones y colaboraciones que se traducen institucionalmente en ‘rellenar huecos’ porque hay que hacer eventos y cumplir con el plan”, pero que, para los artistas, “constituyen una oportunidad más de mostrar la obra al público para ganar promoción de lo que, en cierto punto, no muestran en las redes sociales”.
En este sentido, tanto para el trabajo creativo como para el comercial, es fundamental la comunidad artística y las interrelaciones entre artistas, así como las recomendaciones que se hacen unos a otros.
De esta forma, los creadores cubanos han desarrollado una “empatía única, ya sea por solidaridad o por necesidad”. Se enriquecen mutuamente en cuestiones técnicas y surgen miles de ideas nuevas que generan oportunidades para volver a colaborar y madurar creativamente.
José señala el trinomio artista, obra y espectador, pero en el contexto cubano añade «el problema» como otra vertiente importante en este trinomio. Esquivar este aspecto se vuelve parte del proceso creativo y toca “la fría realidad de ‘experimentar’ con lo que hay, porque no tenemos de otra”.
“El arte es resistencia cultural en general. La ilustración, el diseño y el arte digital son parte fundamental del contexto cultural en cualquier parte del mundo”. “Estamos en una posición geográfica privilegiada para conocer el verdadero concepto de la palabra ‘problema’. Los que sabemos aprovechar esto conocemos lo difícil que es crear en estas circunstancias, pero también disfrutamos de cada idea como si fuera toda una vanguardia encerrada en cada obra. Yo definiría a los artistas cubanos como bestias creativas”.
Ana G. Ramos / @alma.ver_da
Ana es poeta y holguinera. Después de asistir a varias lecturas en esa suerte de oasis que fueron, en 2020, las peñas de Ediciones La Luz, supe que vendía productos de cosmética natural que elaboraba con sus propias manos.
Desde la primera compra me quedé. La fineza con que presentaba los productos, las etiquetas manuscritas, los rústicos empaques y un libro de poesía de regalo con cada pedido, sumado a la eficacia y calidad de los productos, me fidelizaron como cliente.
Empezó con Verda, la tienda, durante la pandemia. Le tocó reinventarse en ese periodo, porque aclara que de la poesía nunca ha vivido. “Verda empezó como terapia ocupacional, pero poco a poco fue tomando forma hasta convertirse en un negocio legal”.
Dividirse entre poeta y emprendedora, al principio, le creaba conflicto: “porque cuando tenemos nuestra energía dividida es imposible que todo salga bien”. Sin embargo, admitió que tuvo que adaptarse, aunque en eso todavía está. Hace “más jabones que poemas”, pero vive entre escritores.
Aunque quiera, no puede olvidarse de la poesía. “En Verda existe un poco de lo convencional de la poesía; cada uno de los productos está hecho a mano, intencionados a un público específico: naturalista, emocional y sensible. La energía poética no se aleja del negocio”, y, por tanto, de ella tampoco. Por eso regala libros de poesía con sus productos, como gesto simbólico, una forma de resistencia o una manera de mantener viva la poesía en medio del comercio. Por eso y por salvarse, “intentando a toda costa que confluyan Verda y la poesía”.
Los clientes, principalmente, se asombran al recibir los libros. “Hay quienes los devuelven porque creen que se trata de un error”. A Ana le reconforta ver sus expresiones. Aunque sea por un segundo, siente que los hace felices. Sobrevive tratando de ser feliz, intentando convertir en luz lo que tiene. Sostiene su escritura a base de fuerza y oficio, sin esperar a las musas. Le es imposible siquiera pensar en renunciar a la poesía.
Aunque quisiera admitir que el arte nos salva, me dice que “en esta Cuba triste ni el arte salva”. Pero depende de la poesía, en gran parte, nuestra supervivencia. “Lo que decimos y cómo lo decimos, los símbolos que podemos utilizar para expresar la realidad, esas son las cosas que nos preservan”.
