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Los diez tiempos de Roberto Fonseca.

Por Sara Sánchez

 

Roberto Fonseca es un hombre de diez tiempos. Quizás porque el azar es concurrente, coincidimos en uno de ellos y las preguntas, las tantas sin respuestas, encontraron lugar en ese intervalo de la casualidad. Pero con este extraordinario pianista no cabe el lujo de ser crédula. Sus palabras tienen dos caminos, y la pose intimidante de hombre terco bañado en malos genios incita a irse por el incorrecto. Pero Roberto Fonseca está más allá. Esa primera impresión es solo la barrera natural que lo mantiene a salvo de la podredumbre de una farándula en la que no encuentra sitio. La misma línea imaginaria que también lo excluye de otros espacios imperdibles donde se le extraña.

A fin de cuentas es su decisión. La voluntad de alguien que se reconoce como humilde en primera instancia, cuando no lo es tanto. Para nada dócil este multipremiado intérprete, compositor, pianista, músico, y la ensarta de títulos que se le pueden atribuir, es hoy uno de los principales artistas cubanos que ha sabido labrarse un nombre en los circuitos internacionales del profuso mundo del jazz y el World Music.

Y sus últimos discos así lo han demostrado. Desde los primeros hasta ABUC, y más recientemente YESUN, su noveno álbum, hablan de esa suerte de amor por la tierra y las raíces, aunque se sabe de la sonoridad internacional que entraña cada nota…Los temas, con impronta de creencias y vivencias personales, recorren trozos ineludibles de lo que es Roberto Fonseca como hombre, y del camino hasta aquí. Kachucha, Mambo pa la niña, Ocha, o No soy de esos, componen una línea sonora que te empuja por múltiples géneros como el Rap, el Funk, el reggae o la electrónica, mezclados con un solo fin, transmitir.

Con una fuerte base afrocubana también, no podía ser de otro modo para un cubano, nieto de santera, practicante él mismo, conocedor y exponente raigal de nuestras raíces más folclóricas, llega YESUN. En muchos escenarios asegura que este es uno de sus trabajos más queridos, más completos, y personales. Lo podemos sentir en el tema Aggua, que junto a la bolerista Mercedes Cortes – su madre y una de las figuras más importantes en su carrera- trae consigo una fuerte carga emocional. Y es que este disco, como la propia Cuba, rodeado de mar por todas partes, pretende ser como ese elemento…dúctil, maleable, que llega y se cuela en todos lossegmentos y aunque sea en diferentes estados, trae consigo frescura y vida.

En sus últimas entregas hay más presencias de voces, más mezclas, más cosas por decir supongo. Y tiene que ver con la personalidad del artista: “…la mezcla soy yo, el resultado de como vivo, de como pienso, de lo que quiero…” asegura.

Fijado en el mercado, pero sin dejar que el mercado imponga, solo buscando algo que puede ser diferente, trabaja sin cansancio Roberto. Aun así sorprende lo comercial que llegan a ser sus presentaciones, y teatros y estadios llenos, las más prestigiosas salas del mundo, y hasta bodas de la realeza, pueden dar fe de ello. Parte indiscutible de una élite internacional, este hombre que se dice casero para sorpresa de muchos, todavía tiene por decir…

Y si…es un gusto inmenso escuchar su música, en este último disco, o en cualquiera de los anteriores, porque su premisa siempre ha sido divertir, conmover, sacar sentimientos. Pero no hay comparación con verle tocar. Sobre todo en lugares pequeños, los que prefiere por intimidad…los de esa Habana bohemia que se nos viene encima.

Mueve el pie derecho por vibraciones cuando ya no le alcanzan los dedos.Se muerde la boca por una reacción inconsciente. Se nota que no es un hombre que piensa en el futuro y digo yo que seguro tiene miedo envejecer. Por esoes avasallante con el presente. Que arrasa, que derrumba paredes invisibles a su paso y te lleva a otra galaxia donde solo te encuentras con un sonido que no quieres dejar de escuchar, provocado por los diez tiempos de Roberto Fonseca sobre las teclas de un piano…