En estos tiempos, la falta de electricidad se ha convertido en una rutina para muchos cubanos. La vida sin luz ya no es algo temporal, es una realidad constante que afecta a familias enteras en su día a día. Los apagones, que en algunas zonas del país pueden durar hasta 21 horas, han cambiado por completo el ritmo de la vida cotidiana.
La incertidumbre es una de las cosas más difíciles de llevar. La electricidad se va sin previo aviso y, aunque a veces se anuncian horarios de cortes, rara vez se cumplen con exactitud. Las personas tratan de aprovechar cada minuto de luz que reciben.
En muchos hogares, la solución ha sido adaptar la rutina: cocinar temprano en la mañana, cargar teléfonos y otros aparatos cuando la luz regresa, y guardar agua en cubos para los momentos en que no hay ni una gota en las tuberías. Sin embargo, el calor, sobre todo durante la noche, es lo más difícil de soportar. Con ventiladores apagados y sin aire acondicionado, dormir se vuelve casi imposible. Familias enteras duermen en los patios o balcones, buscando algo de alivio en la brisa nocturna.
A pesar de las dificultades, el cubano siempre encuentra formas de salir adelante. En barrios enteros, los vecinos se apoyan entre sí. Quien tiene un pequeño generador comparte un poco de electricidad para mantener los alimentos de otros en buen estado o para cargar dispositivos esenciales. La creatividad también juega un papel fundamental: la gente se adapta a la situación como mejor puede, y en las tardes se organizan reuniones bajo la luz de las velas, charlando o jugando cartas para pasar el tiempo.
Aunque el pueblo cubano está acostumbrado a las dificultades, la situación actual ha generado un agotamiento profundo. La falta de luz no solo afecta las tareas cotidianas, sino también el estado emocional de la gente. Hay quienes se sienten frustrados, otros resignados. Pero lo que no se pierde es la esperanza de que, con el tiempo, las cosas mejoren.
Lo que queda claro en estos tiempos es la capacidad del pueblo cubano para resistir y adaptarse. A pesar de las noches sin ventiladores, los refrigeradores apagados y la incertidumbre constante, la solidaridad y el ingenio se han vuelto la luz que nunca se apaga. Aunque los apagones sean largos y las soluciones, por ahora, no parezcan inmediatas, el pueblo cubano sigue demostrando que, incluso en los momentos más oscuros, hay formas de mantenerse de pie.