Adrián Aguiar / @adrianaguiar_guitar
Adrián Aguiar es guitarrista. Se puede usar un lugar común y decir que hace que su alma transgreda y salga, en sonido, de su guitarra. A veces los lugares comunes llegan a serlo porque son acertados. Es compositor. Empezó a estudiar música a los 8 años en el Conservatorio Alejandro García Caturla, con el violonchelo. A los 12 cambió a la guitarra.Buscando sobrevivir desde la música, ha tenido que expandirse e integrarse en mayor o menor medida en muchos círculos artísticos diferentes: “Desde trovadores, música clásica, acompañar a cantantes de feeling, hacer jazz, música cubana, tocar guitarra eléctrica, etcétera”.
Todo esto “conlleva inevitablemente estar dividido en muchos proyectos diferentes a la vez”. Toca con grupos “desde David Torrens y William Roblejo’s Trio hasta Tobías Alfonso Los Monos Lácteos” y acompaña a Annys Batista (cantante). La versatilidad juega un rol clave.
“Y entre todo esto está el drama de no perder de vista tu propia voz, visión y desarrollar tu propio proyecto, composiciones, etcétera. Es complejísimo, pero muy lindo a la vez”. Y aún así no basta. Adrián se divide, entonces, entre sus funciones de guitarrista en grupos, su propia música y ofrecer recorridos turísticos por La Habana. Comenzó “básicamente por la necesidad de un ingreso más representativo y estable a la vez”.
“No tener familia en el exterior ni personas cercanas que manejen dólares es una desventaja”, especialmente cuando es necesario adquirir equipos, guitarras y sueños. Siempre le gustaron los idiomas y la comunicación, así que decidió dar el paso e integrar grupos de personas que dan tours. Hoy lo tiene totalmente integrado a su vida. Se siente “un superhéroe que se cambia de disfraz”: por las mañanas guía y por las noches es músico.
Adrián intenta que sus dos ocupaciones, aparentemente tan distantes, se complementen. Ser guía le ofrece “más seguridad a la hora de comunicarme, enfrentarme a lo desconocido: culturas y personas; competencias necesarias para la música”.
“Los idiomas son maneras de comunicar. La música es un idioma. Aprender a escuchar a tantas personas distintas, transmitirles un mensaje con la mayor claridad y seguridad posible, siendo capaz de improvisar en el camino. Eso es música”.
Lo negativo sería, en cualquier caso, que dedicarse a otra labor le resta tiempo necesario para estudiar su instrumento. Y los retos, porque nada en Cuba está exento de ellos, mucho menos hacer música: “Lidiar con el transporte, la dolarización de todo, la necesidad de comprar cosas totalmente inaccesibles aquí y tener que esperar que alguien venga”.
Sin embargo, tener que decodificar y traducir la ciudad, hacer que otros la entiendan con todas sus luces y sombras, ha logrado que, como guía, se amplifique su sentido de la cubanía “de una manera increíble”.
Al necesitar investigar, conversar, debatir y buscar claridad y conocimiento sobre tantos temas del país y la ciudad, hoy por hoy “siento a Cuba de una manera intensa como nunca antes, y gran parte de ese sentimiento se debe a mostrar la ciudad y el país a visitantes de otros lugares”.
Nunca se ha sentido desconectado de la música. Es el centro gravitacional de su vida, aunque en algunas temporadas ha sido “mucho más intensamente guía que músico (por falta de conciertos o lo que sea), últimamente la música me está absorbiendo tanto que está ocurriendo lo opuesto”.
¿Ha pensado alguna vez que tendría que abandonar la música para poder vivir? Nunca.
Manuel Leandro / @manueleandros / @pocoalegreto_
Manolito, porque no se le puede llamar de otra forma, es una de las voces más prolíficas de la trova cubana actual. Es joven, pero lleva ya unos 15 años haciendo música, por lo cual sus amigos y oyentes percibimos que han pasado muchas vidas.
Y sí, desde cualquier rincón de Holguín, Manolito nos ha acompañado en muchas vidas, muchos cambios y muchas soledades. Su lírica y su guitarra lo distinguen, no hay dudas. Es por eso que, cuando hace dos años salió su disco *Mortal*, con los temas que siempre he nombrado “clásicos”, fue un logro no solo para él, sino para todos aquellos que hemos tenido esos clásicos como banda sonora de nuestra ciudad.
Un disco puede parecer un gran hito, y lo es. Pero en Cuba, los grandes hitos no siempre se traducen en grandes remuneraciones. Y cantar no siempre resulta rentable.
