Por: José Dos Santos
12 de enero 2020
Hace más de 20 años me llamó la atención un Bill Evans que no era el legendario y admirado pianista con ese nombre. La curiosidad con la que le escuché fue bien recompensada por el saxofonista neoyorkino así llamado. Desde entonces le he prestado atención a su intensa carrera, de la que tengo alguna muestra como su disco “Big Fun”, del año 2002, entre otros.
Tiene que ser bueno, me dije desde el inicio, no sólo por lo que escuchaba. Que el eterno Miles Davis le eligiera con sólo 22 años para la última banda que armó el trompetista, de 1980 a 1984, era un indicador suficiente de su talento.
Alguien capaz de codearse como igual, desde muy joven, con figuras como Toninho Horta, Steve Khan, Clifford Carter, Don alias, Manolo Badrena, Robben Ford y Herbie Hancok, entre muchísimos más, es evidente que tenía que ser de su estatura musical.
Y ahora, dos décadas después de aquel primer hallazgo, lo veo anunciado como participante del XXXV Festival Jazz Plaza, invitado de lujo de la excelente Joven Jazz Band del maestro Joaquín Betancourt, con talento suficiente como para arropar a uno de los grandes saxofonistas contemporáneos de jazz. Se les podrá apreciar en un concierto único que se realizará el 16 de Enero en la Sala Avellaneda del Teatro Nacional, a las 8 y 30 pm
William “Bill” Evans –nacido en 1958, en Clarendon Hills, Illinois– tocó también en sus inicios con la Mahavishnu Orchestra, de John McLaughlin, y con los Elements, de Mark Egan y Danni Gottlieb, experiencias que le ayudaron a escalar la empinada cima de un género cuajado de excelencias.
Luego comandó sus propias bandas, como Push and Soulgrass, en las que hizo uso de su maestría en los saxos tenor y soprano. A lo largo de su intensa vida artística ha grabado 17 discos a su nombre y recibido dos nominaciones a Grammy, entre otras muchas distinciones y reconocimientos.
Su estilo ha sido influido por grandes como Michael Brecker, Bob Berg, Sonny Rollins, Joe Henderson, John Coltrane y Stan Getz, relación que incluye a otro participante del Jazz Plaza 2020, Dave Liebman.
De atrevidas experiencias discográficas iniciales, fusionando ritmos callejeros de rap y hi-hop con el jazz, ha pasado a entregas de corte más melódico. De él se ha escrito que es “un músico sin complejos y que explora territorios musicales que va mucho más allá de los límites del jazz tradicional”.
En una entrevista realizada ya hace dos décadas, el saxofonista afirmaba: «Trato de hacer algo atrevido y aventajado, me aburre lo fácil». Por entonces desarrollaba una “amalgama de jazz y funk que él gusta de llamar groove melódico”.
De aquella entrevista realizada por Igor Cubillo, para El País, se puede conocer que Bill comenzó a tocar el piano con cinco años y añadió el saxofón cuando contaba con 11. “Me gusta el saxo porque tiene cualidades similares a la voz humana. Es muy expresivo”.
Significó entonces que admiraba “a cualquiera que haya convertido su música en su modo de vida, a cualquiera que no intenta ser nadie más que él mismo” y afirmaba haber aprendido “de todos los músicos con los que he tocado… mi mayor influencia es una buena canción y el objetivo de mi carrera es que mi audiencia me acepte por mi música”.
Ya entonces él consideraba que el jazz tradicional “es la base para todos los músicos de jazz a la hora de forjar su estilo”. Para él la definición del género es experimentar con lo que pueda añadir algo al jazz.. “debes escribir la música en la cual crees, porque puede llegar a ser lo único que tengas. La vida es corta”.