Todo se complica si no vives en La Habana. Es difícil acceder a los medios nacionales como la televisión, revistas y radio. También hay una gran diferencia en la cantidad de lugares donde se puede tocar en vivo, sin importar el género musical.
“En general, avanzar desde una provincia es muy difícil: las oportunidades, los proyectos y las opciones de desarrollo suelen concentrarse en La Habana. Y no todos tienen los medios o la posibilidad de mudarse definitivamente para probar suerte. Es loco, pero salvo algunas excepciones, si no tienes una presencia activa en La Habana, es como si no existieras como artista”.
Aunque ha pensado muchas veces en mudarse de Holguín, cita a Jorge Drexler cuando dice que la vida es más compleja de lo que parece. Mientras tanto, intenta encontrar soluciones en su entorno y viaja para compartir su música en otros lugares siempre que tiene la oportunidad.
Una de las opciones para llegar a sobrevivir como músico es tocar en eventos o locales privados. Muchas veces, sobre todo en ciudades pequeñas o con una discreta vida cultural, esos espacios no existen y entonces se produce cierta apatía hacia una música que sea diferente: “no solo con la trova. Hay un desinterés general por escuchar o apoyar cualquier expresión artística diferente”.
“Adaptar el repertorio puede ser una opción para generar algún ingreso extra, pero no es una solución real”. Manuel prefiere “otras formas de generar ingresos” para poder seguir haciendo lo que ama y “elegir bien los lugares donde tocar y aprender a promocionar el trabajo para llegar a quienes sí están buscando un sonido nuevo”.
Es aquí donde entran también plataformas digitales, como Bandcamp o YouTube, que permiten promover y, a la vez, monetizar los productos artísticos. Manolito reconoce Bandcamp como “una plataforma muy interesante, sobre todo porque es justa: te da mucha libertad para distribuir tu música. Además, es una buena vía para generar ingresos”.
Por otra parte, “YouTube es imprescindible hoy para compartir música: tanto los videos y shorts como el contenido en YouTube Music”. Es precisamente YouTube una de las alternativas que ha encontrado Manolito para, aun desde la música, lograr cierta estabilidad económica estando en la isla.
En su canal Poco Alegreto, que cuenta con casi 5 mil suscriptores, habla sobre música, comparte contenido especializado sobre artistas de distintas índoles y analiza productos desde su experticia. En principio, creó el canal de YouTube bajo su nombre “para compartir algunos materiales que tenía con Producciones Naufragio”.
A inicios del año pasado, comenzó una serie de shorts recomendando canciones, que poco a poco funcionó. Entonces cambió su nombre a Poco Alegreto y se animó a realizar “videos más largos sobre curiosidades, análisis y reacciones a bandas y artistas”.
Recientemente abrió un canal paralelo, dedicado exclusivamente a su música, para “poder llevar ambos contenidos por caminos separados”. El canal le funciona tanto como herramienta de difusión como fuente de ingresos. “A medida que el canal crece, se vuelve una herramienta de comunicación más efectiva”.
También le ha traído “la posibilidad de hacer colaboraciones y monetizar el contenido a través de los anuncios”. Pero las redes y plataformas no compensan la falta de oportunidades presenciales, de cara al público; “son un complemento imprescindible para los músicos hoy, pero no sustituyen el concierto en vivo”.
En Cuba, además, “siguen existiendo muchas limitaciones y desconocimiento sobre ese mundo, y no se consume música online de forma masiva”. “Las redes son una herramienta poderosa para crear comunidad y llegar a nuevas fronteras, pero no son suficientes. No solo por una cuestión económica, sino también por la necesidad emocional de conectar con otras personas a través de la música”.
¿Cómo logra sobrevivir sin dejar de cantar? Actuando sin esperar a que alguna institución resuelva los problemas y, sobre todo, siendo creativo no solo para generar oportunidades para su música, sino también para encontrar nuevas formas de llegar a los oídos correctos.
No es el fin…
Vivir en Cuba no es fácil. Nos torna pesimistas, nos agota. A veces no sabemos qué hacer o a dónde mirar para ver lo hermoso, pero es con gente como María Laura, como Ede y Mario, como José, como Ana, como Adrián y como Manolito que uno sabe que no es el fin, al menos para nosotros.
Anyi Romera